Año CXXXIV
 Nº 49.234
Rosario,
domingo  09 de
septiembre de 2001
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Un paisaje majestuoso que sirve de escenario a los deportes de alto riesgo
Noruega: El país de los fiordos
En el extremo norte del mundo, las fuerzas de la naturaleza despliegan sus bellezas en incontables montañas y glaciares, donde el agua penetró la roca creando los famosos fiordos noruegos

María Laura Favarel

En medio de dos montañas una línea de agua abre un angosto canal. En esta inmensidad reina la paz enmarcada en esplendorosos paisajes.
En la costa oeste de Noruega, los glaciares socavaron los valles, convirtiéndolos en golfos estrechos y profundos, que cortan las altas montañas. Estos son los famosos fiordos que Noruega se enorgullece en mostrar a los visitantes de todo el mundo.
El fenómeno geológico producido en la era Cuaternaria presenta variadísimas formaciones. De hecho no existen dos fiordos iguales. El más profundo es el Sogneforjd que alcanza más de 1.000 metros y que se introduce en las montañas por decenas de kilómetros.
Este mes, cuando empieza a llegar el otoño, se emprenden largas caminatas, excursiones de aventura, deportes de riesgo y cruceros por los pasadizos entre las rocas.

La gran meseta escandinava
El reino de Noruega es uno de los cinco países nórdicos situados en las regiones septentrionales del continente europeo. Limita al este con Suecia, Finlandia y Rusia; al oeste con el mar del mismo nombre y el océano Atlántico; al norte con el mar de Barents, y al sur con el mar del Norte. El país forma una estrecha banda alargada que se ensancha sensiblemente hacia el sur. Más del 30% está cubierto de bosques y numerosos lagos y ríos. Casi la mitad de su superficie está constituida por cadenas montañosas.
Los fiordos, sobre la costa oeste, están dominados por los flancos erosionados de la gran meseta escandinava. Las cumbres conservan su tocado de nieve, desde donde se filtran los torrentes y cascadas, finas cintas de plata que se lanzan al agua tranquila del fiordo.
La navegación por esos recovecos se convierte en una experiencia única e imborrable. La nave se desliza serenamente entre altas paredes de roca que como coloridas paletas de un pintor brillan al sol.
En medio de ese mar sereno emana un silencio profundo, propio de las montañas, donde el tumulto de las cataratas y el choque del mar contrasta con el ajetreo y el bullicio de las ciudades. La fuerza de la naturaleza se refleja en estas montañas imponentes.

Granjas de montaña
La Noruega de los fiordos es ante todo una gran aldea donde los granjeros cultivan las fértiles laderas.
El rostro sonrosado del campesino escandinavo no ha perdido la vitalidad a pesar del paso de los años. Una vez más, luego de haber realizado las compras necesarias y de haber ofrecido sus productos frescos, retorna al hogar, una pequeña granja enclavada en la montaña cuarteada por los fiordos. Su camino no se presenta simple, es un arduo sendero de montaña donde en algunos lugares la roca es tan pronunciada que hace falta trepar con soga las paredes soberbias de la montaña sin mirar hacia abajo. A unos 100 metros arriba del fiordo está la cornisa adonde el granjero debe llegar.
Allí el dueño de la estancia encontrará su pequeña granjita, un establo, guadañas para amontonar el heno, algunas ovejas y el caballo. Esta pequeña estancia se encuentra rodeada por elevadas cumbres que miran al cielo.
Aunque se presente arduo el camino, el hombre conocedor de la tierra contempla un paraíso. Desde su ventana puede ver las montañas nevadas en sus cumbres, el blanco y azulado glaciar y las pequeñas poblaciones de granjeros de montañas a un lado del fiordo.
Más allá la superficie de agua refleja la luz del sol y los fiordos, imponentes pero no amenazantes. Más abajo se divisan los botes, que constituyen la única conexión con el resto del mundo. Estos pobladores eran y siguen siendo el nervio vivo de esta región de Noruega.
Cuando llegan los visitantes, los pobladores que fabricaron cuerdas y poleas para llegar hasta sus casitas, ofrecen platos tradicionales y un lugar para descansar a los exhaustos caminantes.
A lo largo de los fiordos Geirangerfjord y Storfjord los pobladores se esmeraron por preservar las mejores granjas, las que se convirtieron en un destino popular para los caminantes.

Caída libre
Quienes emprenden excursiones por las montañas ansían nuevas experiencias, cambios y emociones. Desde los 1.000 metros de la meseta Kjerrag, algunos se animan a lanzarse al vacío durante 10 segundos en caída libre, antes de abrir el paracaídas y caer lentamente en el fiordo de Lysefjord. Otros prefieren menos vértigo para familiarizarse con el área. Dos horas de caminata hacia Pulpit Rock, una de los sitios más fotografiados en Noruega. La intrépida aventura permite vislumbrar el agua desde 600 metros de altura. Otros alcanzan la felicidad sentándose a pocos metros de la orilla y comer en un improvisado picnic, disfrutando del paisaje.
Para quienes no se sientan atraídos por trepar ni caminar por Pulpit Rock, existen confortables caminos que permiten ver el fiordo Lysefjord. En el verano los botes zarpan todos los días hacia el lugar, pasando Pulpit Rock, Lyse y pequeñas montañas donde están las granjas.
En lo más secreto del fiordo Hardanger vive Ulvik, una pequeña comunidad rodeada de enormes montañas. Allí, en la cima del segundo fiordo más grande de Noruega, la gente lleva siglos explotando el suave clima y la tierra con poca lluvia y nieve.
Gracias al golfo Stream las temperaturas son más cálidas, incluso en invierno. La cereza y los árboles de manzanos se visten con el mismo color de las montañas. El césped comienza a crecer y el agua cristalina continúa recibiendo el aporte del deshielo. Esto forma los famosos saltos de Hardanger, Vøringfossen, Lütefossen y Steindalsfossen, cascadas cristalinas que irrumpen en el mar de Noruega.
Los habitantes de la zona saben cuándo los peces comienzan a moverse en el fiordo. Carbonero, merluza y abadejo, y en algunos sitios el bacalao, serán pescados tan pronto se acerquen a la costa.
Sobre las cornisas de los fiordos se respira el aire fresco del glaciar y se divisan las laderas sembradas de colores. Allí la sensación de inmensidad invade el lugar y el hombre se siente partícipe de un espectáculo infinito.



Cabañas de granjeros entre Aurland y Flam.
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