Además de los hidratos de carbono, otros factores que se imponen en la vida cotidiana amenazan la salud bucal, como el estrés y el tabaco. El estrés produce una baja de las defensas, además del aumento de la tensión psíquica y el apretamiento mandibular, lo que provoca una presión excesiva sobre las piezas. Esto produce, a su vez, desgaste y sensibilización, porque la vascularización se interrumpe o se dificulta. Todo ello facilita que las piezas se movilicen. Y, a la larga, ese exceso de presión puede causar también alteraciones en la articulación temporo-mandibular. El tabaco es un factor irritante. Primero, por los elementos que lleva en su composición; segundo, por el calor, que produce alteraciones en las mucosas y en la piel de la boca, y esto repercute sobre los dientes; tercero, porque la acción de la nicotina, que actúa como vasoconstrictor, perjudica la irrigación de los tejidos. La boca es la expresión de la risa, el llanto, el escepticismo, la ironía. Además, es la cavidad del organismo que más funciones vitales tiene: comer, respirar, hablar. La naturaleza le ha dotado del órgano más duro, que es el diente, y de la irrigación e inervación más compleja del organismo. Y su articulación, que maneja la masticación, es la única que tiene tres movimientos: apertura-cierre, adelante-atrás y lateralidad. Quizá por todo esto tenemos miedo atávico a los dolores de muelas, y por eso también la desdentación se identifica con la decadencia.
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