Javier Felcaro
Bronca en las calles. Así están las cosas en las zonas norte y sur de Rosario, cabeceras del capítulo local de la protesta piquetera de 72 horas que se desarrolla desde ayer en todo el país. Pero habrá más: los desocupados del oeste sumarán hoy, desde las 15, sus demandas de trabajo en avenida Perón y Felipe Moré, frente al Centro Municipal de Distrito. Cerca de las 15.30, unos 600 manifestantes agrupados en la Corriente Clasista y Combativa (CCC), la Federación Tierra y Vivienda de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), otros sectores gremiales, partidos políticos de izquierda y organismos defensores de los derechos humanos comenzaron a marchar desde Oroño y Arijón (zona sur). Dos cuadras más adelante, en el cruce con Batlle y Ordóñez, los aguardaba un grueso cordón policial. A varios metros de distancia y apostados entre los más de 20 móviles de la fuerza estacionados en la zona, efectivos del Batallón Guardia de Infantería (pertrechados con escudos, bastones, máscaras antigas e itakas) seguían con atención los acontecimientos. En total, había unos 100 uniformados dispersos en el lugar. Los ánimos estaban caldeados de antemano, y motivos sobraban: los manifestantes venían de sepultar en el cementerio La Piedad los restos de Jorge Pato Urquiza, de 41 años, el fiel cocinero de ollas populares que murió el lunes como consecuencia de un problema cardíaco. Su figura, emblemática, fue recordada por Julio López, de la FTyV: "Lo conocimos peleando, y aquí estamos. Al Pato lo mató esta política. El estuvo cinco años sin empleo y consiguió, peleando con nosotros, un Plan Trabajar; pero fue mucha la angustia acumulada... El domingo no tenía plata para regalarle un juguete a su hijo". La columna se detuvo frente a la intimidante barrera policial y los piqueteros comenzaron a discutir los pasos a seguir, en medio de un clima de tensión que ni siquiera el incesante ritmo de cumbia que provenía de los altavoces de un hipermercado pudo quebrar. Mientras tanto, los manifestantes (hombres, mujeres, jóvenes y niños) mantenían bloqueado uno de los carrilles del bulevar. Después de varios minutos se resolvió trasladar parte de la protesta al cantero central de Oroño, donde se montó una carpa. Y, mientras los infaltables mates comenzaban a circular, se improvisaron mesas con tablones y se comenzaron a preparar varias ollas populares. "Se está cometiendo un genocidio silencioso y esta es la única respuesta que nos queda", arremetió López al replicar los dichos de los funcionarios nacionales que minimizaron los efectos de los piquetes. Consultado por La Capital sobre la presencia en Rosario del ministro de Desarrollo Social, Juan Pablo Cafiero, el dirigente afirmó: "Así como nosotros vamos a reclamar a las oficinas gubernamentales, a él le pedimos que venga a hablar a la nuestra, que es la calle". Sin embargo, la demanda no fue escuchada. "La metodología del piquete no debe obnubilarnos", sentenció Cafiero sin alterar su agenda. Al filo de las 18.30, la policía presionó para que se liberara media calzada del bulevar, lo que desencadenó un forcejeo que culminó con "una nena de un año y otros compañeros afectados por un gas irritante", según relató López, quien destacó que la calma volvió de inmediato gracias a la intervención de los organizadores de la protesta. Paralelamente, en Sorrento y Casiano Casas (zona norte), más de un centenar de manifestantes convocados por la Federación Tierra y Vivienda (en su mayoría mujeres y niños) concretaron en dos oportunidades el otro corte de calle programado, siempre bajo la celosa mirada de más de 30 policías y efectivos de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE). Mientras todos se preparaban para pasar la noche en la plaza, Juan Carlos Rodríguez (CTA), precisó: "Intentaremos hacer el corte a cada hora y cerraremos la protesta el jueves (mañana), a las 12, con un acto, al igual que en los otros piquetes".
| |