La sátira política siempre ocupó un lugar relevante en la cultura democrática argentina y funcionó como válvula de escape para que la sociedad pudiera hacer catarsis sobre sus males. Tiene una tradición que se remonta a la lucha por la Independencia, donde incluso el general José de San Martín cayó víctima de la pluma caricaturesca.
Ante la embestida oficial, Nik (dibujante del diario La Nación) y Esteban & Pirín (humoristas gráficos de La Capital) desgranaron algunos conceptos sobre la polémica de la "tinellización política" que instaló un grupo cercano al presidente y que encontró en el subsecretario de Comunicación, Juan Pablo Baylac, la punta de lanza de la nueva obsesión delarruista.
"Al gobierno le falta sentido común y sentido del humor", dice Nik para graficar, suavemente, la torpeza de instalar un tema que se le volvió como un bumerán. "La caricatura agranda las cosas para ver mejor la realidad: ese es su verdadero sentido. A lo mejor lo que le molesta es eso, que en épocas de vacas flacas o ante la proximidad de una elección se advierta la realidad con mayor claridad", completa el humorista gráfico que más dolor de cabeza le causó al gobierno con sus ásperas ironías para sintetizar en un dibujo un concepto político. Nik fue quien patentizó aquella frase que luego se hizo carne en los detractores de De la Rúa: "Ese lentísimo señor prescindente Fernando de la Duda". El humorista de La Nación aún recuerda las presiones que le hicieron llegar desde el gobierno y las amenazas de iniciarle acciones legales a causa de su desatino.
Es más, Nik admitió a La Capital los fuertes rumores de que personas allegadas a De la Rúa habrían contratado a una abogada (la misma que asesoró legalmente a Huberto Roviralta, el ex esposo de Susana Giménez). También dijo que es habitual que dentro de su lugar de trabajo le comenten que los hijos del presidente se comunicarán con él para expresarle su enojo por sus chistes hacia su padre. "Hay versiones de todo tipo. También muchas presiones", reconoce.
Nik interpreta que el malestar gubernamental está basado en lo que los propios asesores de De la Rúa quisieron hacer de su figura para llegar al poder. "Durante toda la campaña del 99 tenían un muy buen sentido del humor; ahora perece que lo perdieron. La gente canaliza su bronca, y es indudable que los chistes molestan por el grado de debilidad del presidente. El humor no crea cosas nuevas, se basa en la cotidianeidad política", afirma.
Una mirada rosarina
Para Esteban & Pirín los chistes sobre el presidente surgen de la mutua utilización que juega el gobierno con los medios de comunicación. Los humoristas gráficos de La Capital afirman que los responsables de la ridiculización de De la Rúa no son Tinelli ni el Oso Arturo: "Son las idas y vueltas del gobierno, de sus ministros y de los profesionales del marketing, que someten al presidente a publicidades de ciencia ficción".
"Esto hace -afirman- que en vez de generar adhesión, popularidad y respeto por la figura presidencial causen una irremediable carcajada del espectador.
Y rematan: "Tiene razón Baylac, es muy peligrosa la tinellización de la política, sobre todo porque, a veces, no se distingue cuál es el programa de Marcelo".