Año CXXXIV
 Nº 49.221
Rosario,
lunes  27 de
agosto de 2001
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Una ejecución que no fue

Alertado por los extraños ruidos de su casa, el marido de Silvia Coscy decidió interrumpir su ducha para ver lo que pasaba. Fue en ese momento que uno de los ladrones lo tomó de los cabellos y lo sacó del baño apenas envuelto con una toalla y cuando aún tenía shampoo en la cabeza. Ese fue el instante más tenso del asalto. El delincuente que estaba armado colocó el arma en el pecho del esposo de Silvia y apretó el gatillo al menos dos veces, pero el artefacto no funcionó. La mujer rememoró: "A esa altura, les pedíamos encarecidamente que se llevaran cualquier cosa para que nos dejaran tranquilos".


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