"Si en la Argentina hubiera una reactivación de cinco puntos, nadie estaría preocupándose por lo que dibuja Nik o por lo que se emite en el programa de Tinelli". Contundente y rozando el malhumor, esa fue la primera sentencia que emitió la escritora Beatriz Sarlo ante la consulta de La Capital sobre el gran debate nacional. Sarlo apuntó que lo que ahora irrita al gobierno es producto de lo que su grupo de publicistas pergenió cuando armaron la campaña presidencial de Fernando de la Rúa: "Los que se muestran escandalizados con lo que sucede en algunos programas de televisión son los mismos que hicieron un eje fuertísimo en la comunicación, como los constructores de imagen del presidente". La chicana está dirigida al denominado Grupo Sushi, que tiene como cabezas visibles al hijo mayor del presidente, Antonio de la Rúa, y al secretario de Comunicación, Darío Lopérfido. "Son los primeros que trabajaron a De la Rúa como un personaje de la televisión. Por supuesto que se deben poner histéricos cuando los medios le devuelven una imagen negativa de su producto", completó, e hizo referencia a los spot publicitarios de la campaña donde se lo mostraba pomposamente al jefe del Estado como el garante de la seguridad y de la transparencia institucional. Es más, la socióloga construyó un concepto inverso al de Juan Pablo Baylac, quien acuñó la frase "tinellización de la política". Para Sarlo, fueron sus asesores de imagen los que primero quisieron tinellizar a De la Rúa cuando lo llevaron a su programa e hizo "un verdadero papelón". Y remató: "Cuando se les entrega la política a los comunicólogos, lo que se tiene después son reacciones de comunicólogos". Para Luis Baggiolini, docente de la Escuela de Comunicación de la UNR, el enojo del gobierno por la sátira del "Gran cuñado" no hace otra cosa que atizar la llama de la polémica: "Oponer a esa crítica, como intenta hacer el gobierno, el valor de las instituciones y las formas republicanas, es una buena manera de avivar el fuego, es entregar materia prima a un mecanismo que se nutre del ritual de la parodia, que, por otra parte, forma parte de la tradición radical más conservadora".
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