Tras el convulsionado domingo en el que Carlos Bianchi dejó plantado al presidente de Boca, Mauricio Macri, en el club de la ribera se vivió un día que pareció normal, tranquilo, pero sólo por fuera. Bianchi arribó a Casa Amarilla pasadas las 16 en la 4x4 del preparador físico Julio Santella, acompañado por su esposa Margarita y su hija Brenda. Temiendo otra jornada agitada, el DT boquense le solicitó a la intendencia de Casa Amarilla que no permitiera el ingreso de los periodistas ni de los socios hasta que él llegara al lugar, en una medida en la que Bianchi demostró que deseaba trabajar sin formular declaraciones. El entrenamiento fue sumamente liviano y consistió en un partido informal entre futbolistas que habitualmente no son titulares, pero que hoy jugarán frente a Vasco da Gama, por la Mercosur. Bianchi también mantuvo una charla con los jugadores y les transmitió un poco de tranquilidad cuando les comunicó que seguirá al frente del plantel hasta el 31 de diciembre próximo. Fue tan amistoso el encuentro que el médico Jorge Batista y el profe Santella participaron del picado, junto al ex arquero de la entidad Carlos Fernando Navarro Montoya y Roberto Abbondancieri, ambos como jugadores de campo. Mientras tanto, Bianchi estuvo sentado en uno de los costados de la cancha, donde conversó con su ayudante Carlos Veglio, en gran parte del cotejo. El Virrey también dialogó con un miembro del departamento de prensa de Boca; mientras su esposa y su hija lo observaban desde la tribuna. A lo largo de la práctica, los rostros del técnico y los jugadores no reflejaron la tensión que se había registrado 24 horas antes. Finalizado el trabajo, Bianchi extendió su salida hasta las 19.15, siendo el último en retirarse junto a su más estrecho colaborador, Carlos Ischia. No hizo declaraciones ante el nutrido grupo de periodistas que lo aguardaban ni tampoco ofreció la nómina de concentrados para el encuentro de hoy ante el Vasco, algo que era una moneda corriente en toda la etapa de Bianchi en Boca.
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