"Existen aproximadamente cinco mil metros cuadrados de campo. Ir a ver que nació un chivito representa transitar 250 metros, para un joven que no tiene movilidad es una proeza. Nos manejamos a caballo, en sulky, volantas, carretas, son paseos no convencionales. Cargamos los chicos y vamos al río Paraná que queda a diez cuadras, por ejemplo, o vamos de compra a algún supermercado. Los domingos son días de visita", cuenta el tesorero de la asociación. En la granja trabajan seis profesores fijos, un matrimonio viviendo como caseros, y un equipo multidisciplinario integrado por una trabajadora social, Susana Martínez, que es vicepresidenta de la asociación, además de una sicóloga, una maestra de música, una fisioterapeuta, un docente encargado de gimnasia y una fonoaudióloga. "Hay un profesional por cada dos discapacitados. Casi todos los jóvenes no tienen control de esfínteres, lo cual demanda mucho más trabajo", afirma Bagli.
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