Año CXXXIV
 Nº 49.207
Rosario,
lunes  13 de
agosto de 2001
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Editorial
El consenso democrático

Menos de la mitad de los latinoamericanos apoya la democracia como el mejor sistema político, lo que pone en evidencia una creciente debilidad, que se relaciona con un aumento de la desconfianza ciudadana en sus instituciones fundamentales.
El reciente sondeo de unas 20 mil opiniones que representan a una población de casi 500 millones de habitantes en 17 naciones democráticas de América latina arrojó preocupantes resultados para la salud del sistema. Mientras en 1996 el 62% de los encuestados prefería a la democracia, ahora la respalda sólo un 48%. Si se compara con sondeos similares hechos en la Unión Europea, Africa y Europa del Este, los resultados no son alentadores. Apoyan la democracia el 78% de los europeos occidentales, un 69% de los africanos y un 53% de los pobladores de la ex órbita soviética.
Estos datos revelan que Latinoamérica es la región con menor consenso democrático. El índice de democracia por país -que es un promedio del apoyo y la satisfacción con el sistema político- pone a Uruguay y Costa Rica a la vanguardia, con 67 y 61% de respaldo, respectivamente. Colombia y Paraguay, en cambio, se muestran como los más frustrados, con sólo un 22 y un 23%.
La principal debilidad de las democracias en la región es la corrosión de la confianza de los ciudadanos en las instituciones políticas. Sólo un 24% confía en el poder legislativo, un 19% en los partidos políticos y un 17% en los dirigentes. Las tres instituciones más confiables para los latinoamericanos son las iglesias de distintos credos, con un 72%; la televisión, con un 49%, y las fuerzas armadas, con un 38%.
Otra debilidad es la estrecha relación entre la credibilidad en la democracia y el estado de la economía, ya que la crisis de la segunda arrastra a la primera y da aire a las tentaciones autoritarias. De hecho, aunque es una falsa opción, puestos a escoger entre desarrollo económico y democracia, el 51% se inclina por lo primero y sólo el 25% por la segunda.
El rol de los militares en los sistemas políticos es otro factor de fragilidad democrática. No sólo por la alta confianza que reciben, sino por el errático lugar que se les asigna y que los aleja de la subordinación al poder civil. Un 54% opina que las fuerzas armadas están involucradas en política y un 50% dice no importarle si llegaran al poder. Es una concepción equivocada de su rol en la democracia y no necesariamente una demanda de la corporación militar.
Esta falta de consenso ensombrece el futuro democrático, pero constituye a la vez un alerta para tomar a tiempo el cáncer. Las soluciones hay que buscarlas en una combinación de más democracia con desarrollo económico-social. No es casual que las dos naciones latinoamericanas que más valoran la democracia -Uruguay y Costa Rica- son las que tienen los mejores índices de educación y distribución de ingreso de la región.


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