Islamabad. - El Gran Juego, la legendaria lucha de poder en el Asia central, ha sido puesta de cabeza por la "guerra contra el terrorismo" liderada por Estados Unidos que está uniendo a todo el mundo contra Afganistán.
Durante siglos, el indómito país ubicado entre las gigantescas montañas Hindú Kush ha servido como zona de separación y seguridad entre Rusia, al norte, y las potencias británica, primero, y estadounidense, después, al sur. Los imperios rivales cortejaron a sus orgullosas tribus en vano.
Ahora, por primera vez en su historia, Kabul enfrenta a enemigos por donde mire. Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, China, Irán, Pakistán y la India: todos quieren la caída del régimen de línea dura Talibán y tienen la esperanza de que se instaure un gobierno estable.
La histórica decisión anunciada el pasado lunes por el presidente ruso, Vladimir Putin, de respaldar una campaña encabezada por Estados Unidos y suministrar armas a los antiguos enemigos de Moscú que ahora combaten contra el Talibán ha cerrado el libro del Gran Juego.
Asia central todavía es un tablero de ajedrez, con muchos intereses en juego, pero las piezas ya no están coloreadas sólo de blanco y negro y las alianzas ya no son exclusivas. "Cambia la situación geopolítica, aseguró Clifford Beal, editor de la publicación Jane's Defense Review, en Londres. "Es ciertamente algo que ninguno de nosotros podría haber anticipado hace unas semanas".
Por su parte, Bharat Karnad, un profesor del Centro de Investigación Política, de Nueva Delhi, señaló: "Hay una convergencia de intereses entre los viejos actores del Gran Juego y Estados Unidos. El juego ahora es asegurar que quien quiera que gobierne Afganistán no se convierta en un peligro para el resto de la región y del mundo", explicó Karnad.
"Es de interés tanto de Estados Unidos como de Rusia que la fuente del peligro -que es el Talibán- para sus países y otras naciones sea derrocado", agregó.
"Quien controla Asia central..."
Conquistar a los kanatos (principados) de Asia central era ya una prioridad de seguridad para Rusia en el siglo XVI, cuando el zar Iván el Terrible arrebató a Kazan de los tártaros y masacró a su pueblo.
Para mediados del siglo XIX, Moscú se esforzó por construir un imperio a fin de extender su poderío, propagar el cristianismo ortodoxo y ganar vastas tierras agrícolas y campos de algodón para su clase mercantil.
Temiendo que los rusos quisieran avanzar hasta los puertos de aguas cálidas de la India británica, Londres se afanó por contener la expansión zarista. Enviados y espías se abrieron en abanico para seducir a los potentados locales y se construyeron ferrocarriles hasta los límites del reino.
El británico Halford Mackinder, creador de la teoría geopolítica, incluso consideraba a la región como el "centro de la historia" y argumentaba que "quien controla Asia central, controla el mundo".
La competencia por Afganistán era intensa, pero ninguna de las partes pudo ganarla. Una fuerza militar británica que ocupó Kabul en 1841 fue expulsada y masacrada al año siguiente, en la primera de las tres guerras afganas que libraría Londres.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Washington reemplazó a Londres como la contraparte de Moscú. Las superpotencias competían con acuerdos de ayuda a Kabul: mientras Estados Unidos construía carreteras y una gran represa en el sur, Moscú levantaba edificios al estilo soviético en Kabul y plantaba orquídeas alrededor de Jalalabad, en el este.
El enfrentamiento escaló dramáticamente en 1979, cuando la Unión Soviética invadió Afganistán para apuntalar un tambaleante régimen pro soviético y Estados Unidos -con el respaldo de Pakistán, los Estados árabes y China- armó a los mujahidines para combatirlos. Los soviéticos se retiraron en 1989, su primera derrota ante una potencia musulmana desde que irrumpieron en el Asia central en 1552. (Reuters)