No hay dos sin tres. La iniciativa de la Iglesia Católica de edificar un gran templo en el lugar donde se levanta la histórica capilla Cristo Rey de Fisherton (Brassey al 8100) sigue en pie, pero esta vez con un proyecto que evita demolerla. La nueva propuesta contempla conservar la fachada y el interior hasta el altar para después hacerla crecer hacia atrás y los costados, ya que incluye dos naves laterales con capacidad para 300 personas sentadas y cuadruplica la capacidad del templo. El arquitecto a cargo del proyecto cree que esta vez se logrará consenso, pero la iniciativa promete continuar haciendo ruido. Aunque fue la movilización de los vecinos la que logró frenar la demolición de la capilla, quienes se opusieron a ella desde el comienzo siguen sosteniendo que cualquier intervención que haga eje en la preservación no puede ser masiva ni rodear a la histórica construcción sin desvirtuarla.
Hasta ayer el tema parecía un secreto. Sin embargo, circulaban trascendidos acerca de que ya había otro proyecto en danza para la capilla, inaugurada en 1927 y declarada patrimonio histórico de Rosario. Según pudo saber La Capital, la nueva iniciativa deberá esperar el retorno desde Roma del arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Mirás, antes de salir a la luz pública. El regreso será recién a principios de noviembre.
El naufragio del proyecto anterior, que suponía demoler la capilla, reconstruir su fachada y levantar un megasantuario, obedece a una razón fundamental: la movilización ciudadana, que logró por segunda vez frenar la picota.
La polémica surgió en junio del 98, cuando el padre Libio Gorza, párroco de Cristo Rey, lanzó su primera propuesta para levantar el gran templo en lugar de la capilla. La idea generó fuertes debates entre los defensores que invocaban necesidades de espacio para la liturgia y los detractores que defendían criterios de preservación patrimonial. El enfrentamiento finalmente hizo desistir al sacerdote con la frase: "Prefiero morir sin hacer el templo antes que dividir a la comunidad".
Sin embargo, en junio pasado Gorza acuñó un nuevo proyecto, sin grandes diferencias con el anterior. La reacción fue aún mayor. Los vecinos contrarios a la demolición llegaron a enfrentarse con los fieles al cura. Marchas, abrazos simbólicos, rezos y otras manifestaciones cívicas y religiosas se sucedieron de uno y otro lado.
Mientras también aparecían críticas académicas y profesionales a la demolición (por ejemplo, del Colegio de Arquitectos), las instituciones municipales miraban desde lejos lo que al menos, por tratarse de un edificio declarado de valor patrimonial, merecía su pronunciamiento. Eso, pese a que la comisión asesora del Programa Municipal de Preservación del Patrimonio desaconsejó dos veces el derrumbe sin que su opinión se hiciera pública. ¿Por qué?
Finalmente, semejante confrontación habría llevado al arzobispado a restar su apoyo al proyecto en pos del pacificar la interna entre los fieles y la segunda propuesta también quedó congelada.
Se va la tercera
En principio, el arquitecto a cargo del nuevo proyecto -que pidió reserva de su identidad- aseguró ayer que "la capilla no se toca". Su idea es mantener el volumen desde la fachada al altar, a partir del cual el templo crecería hacia atrás y los costados, con dos naves laterales.
La planta sería en forma de cruz, y el estilo original de mampostería, techos, ventanas y contrafuertes se mantendría intacto, con dos ingresos laterales imitando la entrada actual por calle Brassey.
Sin embargo, todo hace prever que pese a los intentos por buscar consenso con esta idea los opositores a la construcción no se quedarán conformes. Las razones que invocan son varias.
En primer lugar, sostienen que una intervención tan masiva de la capillita desvirtuará su característica de tal. Además, hacen hincapié en el singular conjunto urbanístico que ella compone, como un eje, junto a la plaza del barrio y la estación Antártida Argentina.
Según explicó el urbanista Luis Caffaro Rossi, la singularidad de ese conjunto deriva de la curiosa síntesis que logró el barrio entre el férreo canon de distribución de cuadrículas impuesto por la Colonia española y las pautas de ciudad jardín que imprimió la inmigración inglesa, primeros pobladores del "pueblo de Fisherton".
Los vecinos contrarios a los proyectos presentados anteriormente sostienen que respetar los criterios de preservación avalados por las Cartas de Venecia y todos los organismos especializados implica rechazar una intervención tan masiva de la capilla. En su lugar, proponen sólo algunas pequeñas obras que busquen restituir, y no alterar, su forma original.
Por ahora, esperan conocer el proyecto de forma oficial para pronunciarse públicamente. Sin embargo, ya tienen mala espina: dicen que en las dos presentaciones previas se usaron argumentos poco veraces, como afirmar que se conservaba la fachada, cuando en realidad se la demolía y trasladaba.
Finalmente vuelven a preguntarse sobre el "empecinamiento" del padre Gorza de edificar un gran templo en el solar de la capilla, en lugar de hacerlo en los terrenos que el colegio dependiente de la parroquia tiene a escasas cuadras. Habrá que aguardar para saber si, como reza una variante del refrán que inicia esta nota, la tercera será o no la vencida.