Año CXXXIV
 Nº 49.241
Rosario,
domingo  16 de
septiembre de 2001
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La dirigente trazó similitudes entre los ataques a la Amia y a las Torres
Laura Guinsberg: "Volví a sentir el mismo horror"
La militante de Memoria Activa apunta a la teoría de la conexión local como eje de ambos atentados

Juan Salinas

Viuda de Cucky, un empleado jerárquico de la Amia, Laura Guinsberg es, por derecho propio, la integrante más conocida de Memoria Activa. Su discurso en la conmemoración del tercer aniversario del atentado constituyó una dura acusación al gobierno de encubrir a los asesinos. A escasos días de iniciarse el juicio oral y público a Carlos Alberto Telleldín y a un grupo de policías a quienes aquél dice haberles traspasado la Trafic -que según la instrucción sirvió de vehículo bomba-, Laura extiende las acusaciones al Estado (es decir, incluye a la actual administración) argentino, a Israel y a los dirigentes de la colectividad judía. Los atentados de Nueva York y Washington y los cometidos en Argentina contra la embajada de Israel y la Amia tienen algunos puntos de contacto, señala. El más importante, que el Estado encubre a la conexión local. Y lo hace, sostiene, porque "la conexión local es el propio Estado".
"Los atentados me revolvieron cosas horribles. Por ejemplo: comencé a enterarme del atentado a la Amia cuando estaba yendo al trabajo en colectivo. La radio del colectivero tenía una pésima sintonía, pero escuché que alguien con tono de tragedia decía algo del atentado a la embajada de Israel y me dije: «¿Qué raro, si ya pasaron más de dos años?». Y fue así como pregunté qué había pasado. Después de siete años, el martes estaba entrando al estacionamiento de un supermercado y uno de los empleados tenía la radio encendida. Y así me enteré de los aviones que se habían estrellado contra las Torres Gemelas", fue el doloroso paralelo que trazó Guinsberg ante La Capital.
-¿Que similitudes observa?
-Que tanto en Estados Unidos como en la Argentina, el poder responsabilizó de inmediato a un enemigo puramente externo: Irán en nuestro caso, Osama Bin Laden en el de ellos. Después de la experiencia que acumulé en estos siete años, presumo que allí como aquí tuvo que haber una conexión local muy importante. Para hacer lo que se hizo en Nueva York y en Washington no alcanza con tener 18 tipos dispuestos a inmolarse. Es necesaria una serie de contactos, una infraestructura para nada despreciable. La cosa no cierra sin una red de apoyo.
-¿Hay otras similitudes?
-Hay otros aspectos parecidos entre los atentados de Nueva York y Washington y lo que pasó en Argentina con la dictadura: la falta de cadáveres. No hay cuerpos, a lo sumo pequeños trozos. Por lo que, en la inmensa mayoría de los casos, no habrá entierros. Esto instala un nivel de horror inédito. Algo que da para reflexionar mucho y que no me resulta ajeno, no sólo porque pertenezco a la generación de los desaparecidos, también porque estuve buscando a Cucky durante tres días.
-Algunos coinciden en que no hubo coche bomba, que su existencia fue una cortina de humo evidentemente preparada por los terroristas...
-No quiero entrar en el tema. Acepto tener muchas dudas de que haya existido, pero señalo que, en cualquier caso, Telleldín es la llave. Tanto si hubo camioneta como si no la hubo. Y si la aparición de un motor entre los escombros fue un montaje más, Telleldín, cuyo teléfono estaba intervenido antes de esa aparición, está pegado a ese motor. Y está probado que era parte de una banda muy tenebrosa que el juez (Juan José) Galeano se negó de plano a investigar. Una banda en la que descollaba Miguel Jaimes, y en la que participaban la mujer de Telleldín, Ana Boragni, y también el mecánico Ariel Nitzcaner.
-Es "vox populi" que esa banda estaba protegida por jefes de la Federal, si es que no tenían protección también más arriba.
-Lo de Ana Boragni es increíble. Hay todavía más motivos para que Ana Boragni esté presa que para que lo esté Telleldín. Pero Galeano siempre la protegió. Ambos son piezas clave en el encubrimiento. Telleldín trabajó siempre para encubrirlo y no solamente negoció con Galeano. Ya desde antes de entregarse negoció con la Side y con los policías (Mario) Bareiro y (Diego) Barreda, que eran parte de la misma banda que él y que de inmediato pasaron a trabajar para la Side. ¡Oh casualidad! Los 66 casetes en que se registraban partes de esas negociaciones se esfumaron en la Side y en la Policía Federal.
-¿Telleldín es la figura más emblemática del juicio?
-El rol de Telleldín fue fundamental, no sólo por el motor, sino que resultó el garante fundamental del encubrimiento. Parte de la negociación de Telleldín con el Estado fue, por ejemplo, la ley del arrepentido, una ley inocua, hecha para que él pueda salir de la cárcel. La puso como condición para acusar a (el ex comisario Juan José) Ribelli y compañía.
-Memoria Activa le asigna particular importancia al testimonio de Claudio Lifchitz, un ex prosecretario del juzgado de Galeano, quien denunció la comisión de múltiples irregularidades y delitos en la instrucción.
-Sí, aunque discrepo con Lifchitz en un punto. El considera que la Side sabía que se iba a cometer un atentado, pero que las cosas se le fueron de las manos y que después encubrió para tapar su error. A mí, en cambio, me parece evidente que la Side y otras dependencias del Estado participaron en el atentado. No es una diferencia menor. Estoy firmemente convencida de que el Estado y el poder político siguen garantizando el encubrimiento. Al menos, no hay datos concretos para pensar distinto.
-¿Que opinión tiene del tribunal que conducirá el juicio oral y público?
-Le pedimos que el juicio fuera televisado. Y resulta que no sólo no será así, sino que ni siquiera se permitirá el ingreso a la sala de los reporteros gráficos. Uno de los jueces, el que tiene más fama de progresista, me quiso convencer de las bondades de que la Policía Federal hiciera una doble copia de todo. ¡Como si a esta altura de los acontecimientos alguien pudiera confiar seriamente en la imparcialidad de la Policía Federal!



"La conexión local es el propio Estado", aseveró.
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