Caño Limón, Colombia. - Tras caminar con sigilo toda la noche entre campos selváticos colmados por guerrilleros izquierdistas, Javier tomó posición frente al dinamitado oleoducto Caño Limón. Su corazón latía con frenesí. Después de rastrear el área, el soldado colombiano divisó a dos niños jugando a las afueras de una vieja finca. No había rebeldes. Eran las 10.30 hora local y el sol calentaba de forma inclemente.
Javier no escuchó la primera bala que casi impacta en su mano derecha, pero sí vio la segunda ráfaga que despedazó su antebrazo izquierdo. Una "lluvia" de municiones atormentaron sus oídos, apenas a unos centímetros sobre su cabeza. Su fusil de asalto detuvo una bala mortal dirigida a su pecho. Sangrando, se protegió en una zanja. Durante cinco años Javier defendió el oleoducto operado por la estatal Ecopetrol y usado por la estadounidense Occidental Petroleum Inc. (OXY), pero sus suerte se acabó a los 25 años. "Yo estaba sentado, había mucha sangre y podía ver el oleoducto. Vi a los niños. Ellos murieron", dijo Javier con voz débil.
Horas después, el ejército colombiano comunicó a los campos de Caño Limón que el oleoducto fue acordonado por militares para iniciar su reparación.
Los guerrilleros de las izquierdistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), quienes provocaron el atentado y emboscaron a los militares, murieron o huyeron. Las misiones de seguridad, como la ordenada a Javier, son cada vez más comunes en Caño Limón.
Récord de ataques
El oleoducto ha sido atacado 117 veces este año y, pese a ello, los soldados son forzados a caminar cerca de una redada guerrillera o un territorio de minado. Para el gobierno, que deja de percibir 2,3 millones de dólares por los atentados, la defensa del oleoducto se ha convertido en un asunto de seguridad nacional.
Y mientras las fuerzas armadas hacen sus mayores esfuerzos por detener el derrame de crudo, los grupos rebeldes de Colombia, azotada por 37 años de guerra, parecen empeñados en hacer del Caño Limón el más bombardeado del planeta. Asentar a la OXY en los campos de producción de crudo en esa zona a mediados de 1980 implicó un gran operación militar.
Los rebeldes del pro-cubano Ejército de Liberación Nacional (ELN) se opusieron ferozmente a la exploración en esta remota esquina del este colombiano con el argumento de que la firma estadounidense estaba robando los recursos naturales y desplazando a las comunidades indígenas.
La escalada de atentados ha golpeado duramente al gobierno colombiano, debido a que el petróleo es el principal generador de divisas para el país que tuvo en 2000 un renta petrolera cercana a los 2.000 millones de dólares.
Fortín militar
Por ello, el Estado convirtió esta estación de bombeo estadounidense en toda una fortaleza militar, donde cientos de tropas custodian su perímetro y aeronaves sobrevuelan constantemente los 780 kilómetros del oleoducto. Occidental ha hecho sus mayores esfuerzos por lograr que el proyecto Caño Limón sostenga a sus cientos de empleados. Los campos, a los cuales se llega en helicóptero, parecen pequeñas ciudadelas con canchas de tenis, árboles y edificios que se asemejan a moteles de carretera.
Aunque cada maleta que ingresa a la zona es inspeccionada por los militares y hay que emplear tarjetas magnéticas de acceso, es difícil sentirse seguro en este complejo, el cual fue atacado en una oportunidad. De hecho, los empleados tuvieron que firmar un acuerdo con la compañía según el cual ésta no se hace responsable por posibles secuestros.