Año CXXXIV
 Nº 49.157
Rosario,
domingo  24 de
junio de 2001
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Crisis social. Un concejal que mudó su banca al asfalto
Luis D'Elía, el piquetero más famoso
El edil de La Matanza es la fiel expresión de un nuevo fenómeno sociopolítico

Walter Palena

Luis D'Elía es el piquetero más famoso del país. Lidera todos los conflictos sociales que se suceden en el conurbano bonaerense, pero constituyó su feudo en La Matanza, donde también ocupa un escaño en el Concejo Deliberante. Su vida política está tallada de singularidades: se indentifica como un peronista nato, votó por Fernando de la Rúa y se arrepintió a los cinco días, se encolumnó detrás de Carlos Chacho Alvarez, integra la mesa directiva de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y tiene como aliados estratégicos a las huestes del Perro Santillán. Ahora se sumó al partido que fundó Alicia Castro (Frente para el Cambio) y ve en el cura Luis Farinello al artífice de la nueva alternativa política de Argentina.
Este hombre, de contextura fornida y de hablar pausado, fue uno de los principales actores que logró arrancarle a Patricia Bullrich 7.500 planes Trabajar cuando el piquete en la ruta 3 de La Matanza, que se extendió por dos semanas, ya se había tornado incontrolable tanto para el gobierno como para los dirigentes sociales que lo fogonearon. Una frase suya operó como detonador para solucionar el conflicto: fue cuando dijo que si la Gendarmería reprimía, seguramente iba a haber muerto de ambos lados.
"Siempre es preferible prevenir que curar", dice D'Elía a La Capital cuando se le pregunta si en esa sentencia había algo de sobreactuación. "Me alegro de haberlo advertido, porque sirvió para que todo el mundo tomara conciencia de que estábamos en peligro", se ufana el concejal-piquetero.
Ahora la situación social en La Matanza está en una calma chicha. Pero la ebullición se mudó a la ciudad de General Mosconi, en la provincia de Salta. Allí, hace exactamente una semana, estalló la guerra entre la Gendarmería y los piqueteros, con un saldo de dos muertos.
D'Elía hace un balance de ese conflicto y se ríe cuando La Capital le sugiere que Pepino Fernández lo estaba desplazando en el podio de los piqueteros más famosos de la Argentina. "Las organizaciones de desocupados estamos en permanente contacto. Conozco perfectamente bien a Pepino: es un luchador tenaz. Es más, conozco también a sus familiares porque viven en La Matanza", dice, y hace una pausa como si hubiese ventilado una información que se le puede volver en contra.
Pero enseguida retoma el diálogo y aclara: "Sus familiares viven acá (en La Matanza), pero Pepino, como los demás piqueteros, son gente genuina de Mosconi. Si el gobierno nacional y el de Salta dicen que hay activistas del conurbano bonaerense, que los muestren".
Hay un hecho que une a D'Elía y a Pepino más allá de sus luchas sociales. Ambos fueron denunciados de utilizar en beneficio propio los planes de empleos temporarios que distribuye el gobierno. " Esa trampa me la armó la Bullrich y no tiene ningún asidero. Y los que me denunciaron aparecieron en la causa 60 días después para hacer un grotesco inolvidable: salieron a decir que les ofrecieron 380 pesos para declarar en mi contra porque necesitaban el dinero para vivir. Pero lo más cómico de todo fue que nunca les dieron esa guita", contraataca sin disimular cierto tono jocoso.
Para el concejal matancero, lo que sucedió en Salta es un claro mensaje que mandó la Gendarmería, que actúa funcionalmente con los popes del mercado y del gobierno, que -dice D'Elía- vendrían a ser casi lo mismo: "Nos van a perseguir con la figura de la sedición. Ellos manejan los medios y dicen que hay guerrilleros. Lo que hay es hambre y desesperación, producto de un modelo que nos tiene excluidos".
D'Elía salta de la crisis salteña a la política argentina. El concejal-piquetero se esfuerza por aclarar qué piensa de Carlos Ruckauf, sobre todo después de que el gobierno aliancista sospechó que detrás de los piquetes de La Matanza estaba la mano astuta del gobernador bonaerense. "Para mí, Ruckauf es un Aldo Rico ilustrado. Promete mano dura y está claramente ubicado a la derecha de nuestro pensamiento".
D'Elía aún mantiene fresco el recuerdo del momento en que Chacho Alvarez lo fue a buscar a su casa para sumarlo al Frente Grande. Eso ocurrió en 1995. "Hicimos el acto más importante que se recuerde en el conurbano, con más de 3.000 personas. Pero después de olvidó de mí, como hizo con todos los que lo ayudaron. El es el dueño de un eclecticismo espantoso, un hombre sin convicciones", le enrostra sin piedad.
"A De la Rúa le han pegado tanto que ya no sé si vale la pena detenerse en su figura", dice. Pero su afirmación no encierra un concepto piadoso; al contrario, está dirigido hacia lo que él interpreta como una claudicación forzada. "El poder ya no está más en la Casa Rosada, sino en la vereda de atrás: en Puerto Madero", dice, en alusión al megacomplejo que se transformó en el ícono menemista.



D'Elía no tuvo reparos en embestir contra Bullrich.
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