Los operadores del negocio agropecuario aventuran por estas horas los primeros análisis del impacto que tendrán en el comercio mundial los atentados terroristas a las Torres Gemelas y al Pentágono en Estados Unidos. Si bien todos coinciden en aclarar que cualquier hipótesis es sólo eso en un presente de confusión, la posibilidad de un cambio brusco en el escenario político y económico internacional es un dato lo suficientemente importante como para arriesgar interpretaciones.
En lo inmediato, el impacto en el comercio granario se hizo evidente esta semana, con el mercado de Chicago sin operar hasta el jueves, las dificultades de las casas exportadoras multinacionales para pagar a los proveedores locales de mercadería y la casi parálisis del comercio internacional por problemas logísticos.
En el mediano plazo, las opiniones están divididas frente a un escenario que, en gran medida, depende de movidas geopolíticas y económicas que exceden a cualquier operador granario.
"Hay un primer impacto negativo en el corto plazo por la paralización del comercio internacional, las cobranzas, clearing y exportadoras que salen del mercado por algún tiempo", señaló Hernán Wallace, analista de Sparks América del sur.
Más complejo es prever el futuro mediato. Para Pablo Adreani, titular de Agripac, "las guerras convencionales tenían un impacto alcista debido a que se blanqueaban los puertos y el comercio pero aquí todavía no se tiene verificado quién es el enemigo".
La primera reacción que tuvo el petróleo luego de los atentados, de fuerte suba inicial, movilizó una hipótesis según la cual los commodities agrícolas podrían revalorizarse como activo refugio. Sobre todo cuando entre las posibilidades que se manejan figura una caída del dólar, una crisis en las compañías de seguros (fuertes operadoras del mercado financiero), baja de valores inmobiliarios, etcétera.
"Es probable algún impacto en los precios en un primer momento pero hay que tener en cuenta que el caso del petróleo es particular porque sus fuentes se ubican en zonas políticamente conflictivas", señaló un analista del mercado rosarino.
A las estimaciones sobre una suba de precios se contrapone la que prevé una desaceleración de la economía estadounidense, que entraría en recesión directa por el derrumbe de la confianza de los consumidores, una efecto contagio en las ya desaceleradas economías de Europa y Asia y, como consecuencia, una menor demanda de productos agropecuarios.
Si bien la ajustada relación stock/consumo respecto de años anteriores mantuvo sostenidos los precios en los últimos meses, las estimaciones previas al último informe del Usda (al cierre de esta edición todavía no se había emitido) presentaban una situación mejor a la esperada por el mercado.
Si la cosecha estadounidense se definiera en un sentido bajista (tomando en cuenta también las previsiones de producción en el Hemisferio Sur), un escenario de recesión internacional no haría más que potenciar esa tendencia.
Jorge Castro, ex secretario de Planeamiento Estratégico del gobierno de Carlos Menem, señaló que "el elemento más importante a atender en relación a la economía mundial es la posible transformación de la desaceleración norteamericana en recesión". El especialista explicó que el gasto en consumo de los estadounidenses era lo que mantenía a ese país en crecimiento, aunque leve (0,2% en el segundo trimestre del 2001 respecto del 6% del mismo período del 2002). Si esa confianza cae como consecuencia de la crisis de seguridad, se afectaría seriamente a la economía que explicó el 40% del crecimiento económico mundial en la última década.
El FMI y el Banco Mundial ya esperaban un freno a las economías más grandes (EEUU, Europa y Japón) para el año próximo. "En el segundo trimestre del año la región Asia-Pacífico entró en un parate, con países como Taiwán y Singapur que enfrentan una contracción económica por primera vez en la historia", indicó Castro.
Un repaso a los destinos de los embarques de granos (trigo, maíz, soja y subproductos oleaginosos) durante el primer semestre ayuda a pensar este escenario. El 19% tuvo como destino Europa Occidental, el 23% Sudamérica, el 15% el cercano oriente y el 27% el lejano oriente.
Sin embargo, Castro reconoce una excepción al parate del Asia-Pacífico. Precisamente China, la gran potencia de esa zona, que "sigue creciendo al 8% anual".
Cambios internacionales
El gigante asiático está a punto de incorporarse a la Organización Mundial de Comercio (OMC), probablemente en noviembre, cuando se realice la conferencia ministerial de ese organismo en Qatar, Medio Oriente. El hecho sería significativo desde el punto de vista de sujetar a uno de los principales productores y también demandantes de alimentos del mundo a las reglas del comercio internacional. De hecho, China estuvo en las últimas semanas presionando al mercado de maíz por la necesidad de reducir stocks de intervención como parte del acuerdo para ingresar a la OMC.
Para un analista del mercado local que descree que haya un impacto significativo en el comercio granario como consecuencia de los sucesos de lunes, "no hay aún razones para pensar que el ingreso de China a la OMC y las posibilidades de lanzar una nueva ronda internacional de negociaciones comerciales se vea afectada por este tema en particular".
Aún así, hay variables que todavía son difíciles de dimensionar. Una de ellas está en directa relación a la actitud que podrá tomar el gobierno de Estados Unidos como represalia al terrorismo. Por ejemplo, si sus decisiones tensionan la relación con los organismos multilaterales a nivel político, como la ONU, no es imposible que ese conflicto se traslade a mecanismos análogos en otros terrenos, como el comercial.
Parece política ficción, pero de seguro será difícil comenzar a negociar una rebaja en los subsidios agrícolas en medio de una situación de conflicto internacional.
Relacionada con esta hipótesis, campea por estas horas la incógnita respecto de si habrá un realineamiento entre proveedores y consumidores a nivel mundial. De acuerdo a las cifras de embarques en los primeros seis meses del año, un 8% fue a parar a países que están o en algún momento estuvieron en listas negras norteamericanas (Irán, Irak, Siria, Yemen, Libia y Sudán).
Los antecedentes más cercanos para las exportaciones argentinas recogen experiencias disímiles. En plena guerra fría, colocó más producción como consecuencia de no sumarse al embargo cerealero impuesto por Estados Unidos durante la invasión soviética a Afganistán. Más acá en el tiempo, el mercado iraní (15% de embarques en trigo, 8% en aceites en el primer semestre de 2001) se mantuvo cerrado a las ventas locales como consecuencia de los atentados a la embajada de Israel en Buenos Aires y a la Amia.
Aunque los analistas no arriesgan demasiados pronósticos hasta conocer los próximos pasos del gobierno de EEUU, Hernán Wallace, de Sparks, aventuró la posibilidad de que crezcan las exportaciones argentinas a mercados de los cuales Estados Unidos se retire. Aún así, supeditó ese escenario a la propia actitud que tendría el gobierno argentino frente a una nueva "lista negra" americana.
En este panorama, el tema cambiario es otra de las incógnitas. Con oscilaciones, el dólar se depreció frente al euro en la última semana, en medio de un mercado todavía caótico. Los bancos centrales de Europa y Estados Unidos garantizaron la liquidez necesaria para evitar un colapso en las transacciones financieras internacionales.
En Argentina, la situación se sigue de cerca en forma particular porque una fuerte apreciación del euro podría acelerar la entrada en vigencia de la convertibilidad ampliada (promedio simple de la cotización del dólar y el euro desde que estas monedas alcancen la paridad).
En ese caso, el tipo de cambio podría dar impulso a las exportaciones agroalimentarias a Europa pero, al mismo tiempo, perderían competitividad frente a la competencia norteamericana ya que se amortiguaría en un 50% el efecto de la depreciación del dólar.