Es paradójico. Y escalofriante. El mundo de la televisión, que ha llevado las imágenes de la tragedia a prácticamente todos los rincones del mundo, mantiene a un puñado de personas presas de sus reglas y, por tanto, ignorantes del atentado.
Mientras en sus respectivos países los telespectadores espían, minuto a minuto cada uno de sus pasos, los participantes de los concursos "Gran Hermano" que se celebran en Argentina, Sudáfrica, Italia, Dinamarca y Portugal, no saben que las Torres Gemelas ya no existen.
Son las normas. En "Gran Hermano", doce personas son aisladas del mundo, a cambio de aspirar a un premio millonario a quien llegue más entero -y sea favorito del público- al final del certamen. No pueden usar celular, leer la prensa u oír radio. No saben nada de lo que ocurre fuera de las paredes que los cobijan durante tres meses.
Una gran excepción humanitaria a la regla de aislamiento fue hecha esta semana. En Estados Unidos, a pocos días del fin del concurso, Mónica Bailey fue sacada de su mundo de fantasía, para avisarle que una prima suya, Tamitha Freeman, es uno de los miles de heridos en el atentado terroristas al World Trade Center.
Gabriela Guareschi, encargada de prensa de "Gran Hermano 2" en Argentina, que es transmitido por Telefé, afirmó: "No se les ha dado información de Nueva York y no se les va a dar". La portavoz aclaró que si el atentado hubiese ocurrido en Argentina quizá habría sido "más justificado" contarles.
Momento de decisión
El director ejecutivo de la emisión sudafricana, Neil McCarthy, explicó que la gerencia del programa decidió no informar de los atentados a los concursantes en contra de la opinión de la mayoría de la audiencia: el 57,8% de los espectadores cree que los participantes deben saber de "un drama que puede hacer cambiar el curso del tiempo que les ha tocado vivir".
McCarthy justificó su decisión, argumentando que la idea es que su comportamiento no se vea influido por la noticia. El "Gran Hermano" sudafricano se inició hace tres semanas ya batió los records de audiencia de ese país. El productor dijo que por ahora los números del rating mandan.
Una situación similar se vivió en Dinamarca. Los seguidores de la serie en ese país presionaron a los productores para que los concursantes conocieran del atentado a Estados Unidos y de la situación mundial. Sin embargo, las presiones no dieron resultados. La producción de "Gran Hermano" admitió que, como el contrato los faculta a no dar noticias que afecten al funcionamiento normal del programa, no piensan por ahora informar a los participantes del ataque a las Torres Gemelas.
"Esta fue una emergencia familiar", señaló el productor ejecutivo de "Gran Hermano 2" en Estados Unidos, Arnold Shapiro. "Fue una circunstancia extraordinaria para nosotros . . . La tragedia que sucedió en el país obviamente supera cualquier otra cosa", justificó el productor respecto de la decisión de permitir que los concursantes se enteraran del atentado al World Trade Center.
Mónica Bailey, la concursante que tiene a su prima Tamitha hospitalizada en Nueva York, es una de las tres participantes que aspira al premio mayor del programa. Will, otro de los finalistas, se mostró complacido de que les comunicaran la noticia. "Tengo muchos amigos cercanos en Nueva York. Fue bueno poder enviar un mensaje a casa", afirmó.
Esta no es la primera situación en que la realidad interviene en el estricto formato de "Gran hermano". Un caso dramático se vivió en la primera versión española del programa. A un mes del comienzo del concurso -y a dos de terminar- la producción comunicó a Nacho que su padre había muerto. El concursante abandonó la casa.
Una realidad aislada
Hace tres años al productor holandés John de Mol se le ocurrió una idea descabellada: encerrar a un grupo de personas en una jaula dorada para poder ver sus movimientos. De ahí nació, en 1999, un programa que ha roto audiencias, "Gran Hermano". En corto tiempo la empresa de comunicaciones de De Mol, Endemol, vendió su idea a 10 países y logró ratings altísimos en cada país.
La receta implica ciertas normas estrictas. La biblia del programa exige, por ejemplo, que los concursantes no puedan usar agendas o calendarios, ni lápices o reloj despertador. A cambio, se acepta que empleen un mínimo de objetos personales; entre otras cosas, ropa, champú, un libro y tres CD.
Los concursantes, que circulan durante los tres meses del concurso con un micrófono pegado al cuerpo, son espiados durante las 24 horas por cámaras desplegadas en toda la casa que los alberga. En el recinto hay jardín y un "confesionario", donde en sesiones privadas expresan sus impresiones. Durante el encierro deben hacer tareas comunitarias y cada 15 días el público decide quién -sólo uno- debe abandonar la casa. Eso hasta dar con el ganador.