Año CXXXIV
 Nº 49.230
Rosario,
miércoles  05 de
septiembre de 2001
Min 7
Máx 18
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Las causas del miedo crónico
Los temores infantiles producen trastornos fóbicos en la adultez
Un estudio plantea el estudio de las fobias como resultado del estrés sostenido

Numerosas teorías, referencias bibliográficas, experiencias clínicas y de experimentación sugieren que diferentes trastornos mentales son consecuencia del estrés crónico. Desde una visión psiconeuroinmunoendócrina se desarrolla la intervención del eje hipotálamo-hipófiso-adrenal como comando de dicho proceso. Conforme un trabajo publicado por la revista de la Fundación de Clínica Neuropsiquiátrica, los doctores Susana Fonte, Mirta Reberendo y Carlos Urrutia, plantean el estudio de las fobias como resultado del estrés sostenido o crónico.
El sistema nervioso es lo que diferencia, entre los seres vivientes, a los animales de las plantas. Las plantas son totalmente dependientes del medio, mientras que los animales, gracias al sistema nervioso, se desplazan en el espacio que los rodea y ello les permite responder a sus necesidades.
Pero el sistema nervioso no es capaz de hacer estrategias complejas. Responde a lo más urgente, a lo innato: comer, beber, copular; a mantener la vida, a las pulsiones de autoconservación.
Este sistema nervioso será "informado" de lo que sucede mediante señales provenientes ya sea del medio interno o del medio ambiente externo. Interviene en el procesamiento de dichas señales con sus capacidades innatas y con las aprendidas. Todo ello a fin de mantener lo que Claude Bernard llamó "la constancia de las condiciones vitales en el medio interno", lo que Walter Cannon designó como "homeostasis" y lo que Sigmund Freud describió como "principio del placer".

Existen además considerar tres vías asociativas en el sistema nervioso central:
u Haz medio del cerebro anterior. Haz de la recompensa.
u Sistema paraventricular. Haz de la punición.
u Sistema de inhibición de la acción.

El haz de la recompensa establece con el mundo externo un contacto gratificante (que mantiene el equilibrio interno), se obtiene placer. Es la recompensa.
La estrategia empleada se memoriza y por ello se tiende a reiniciarla. Es el reforzamiento.
El sistema paraventricular, se denominó "haz de la punición", del dolor. Su activación lleva al comportamiento de huida y cuando no se puede huir, a la lucha. Ante el peligro, el animal primeramente huye y si no puede lograrlo, lucha. En el ser humano la cosa se complica porque aparece la valentía, como resultado de un aprendizaje cultural.
En el sistema de inhibición de la acción el individuo está bloqueado. No puede huir ni luchar ni ser valiente ni mucho menos sentirse gratificado. Padece un estado de espera en tensión.
¿Se podría pensar en niños que sufren de estrés crónico? La sensación de miedo surge en el niño a través del aprendizaje. La enseñanza proviene de sus padres o de otras personas para él significativas.
Se lo provee así de elementos mediante los cuales podrá cuidarse controlando posibles peligros. Las estructuras anatómicas comprometidas son: el sistema límbico y el córtex asociativo. A nivel fisiológico, el haz de la recompensa y el de la punición. Pero si estos mensajes son insistentes, a veces indiscriminados y son registrados por él, se producirá una activación sistémica nociva.
Dicha activación dependerá de la carga hereditaria, de la congénita, de las experiencias infantiles y de distintos factores desencadenantes.
Este aparato psíquico ha sido impactado por ciertas conflictivas durante su etapa de desarrollo. Del miedo puede deducirse cierta adecuación a la realidad. Ello es difícil de demostrar en el caso de la angustia. La angustia carece de objeto identificable. Aunque se la pueda referir a algo, no se explica el displacer que provoca.
"La situación peligrosa es la situación de desamparo reconocida, recordada y esperada". El temor inconsciente es a perder el amor primigenio. Ello origina angustia, que será renovada ante la aparición de situaciones vividas como peligrosas.
Estos conflictos han sido sobrellevados por el niño a expensas de la acción de mecanismos defensivos. A pesar de ello, no podrá dejar de ser ansioso y estar angustiado. Esto determina que la represión se instaure.
La formación de síntomas fóbicos tiene su origen en un trabajo psíquico que se ejerce con el fin de ligar esa angustia libre, en este caso por desplazamiento, al objeto fobígeno. Todo ello en un intento de atemperar el displacer, recobrar la homeostasis, mantener la constancia de las condiciones vitales en el medio interno.
Que el intento no sea totalmente exitoso, ya que la fobia tampoco genera placer, no implica que no sea medianamente un logro. La ligadura con el objeto generador de la fobia será menos inquietante que la derivación somática de la angustia libre, por ejemplo.
Sin embargo, la persistencia del síntoma fóbico generará un círculo vicioso. La ansiedad y la angustia serán renovadas. Este proceso, al desarrollarse inunda distintas áreas de la vida del sujeto, llevándolo a un empobrecimiento progresivo de sus posibilidades de desenvolvimiento.
Estos datos emocionales dejan señales indelebles para el resto de la vida. Ese niño, ya conocedor de la ansiedad (activación del septum hipocámpico, que funciona como un comparador de datos) y la angustia (activación de la amígdala, que funciona como centro de las emociones), será excesivamente temeroso e inseguro.
De lo que fue la activación sistémica, estrés agudo, pasará poco a poco a la espera en tensión. A mantener activado, aunque parezca paradójico, el sistema de inhibición de la acción. Llegando, incluso, a paralizar al sujeto sin permitirle una reacción adecuada ante una verdadera situación de peligro.
Diversas comprobaciones clínicas muestran que estos niños son más proclives a enfermedades físicas, a traumatismos con afectación ósea, a accidentes en general, a afecciones del sistema inmune. Cuerpos que hablan diciendo de la expresión del estrés crónico.
Así como no se puede producir una infección en un tubo de ensayo porque hace falta un organismo que reaccione, también hace falta un individuo orgánica y psíquicamente determinado para padecer fobias (carga genética, congénita, vivencias infantiles y factores desencadenantes). Ese individuo, decimos, sufre desde niño de estrés crónico.
Lo vivido por él ha quedado engramado en su sistema nervioso central, principalmente en el tronco cerebral, el sistema límbico y el córtex asociativo. Comprometiendo fisiológicamente el haz de la recompensa, el haz de la punición y el sistema de inhibición de la acción.
Como emergente de una estructura familiar, con vínculos establecidos de manera particular, irá pasando de vivenciar el miedo (estrés agudo) a ser cada vez más temeroso e inseguro. Sabrá de la ansiedad (activación del septum hipocámpico) y de la angustia (activación de la amígdala).
Con el correr del tiempo, la activación sistémica será nociva. Las marcas biológicas, fisiológicas y psicológicas se expondrán en su estrés crónico y en este caso el miedo ya será fobia. El compromiso es psiconeuroinmunoendocrinológico.



La sensación de miedo surge en el niño en el aprendizaje.
Ampliar Foto
Notas relacionadas
Ataque de pánico
La fobia es más fuerte
Diario La Capital todos los derechos reservados