Entre otros líderes que podrían suceder a Fidel está Carlos Lage Dávila, de 49 años, el arquitecto de una serie de modestas reformas económicas implantadas en la isla en los 90, y hombre con una vasta experiencia en dirigir la economía y gobierno centralizados de la isla. Es además el secretario ejecutivo del consejo de ministros, o gabinete, teniendo amplio control sobre las operaciones diarias del gobierno. Otro nombre que surge es el del veterano diplomático Ricardo Alarcón de Quesada, de 64 años, presidente del Parlamento cubano desde marzo de 1993 y por largo tiempo el brazo de Castro para llevar los asuntos con EEUU. Fue canciller y dos veces embajador de Cuba antes la ONU. Y luego está el ministro del Exterior, Felipe Pérez Roque, de 36 años, un ex secretario de Castro que fue quien tomó los micrófonos y calmó a la población el día del desfallecimiento del dirigente. Es el más influyente de los jóvenes funcionarios, en un momento en que el gobierno trabaja por reafirmar los ideales socialistas en las nuevas generaciones. "No sólo está Raúl, hay una pléyade de jóvenes nuevos", dijo Fidel Castro a la prensa, referiéndose posiblemente a dirigentes como Hassan Pérez, líder de la Federación Estudiantil Universitaria, y Otto Rivero, de la Unión de Jóvenes Comunistas.
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