"Necesito operarme. Tengo el cuerpo cansado, estoy desanimado. Quiero que alguien me atienda y me diga qué va a ser de mi corazón y de mi vida si sigue pasando el tiempo". Las palabras suenan como un ruego y pertenecen a Santos Belinatto, un jubilado autónomo de 66 años que hace cinco días debía ser operado del corazón en el Sanatorio Plaza (Dorrego 1550) por el deterioro de su válvula aórtica. La intervención se pospuso debido a que los prestadores privados que trabajan con el Pami (sanatorios De la Mujer, Plaza, Mapaci y Güemes, y las clínicas Sur y Rosario) resolvieron el viernes de la semana pasada cortar los servicios a los 50 mil afiliados que atienden en la ciudad.
Como el Pami pagó el jueves pasado parte de la deuda (4,5 millones los 6 millones que le debe a los prestadores de toda Santa Fe), los sanatorios retomaron los servicios en su totalidad, al menos por octubre. Belinatto, como otros tantos jubilados del Pami, deberá seguir esperando unos días más para que las cosas se normalicen. En tanto, él, a quien hace nueve meses le dijeron que debía operarse, se seguirá preguntando cuánto tiempo será capaz de afrontar esa espera.
Una historia de nunca acabar
Se baja de su bicicleta con todos los estudios que se hizo en los últimos cuatro años en mano. Rigurosamente ordenados los deja ver a La Capital para que no queden dudas de su reclamo, y relata la crónica de su enfermedad. "En el 97 comenzó todo -cuenta- me sentía muy cansado y fui al cardiólogo. El me explicó que la válvula estaba como una puerta que no cierra bien y me aconsejó revisarla seguido. Por eso me hice todos estos ecodopler", dice mientras muestra los papeles.
Acompañado por su sobrina María Eugenia, quien lo ayuda a completar el relato, Belinatto también habla de su vida cotidiana. "Vivo desde siempre en este barrio (Rioja 5600). Aquí me casé con mi mujer Antonia, con quien tuve a mis tres hijos. Siempre trabajé de albañil, pero me jubilé por invalidez, perdí los dedos de un pie trabajando. Cobro 179 pesos de jubilación y cuando puedo hago alguna changa. Quiero seguir haciendo cosas, pero no me da el cuero, me canso enseguida, estoy perdiendo peso, no duermo bien", se lamenta.
Tras la pausa retoma su historia clínica. Dice que los estudios periódicos "tuvieron sentido" hasta fines del año pasado. Cuenta que en ese momento el mismo médico que lo venía atendiendo le advirtió que "la cosa no estaba bien" y que se le debía reemplazar la válvula. "Me mandó a pedir un turno al cardiocirujano y allí comenzó mi pena, algo que se agravó esta semana cuando me dijeron que no podían operarme", recuerda.
"Siempre hay que esperar"
Cuando Belinatto dice que hace nueve meses comenzó su "pena" se refiere precisamente al momento en que sacó el primer turno en el sanatorio. "Tuve que esperar dos meses para ser atendido. Los del Pami siempre tenemos que esperar. Cuando llegó el momento me anularon ese turno. Y tuve que volver a esperar otro buen tiempo para que el médico me viera. Me dio estudios. Me los hice, y seguí esperando. Con mucha angustia. Hasta que al final me dieron la orden para internarme y operarme", relata.
Los días fijados eran el 2 y el 3 de octubre. Además, le pidieron que consiguiera diez dadores de sangre. "Tenía todo listo, me había preparado, estaba asustado pero sentía que por fin terminaba con mi cansancio. Pero cuatro días antes de la operación me llamaron por teléfono para decirme que los servicios para el Pami se habían suspendido. Dígame señorita, si la orden ya me la habían hecho, ¿por qué no cumplieron, por qué no me operaron? ¿Y si se me agranda el corazón y se me va la vida?", pregunta una y otra vez.
A partir del momento en que se postergó la operación, su sobrina comenzó a llamar al Pami, donde luego de intentar hablar con varios funcionarios le dijeron que esperara aún un poco más, "hasta el próximo martes". Le prometieron que si se solucionaba la situación entre la obra social y los prestadores privados el caso de su tío sería contemplado.
Como Pami abonó parte de la deuda, todo hace suponer que Belinatto será intervenido a la brevedad. Pero él no puede dejar de lamentarse. "Parece que además del servicio me hubieran cortado hasta el saludo. En toda esta semana no conseguí que alguien me atendiera personalmente para darme una explicación. Uno va y le dicen fríamente que no hay novedades, que no se puede hacer nada, que espere. Y yo no sé cuanto tiempo más podré esperar. No es justo", se indigna Belinatto.