Novak fue uno de los pocos miembros de las autoridades del Episcopado Argentino que durante la dictadura militar propuso, aunque sin éxito, que los obispos asumieran "más abiertamente la causa de los derechos humanos con respecto a los casos de los ciudadanos desaparecidos" y hasta lamentó que haya faltado una declaración "más directa que señalara a los culpables". Para el obispo, los derechos humanos eran "Palabra de Dios", por eso los defendió a rajatabla e instaba a hacerlo porque, según decía, la lista de derechos conculcados "tanto ayer como hoy es inmensa y nos desafía como sociedad y como Iglesia". "En la Argentina, la Iglesia y nosotros, sus miembros, tenemos muchas razonas para confesar nuestros pecados y pedir perdón a Dios y a la sociedad: por nuestra insensibilidad, por nuestra cobardía, por nuestras omisiones, por nuestras complicidades con la represión ilegal", dijo el 29 de abril de 1995 a modo de síntesis de su pensamiento. Por su lucha por la verdad, Eduardo de la Serna, sacerdote de la diócesis de Quilmes, dijo ayer que monseñor Jorge Novak fue "un padre que, como Dios, el padre de los pobres, el defensor de las víctimas de la historia, no estaba dispuesto a dejar pasar ninguna oportunidad para manifestar que Dios se sigue interesando de la suerte de sus hijos".
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