Moscú.- Al cumplirse el primer aniversario del hundimiento del submarino ruso Kursk, el comandante de la marina rusa, almirante Vladimir Kuroyedov, aseguró que se conocerá la verdad sobre el hundimiento, que causó 118 muertos. Paralelamente los familiares de las víctimas acusaron a las autoridades de Moscú por la falta de esclarecimiento a un año de la tragedia. "La prioridad número uno es ahora aclarar la verdadera causa de la tragedia" del sumergible -que se hundió en el mar de Barents el 12 de agosto del año pasado- porque sin ello "no podremos entender en qué estado se encuentra la flota rusa" y se corre el riesgo de padecer otros accidentes, expresó el militar.
El almirante habló en la ceremonia celebrada en el puerto ártico de Vidyayevo -base a la cual estaba adscrita el Kursk- frente a 250 familiares y amigos de las víctimas. Al cumplirse ayer 12 meses de la tragedia, persiste la duda sobre si el submarino se hundió por una explosión a bordo, un choque con otra nave similar o con una vieja mina.
La importancia de las operaciones
Para que salga a la luz la real causa del accidente, Kuroyedov destacó la importancia de las operaciones en curso con miras a reflotar en septiembre el sumergible de 15.000 toneladas, cinco pisos de altura, capacidad para 24 misiles y propulsado por dos reactores nucleares. Por eso, agregó, las autoridades "dejaron de lado el secreto" habitual, colaborando con especialistas de otros países.
El problema del "secreto", destacaron observadores, fue el origen del retraso con el cual el gobierno solicitó hace un año ayuda internacional, apremiado por la fuerte presión popular. Moscú admitió sólo el 14 de agosto el hundimiento del submarino, dos días después de que fuentes occidentales, mediante sus estaciones sismológicas, señalaran la detección de explosiones en el océano.
En un clima de pesar y luego de un minuto de silencio, las familias colocaron ofrendas florales en la placa conmemorativa en la base naval de donde zarpó el 10 de agosto de 2000 el Kursk. Entre las coronas de flores depositadas hubo a nombre del presidente ruso, Vladimir Putin, quien hace un año atrás se rehusó a interrumpir sus vacaciones en el Mar Negro al conocer el accidente.
Putin ratificó recientemente la voluntad de reconstruir la confianza entre las familias y el Estado y mantener a cualquier costo la promesa de rescatar el submarino, pese a las críticas de los riesgos en la operación y el costo respectivo. Pero la madre del teniente Dimitri Kolesnikov, presente en una ceremonia realizada en el cementerio de San Petersburgo, donde están sepultados los restos recuperados de su hijo, se quejó por no saber todavía cómo murió el joven, a un año del hecho.
¿Cómo murieron?
Un mensaje hallado de Dimitri a su mujer reveló que una parte de la tripulación había sobrevivido por un cierto tiempo en el fondo del mar. Dimitri advertía las pocas esperanzas de salvarse, pero pedía que no "perdieran las esperanzas". Según la madre, el hijo habría escrito la carta cuatro horas después del accidente.
La madre de otro oficial, cuyo cuerpo quedó en el fondo del mar, Serghei Tylik, de 24 años, quiere demandar a Kuroyedov por lo que define el asesinato de su hijo. La esposa, Nadezhda, apareció en las primeras planas de todo el mundo hace un año, durante una conferencia de prensa a una semana del hundimiento, cuando era sedada a la fuerza por custodios con una inyección, luego de haber insultado a los jefes de la marina llamándolos "bastardos".
Según la mujer -citada por el diario Moscow Times- la tripulación del Kursk advirtió problemas con uno de los torpedos y envió una transmisión por radio pidiendo que fuera lanzado para evitar una explosión, pero el comando de Kuroyedov no respondió. "Mató a mi hijo y debe ser juzgado", expresó la mujer.
Esta transmisión por radio del Kursk jamás fue confirmada oficialmente pero la hipótesis de un explosión en la sección torpedos está ganando terreno rápidamente. En la jornada de ayer en que se celebraron oficios religiosos en muchas iglesias de Rusia, los barcos de la marina rusa tuvieron la bandera a media asta en su mástiles, mientras equipos especiales aceleran las tareas para rescatar la mole de hierro en el mar de Barents.