| | Editorial No hay otro camino que la paz
| Desde que hace casi un año comenzó una nueva intifida de los palestinos contra las tropas del Estado de Israel que aún permanecen estacionadas en Cisjordania cientos de vidas humanas se han perdido en ambos bandos. A diario los medios de comunicación informan sobre la tragedia que viven esos dos pueblos del Medio Oriente que no logran alcanzar un acuerdo definitivo para poner fin a más de medio siglo de contiendas y sufrimientos. Lo que hoy parece imposible lograr, una paz estable para la región, estuvo a punto de alcanzarse antes del comienzo de esta nueva intifada cuando el ex premier Ehud Barak había formulado al líder palestino Yasser Arafat una propuesta para ampliar la ciudad de Jerusalén y zanjar así uno de los puntos más conflictivos del enfrentamiento. El status de Jerusalén, reclamada por israelíes y palestinos como su capital, y el regreso de varios millones de palestinos a las tierras que dejaron hace años y que hoy están situadas en medio de modernas ciudades israelíes siguen siendo el escollo más grave para alcanzar la paz. A esta situación, de por sí complicada, se le suma la irracional posición de los grupos radicalizados de uno y otro lado que sólo ven la salida del conflicto a través de la eliminación física de su enemigo. Jóvenes haciéndose estallar con bombas para matar a la mayor cantidad de civiles israelíes o helicópetros y tanques que castigan con armas de guerra a poblaciones civiles palestinas indefensas es un cuadro aterrador al que se debe poner fin con la presión de las Naciones Unidas. La colaboración internacional no es un aspecto menor en este conflicto. La mayoría de la población árabe de los territorios autónomos palestinos en Gaza y Cisjordania vive en la pobreza y con elevadísimo nivel de desocupación. La ayuda de los países centrales y de los propios árabes vecinos es crucial para que las nuevas generaciones puedan tener otra visión de la vida más allá de la miseria y la lucha a muerte contra su enemigo. Del lado de Israel, la única democracia estable de la región, no siempre emplea esa forma amplia de gobierno a la hora de tratar con sus vecinos. Israel debería lograr que los sectores más reacios a un entendimiento con los palestinos comprendan que nadie podrá vivir en esa región del planeta sin un acuerdo de paz. Los colonos son un ejemplo de esta situación y una dificultad para hallar una salida. Palestinos e israelíes deberían poder, con ayuda internacional, ceder algo en sus posiciones para terminar un proceso de paz iniciado hace tiempo y que hoy se encuentra en vía muerta. La paz es la única salida, no hay otra. Es la única posibilidad de que las nuevas generaciones no sigan inmolándose por un conflicto que, si no logra superarse, sólo promete traer más tragedia para ambos pueblos.
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