Año CXXXIV
 Nº 49.254
Rosario,
domingo  30 de
septiembre de 2001
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El otro juego: el petróleo

Cuando la Unión Soviética colapsó en 1991, comenzó el Gran Juego del Petróleo. Liberados del yugo soviético, los nuevos Estados independientes de Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán y Azerbaiján miraron más allá de Moscú en busca de inversionistas para sus vastos campos petrolíferos.
Las compañías estadounidenses llegaron a toda prisa, pero Washington se oponía a enviar combustible en oleoductos desde los Estados sin salida al mar a través de Irán, país considerado hostil.
Puesto que la segunda mejor opción era atravesar Afganistán y Pakistán, Islamabad y Washington respaldaron la llegada del Talibán al poder en 1996, que aparentemente llevaría la estabilidad que los inversionistas extranjeros necesitaban para seguir adelante con el acuerdo.
"El Talibán era aceptable, al principio, pero luego Osama Bin Laden entró en la ecuación", dijo el general de brigada retirado de Pakistán Shaukat Qadir.
El Talibán indignó al mundo al prohibir que las mujeres estudiaran y trabajaran y destruir las estatuas gigantes de Buda de Bamiyán. Los ataques del 11 de septiembre contra el World Trade Center y el Pentágono en Estados Unidos dirigieron la furia del mundo contra Bin Laden. De pronto, había un consenso sobre qué hacer.
"Un ataque militar estadounidense es incontenible", consideró Zhu Feng, de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de Peking. "No hay más opción que derrocar el Talibán".
En contraste con el viejo Gran Juego, cuando los imperios arrasaban con los pueblos que encontraban a su paso, varios Estados independientes en la región están emergiendo como los grandes ganadores.
"Pakistán se hará más significativo, estaremos de vuelta en el mapa", dijo Qadir. Las ex repúblicas soviéticas aprovecharon la crisis para demostrar su independencia de Moscú, accediendo rápidamente a abrir corredores aéreos, y posiblemente aeropuertos, a Estados Unidos, algo impensable hace apenas dos semanas. El otrora amo de la región, Moscú, encontró que no tenía más opción que estar de acuerdo con los Estados de Asia central y permitir por primera vez la incursión de las fuerzas estadounidenses en esta región.


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