Ni cuando le cuentan algunas buenas noticias el presidente se aleja de su desvelo: "Estamos muy mal", repite a ministros y secretarios que le dan parte de sus funciones, en ocasiones satisfactorias. El retribuye con respuestas halagadoras. Y breves: siempre brota de sus labios la letanía del mal momento.
El ministro de Economía lo decepciona y es como una carga pero hasta después de las elecciones de octubre no tendrá otra alternativa. Por otro lado, no cree que exista un programa muy diferente al de Domingo Cavallo. Fernando de la Rúa y el padre de la convertibilidad juegan todo en estos días de mal humor. La caída persistente del PBI (el industrial se derrumbó otro 2,5% en el primer semestre), el incremento de pobres e indigentes que cuentan las cifras oficiales. Herencia recibida del menemismo y obra de la actual administración, una continuidad que para muchos explica por qué todo sigue peor. Con el ajuste conocido y el que llegará, cualquier idea de reanimación económica suena a utopía. Por eso trepa la conflictividad laboral, de la que emergen los piquetes como el rasgo más combativo o desesperante.
Según el Centro de Estudios Nueva Mayoría, durante julio tuvo lugar un fuerte incremento de los conflictos laborales: 41, frente a 26 de junio y a un promedio de 22 registrado en los últimos doce meses. La causa: el rechazo en el sector público al plan de ajuste derivado del programa del "déficit cero", que implica una rebaja del 13% en los salarios de los empleados públicos nacionales superiores a 500 pesos en agosto y que en los siguientes meses puede ser aún mayor. Además, están los cortes de ruta de las organizaciones de desocupados.
La buena voluntad de la CGT, la moderada y la combativa, ha sido un buen aliado del gobierno. ¿Persistirá? En el gremialismo tradicional el fantasma de un polo de atracción diferente para los trabajadores por ahora está siendo superado por las perspectivas de un triunfo electoral del peronismo, que abra el camino (o el intento) de un gobierno de unidad nacional donde la CGT oficial piensa que jugará un papel importante. Pero el árbol no debe tapar el bosque: en algunos de sus gremios como el de la construcción, donde la crisis golpea con rigor, su liderazgo debe abrir la mano de la irrupción por las calles. De la misma manera, la CGT de Hugo Moyano, que no se ve jugando un papel político como sus primos, está más cerca de acordar con la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y las organizaciones piqueteras otra etapa de movilizaciones que se cruzará con la campaña electoral, donde será difícil encontrar defensores del oficialismo. Pruebas al canto: en los principales distritos (Capital Federal, provincias de Buenos Aires y Santa Fe) el discurso de la Alianza será critico de la política económica y social, y Cavallo estará en la picota.
Para que la esquizofrenia se complete, el ministro se alió al menemismo, y sus amigos peronistas de ayer (Eduardo Duhalde, Carlos Ruckauf) lo desdeñan. La victoria de Rodolfo Terragno sobre la lista que alentaba el presidente exhibió la irritación de la base radical con de De la Rúa en el distrito que nunca lo encontró perdedor. Y sirvió para darle oxígeno al Frepaso para que acompañe al radicalismo crítico en la recreación de la Alianza.
Un señor llamado O'Neill
El gobierno cree tener acotados los conflictos. La etapa de piquetes con prolongación creciente no generó tragedias tanto por la prudencia de sus organizadores como por las indicaciones dadas a las fuerzas de seguridad. Las tres semanas de la confrontación exhiben una importante participación popular en ciudades del interior, que es probable que sigan en esa escalada en la medida que el ajuste aterrice en todas las provincias. Lo que está ocurriendo en la de Buenos Aires es ilustrativo: en las dramáticas negociaciones con el FMI, ese territorio, casi en estallido social, está en la agenda en primer término. Por eso, el gobernador Carlos Ruckauf ya no tiene espacio para juego propio y se sumó a la corriente del ajuste absoluto. Detrás vendrá el cordobés José Manuel De la Sota, que ahora piensa en revisar su política impositiva porque no ha sido exitosa como lo proclamó. Ninguna provincia debe cerrar en rojo.
El FMI no termina por decidir qué hará: si coadyuvar a alejar el fantasma del default o precipitarlo. El programa durísimo no está en discusión y no existe resistencia a aplicarlo. ¿Qué contiene?: monitoreo continuo del cero déficit, privatizaciones de bancos, podas duras sobre la Ansés, el Pami o planes sociales, modificación del régimen de coparticipación. Todo ha sido digerido. Lo que demora el final de las negociaciones es la duda en sectores del gobierno de los EEUU que tiene en el secretario del Tesoro, Paul O'Neill, su mayor expresión. No es la única: George W. Bush lo escucha tanto como a otro duro, su "economic advisor" Lawrence Lindsey, un nombre clave al que no pudo llegar todavía el jefe de la misión negociadora, Daniel Marx. Cavallo tuvo el jueves un duro diálogo telefónico con el secretario el Tesoro.
En síntesis, esos hombres clave e influyentes sectores académicos no están convencidos que una inyección de fondos para fortalecer al sector financiero disipe definitivamente dos puntos neurálgicos: que sea posible mantener la convertibilidad y que no sea necesario reestructurar la deuda externa. Dudan también de la fuerza política, no de su voluntad, del gobierno para hacer aprobar el presupuesto del 2002 con déficit cero. La ley de leyes debe ser presentada al Congreso en septiembre, pero recién se abordaría cuando juren los nuevos legisladores de las dos cámaras, cuya composición es hoy imprecisa. Un funcionario del Tesoro italiano explicó: "EEUU aún está tratando de comprender la sustentabilidad del plan. Si el programa es factible, entonces es posible suministrar a la Argentina algunos fondos adicionales (los acordados en el blindaje). De otra manera, los fondos extra son inútiles".
Críticas, no soluciones
El enojo de Cavallo contra los académicos que en número elocuente ponen en tela de juicio la convertibilidad, o si se podrá pagar la deuda, tiene un rasgo razonable: ninguno de ellos, ni O'Neill, ni el FMI dicen como se pueden llevar ordenadamente esas medidas sin que provoque una fuga de divisas junto a un agravamiento de la recesión. Que el gobierno norteamericano no es monolítico lo reflejan las contradictorias declaraciones de sus líderes. En abril, cuando se iniciaba la Cumbre de las Américas, el presidente norteamericano declaró que la Argentina (entonces con mil puntos de riesgo país) podría recibir ayuda bilateral, incluso a nivel de la obtenida por México cuando el Tequila. Horas más tarde, O'Neill le enmendó la plana: los recursos de los contribuyentes no serían utilizados para financiar a deudores que sistemáticamente incumplen sus compromisos, dijo. Luego, el Consejo de Seguridad Nacional de los EEUU sintetizó las posiciones internas: en caso de default de la Argentina, reforzar a Brasil para evitar el efecto Tango y también a Turquía para detener su propagación al resto de los países emergentes. Para Argentina, sólo canalizar apoyo a través de los compromisos asumidos por el FMI. Dicho de otro modo: no habría más sumas que las previstas en el blindaje. Pero lo que negocia Marx es un incremento de ellas. ¿Cuánto? No se sabe. Cuando se filtró un posible entendimiento por 15 mil millones de dólares bajó el riesgo país, así como volvió a trepar cuando el FMI puso paños fríos a semejante expectativa.
El gobierno logró apoyo político-diplomático del Grupo Río, así como -antes- de España, el Reino Unido, Francia. Es para tratar de que el FMI, aun sin el apoyo de los EEUU, dé vía libre a los requerimientos. Así ocurrió con Turquía por el respaldo de Europa. Pero la Argentina no es un país del Viejo Mundo. Están de todos modos los optimistas: "Hay que tener paciencia, la ayuda vendrá con los tiempos de ellos, no de nuestras angustias", explican sin nervios.
Una señora llamada Carrió
Las denuncias de Elisa Carrió vinieron para quedar instaladas. Hay que diferenciar lo que está escrito en el preinforme de algunas de las revelaciones de la legisladora del ARI. Los papeles que comprometerían a Carlos Menem, Alberto Kohan o Domingo Cavallo, sobre cuentas en el exterior con depósitos provenientes de ilegalidades, no están en el volumen presentado por Carrió, el conservador Gutiérrez y los frepasistas Ocaña y Vitar. Son documentos que han ido a la justicia. ¿Son reales? ¿Han operado a la diputada? Lo dirán los magistrados. "Por documentos menos precisos hemos ordenado investigaciones", comentan privadamente jueces y fiscales. La credibilidad que tiene la legisladora es tan fuerte que las impugnaciones, serias o aviesas, a algunas de sus afirmaciones o documentación se diluyen y ponen en un brete a quienes las formulan. Su confirmación como titular de la comisión legislativa tiene una lectura inequívoca: su gran popularidad. O el temor de que con manos libres diga mucho más de lo que la comisión esté dispuesta a difundir.
Hay políticos, empresarios o bancos enredados en supuestos delitos. Es muy difícil que los acusados por el affaire del oro puedan eludir la acción judicial. Sería por primera vez que el caso pueda ser abordado a fondo por la Justicia local: hasta ahora sólo una parte del escándalo está atendido en un lejano juzgado de Nueva Jersey: afectó a Casa Piana. Ahora es el mayor banco argentino al que Carrió acusa y busca llevar a su titular a los tribunales.
Como "la verdad no tiene partidos", muchas de las cosas que ha dicho la diputada irritan a la cúpula radical. Cercanos a Raúl Alfonsín están en el informe o en la verba inflamada. La legisladora lo llamó por teléfono, pero el ex presidente no respondió. Los diputados radicales del comité han recibido sugerencias para que no firmen el documento final. Ambos estuvieron muy duros con Carrió cuando la comisión la ratificó como su titular.
Para el imaginario popular son verdades. Pero de la clase política y sindical la legisladora no recibe respaldos. Pisó un hormiguero y callos sin piedad y se ganó enemigos sin retorno. Habrá que ver si consigue éxitos judiciales para que su cruzada no se agote. La historia de las comisiones investigadoras estuvo signada por impugnaciones: la que encabezó Lisandro de la Torre para el caso de las carnes (1936), la del rosarino Agustín Rodríguez Araya por el crimen de Marcos Satanowsky (1958) o la que investigó la estatización de la Italo por José Alfredo Martínez de Hoz (1984). Y nunca lograron que sus conclusiones fueran aprobadas por los legisladores. De la Torre tiene un monumento, Rodolfo Walsh demostró que el crimen del abogado fue para que el Ejército se quedara con el vespertino "La Razón" y que el caso Italo fue un escándalo está escrito en la historia.