Año CXXXIV
 Nº 49.240
Rosario,
sábado  15 de
septiembre de 2001
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"Pensaba que mi esposa se estaba quemando"
Antonio, el marido de Nelly, vio el incendio de las torres porque trabaja a seis cuadras. Su mujer lo encontró a él

Antonio Stanicich estuvo todo el tiempo contemplando el horror en el que estaba atrapada su esposa. Desde hace años él atiende a empleados del distrito financiero en un carrito de comida mexicana que está en Water Street, a seis calles del World Trade Center. Mientras miraba el humo que salía de la torre uno vio con espanto al avión que atravesó el segundo edificio. Quedó desencajado y dejó su puesto gritando. "Yo miraba y pensaba que mi esposa se estaba quemando. Pero juro que la veía corriendo y viva. Así fue como ella me encontró a mí".
Rumbo a la punta sur de Manhattan, mientras una marea humana hacía despavorida el camino inverso, un hombre se unió a Antonio. "Le dije: «Un avión contra una torre puede ser un accidente. Dos aviones contra las dos torres es terrorismo»". Dice que no olvidará los rostros de la gente corriendo con la boca abierta. "Iban en tropel desesperados de pánico. Tengo la seguridad de haber visto a una mujer con los ojos fuera de las órbitas oculares".
Antonio y Nelly tienen dos hijas, ambas rosarinas: Jorgelina, de 33 y Elizabeth, de 32. Su padre no podía dejar de imaginar lo enloquecidas que estarían ambas frente a las imágenes de TV. Se comunicó por teléfono con una de ellas, que le imploró que volviera a su casa. Pero no pudo hacerle caso: "Lo único que me interesaba era buscar a mi mujer así me costara la vida". Pero tuvo que volver a la fuerza porque el escape de la gente no lo dejaba avanzar.
Por esas convenciones amorosas que entabla cada pareja, Nelly y Antonio se llaman uno a otro con un monosílabo: "Ma". El estaba en la esquina de Water y Wall Street y escuchó una exclamación desde atrás. "Ma". Los esposos se quedaron minutos abrazados. "Nosotros nos pusimos de novios con mi mujer a los 16 años. Hace 48 años que estamos juntos. Pero fue el momento más conmovedor de nuestras vidas", murmuró Antonio.
Cuando se serenaron, Antonio pensó en avisar a sus hijas que su madre estaba a salvo. "Al lado mío había un policía muy amable que me permitió hablar por su celular con mi hija. Le quise pagar la llamada y me dijo que no hacía falta. Memoricé su cara. Nueva York es muy grande, pero yo lo voy a encontrar para volver a agradecerle".


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