Al menos sesenta y seis ataques en casi diez años. Un homicidio, decenas de heridos e innumerables daños a frentes de negocios, casas de familia, carteles y hasta ómnibus de pasajeros. A grandes rasgos ese es el saldo de la misteriosa secuencia de ataques con armas de fuego que tiene en vilo a la Unidad Regional II y de cuyo autor sólo se conoce hasta ahora un apodo: el Loco de la Escopeta.
Un hombre que aparentemente es experto en armas y municiones, que actúa cuando se le da la gana y que sabe utilizar muy bien el factor sorpresa para escapar sin ser descubierto por algún testigo ocular de sus acciones, concretadas en su gran mayoría en zonas de la ciudad sumamente transitadas y a plena luz del día.
Oficialmente El loco de la escopeta tuvo su primera aparición el 13 de noviembre de 1992. La historia de este caso podría dividirse en dos etapas. La primera comienza ese día en la plaza de Córdoba y Castellanos, donde resultó herida una maestra con una bala de revólver calibre 32 largo y culmina el 9 de septiembre de 1995 con el ataque a una tienda de Córdoba 3406. En el medio de esa serie de atentados (fueron 14 en total, todos efectuados con similar munición), ocurrió el primer y hasta ahora único homicidio. Fue el 7 de enero de 1994, en Córdoba al 4400. Carolina Salgado recibió un balazo en el cráneo del mismo calibre 32.
La segunda etapa puede distinguirse desde el 11 de marzo de 1997, cuando aparecen los primeros cartuchos de escopeta. La víctima fue José Nicastro, quien resultó herido en Córdoba 4360. A partir de entonces la secuencia no se detuvo hasta el pasado 21 de septiembre, con tres colectivos baleados (uno no fue denunciado oficialmente) y una mujer embarazada lastimada en el rostro.
Una personalidad extraña
Los investigadores que siguen sus pasos como pueden (porque no hay pistas concretas para avanzar sobre él) arribaron a algunas conclusiones. "Este es un caso patológico. Estamos frente a un tipo que elige un objetivo al azar, pero que planifica muy bien sus movimientos", dicen desde una de las secciones policiales que colabora en la búsqueda del escopetero.
Los pesquisas aseguran tener un patrón común que les hace suponer que se estaría ante la presencia de una misma persona como autora de los disparos. Y que el arma utilizada en esos episodios es del mismo calibre. Un informe pericial realizado sobre los restos de municiones hallados en cada uno de los lugares reveló que se trataría de una escopeta calibre 12.70.
El caso también es complejo por el tipo de arma que se utiliza. No es lo mismo someter a pericias a una bala de plomo que a un puñado de perdigones y tacos semi destruidos. Los peritos pueden determinar si una bala fue disparada por un revólver porque las estrías del cañón quedan grabadas en el plomo. Pero en el caso de las escopetas a perdigones el único elemento que se puede estudiar sería el cartucho percutado, un elemento que hasta ahora nunca pudo ser secuestrado por la policía.
Durante todos estos años, los oficiales "especialistas" en el francotirador establecieron una suerte de "galería de tiro" que está comprendida en un corredor imaginario entre las seccionales 6ª y 14ª, principalmente en calles como Mendoza, Córdoba y Eva Perón, donde se registraron la mayor cantidad de casos y también los más graves. Los detectives creían que los atentados se circunscribían a la zona oeste y hasta algunos pensaron alguna vez en instalar "señuelos" con cámaras ocultas de video para detectar al agresor.
Pero las estadísticas y las crónicas periodísticas dieron cuenta en su momento de hechos producidos en el barrio de Alberdi, donde los objetivos fueron colectivos de pasajeros. Las fuentes consultadas atribuyen esos cambios esporádicos de barrios al simple hecho de evadir el cerco policial. "Cuando se incrementó la presencia policial en la zona de la Terminal y en casi toda calle Córdoba para prevenir los ataques, el tipo se corrió hacia la zona norte", apuntó una fuente que pidió reservar su nombre.