Año CXXXIV
 Nº 49.230
Rosario,
miércoles  05 de
septiembre de 2001
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Ataque de pánico

Jorge Luis Besso

El pánico consiste en un miedo muy intenso que suele desplegarse en forma de ataques y que suele conformar un cuadro que clásicamente recibió el nombre de fobia, y que suele definirse como: el terror continuo e inmotivado del sujeto ante un ser vivo, un objeto o una situación que en sí mismo no presentan ningún peligro real.
Lo primero que llama la atención de esta definición es que se trata de un "terror inmotivado", mientras que para quien lo padece hay motivos más que suficientes para no subirse al avión por más estadísticas favorables al respecto, o para no entrar en el ascensor ultraseguro, pero también ultracerrado y para colmo ultraautomático, o tener que hacer un largo y extraño rodeo para evitar una araña a la que se le adjudica un poder tan grande que ni Dios ni Darwin le dieron.
Es lo que viene a decir la definición al final cuando habla de que no presenta ningún peligro real. Es la gran diferencia entre lo que presenta y lo que representa. Es decir, la gran diferencia entre lo objetivo y lo subjetivo, y más aún, la gran diferencia entre la realidad y la realidad psíquica.
Las fobias son tan variadas que un listado que las agrupe nunca podría ser cerrado:
u Claustrofobia (miedo a los espacios cerrados),
u Agorafobia (miedo a los espacios abiertos),
u Hidrofobia (miedo al agua),
u Fobia a uno, o algunos animales,
u Fobia a uno, o algunos objetos,
u Fobia a la oscuridad, etcétera.

El miedo no es una exclusividad de los humanos pues es posible constatarlo en toda la escala de lo viviente, pero, en términos generales nuestros parientes biológicos tienen miedo "a lo que hay que tenerle miedo", esto es a sus enemigos naturales. Por caso: para los insectos, los sapos son su problema fundamental ya que constituyen su alimento, pero no para nosotros, y sin embargo es capaz de provocar en algunos humanos respuestas de horror y asco con respecto a un bicho que, precisamente, nos libera de los bichos.
Argumentos que muestran lo inútil de la racionalidad en estos terrenos, ya que la fobia tiene que ver con lo inaceptable para el sujeto. Tal vez por eso, cuando a pesar de todo hay que aceptar algo inaceptable, se suele decir "me he tragado cada sapo...".
En la fobia el gran actor es el miedo, que en cierto modo recorre una escala que va de la timidez, al temor cristalizado en la fobia propiamente dicha, para alcanzar su cenit en el pánico en forma de un ataque que paraliza los recursos de un sujeto a cualquier edad. Lo que lleva a que en la fobia la principal defensa contra la angustia que inunda sea la evitación, mecanismo efectivo y caro al mismo tiempo, ya que implica un recorte en las posibilidades y en los movimientos de alguien que quedó atrapado en una trampa subjetiva que, a pesar de todo, cree objetiva.
En tanto temor, o terror o repulsión, la fobia viene de la noche de los tiempos, y también en los tiempos de la noche en los que estas tengan de sexualidad, pues fobia y sexualidad van entrelazadas, aun en las normalidades posibles, pues lo que se entrelazan son cuerpos, y en estos recorridos erógenos es posible que el sujeto se tope con algo que "no puede hacer". Esto es, algún límite.
Es que la fobia es una enfermedad y una dinámica de los límites, por empezar, y de un modo fundamental, en la frontera más compleja y transitada de todas, con atención las 24 horas, es decir, la línea entre interior y exterior.
Nada como la fobia para reflejar una de las grandes luchas del humano en otro de los grandes límites: entre lo normal y lo patológico. Es esta otra frontera muy transitada, con censores y vigías fóbicos, y que dejarán en los sujetos esa suerte de marca registrada que son las contradicciones humanas, al punto que alguien pueda conducir un súper Boeing a diez mil metros de altura con 350 pasajeros y sin embargo a la noche necesitar de alguna luz para dormir. En cambio, es mucho más improbable encontrar una cucaracha con miedo a la oscuridad, pues ellas a lo que le escapan es a la luz.
Finalmente, así como le cuesta involucrarse, el fóbico no por eso deja de ser un luchador, pues como dice A. Green, "es alguien que ama la vida, pero teme perderse en el objeto que debe aportarle la satisfacción o en el rechazo que lo exiliaría de sí mismo".


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