Año CXXXIV
 Nº 49.157
Rosario,
domingo  24 de
junio de 2001
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La historia y los proyectos de la biblioteca más antigua de la ciudad
Un sueño de las mujeres de Rosario
Fue fundada en 1872. Desde entonces la biblioteca de la Asociación de Mujeres cumple una tarea indispensable

Delia Crochet

Las puertas de la Biblioteca Nº 440 están abiertas de par en par en la calle 3 de Febrero 726. Apenas traspuesto el umbral, en un sitio poco visible una placa de bronce informa: "Esta biblioteca fue fundada en 1872 bajo la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento".
En la "Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe" (1972), se dice que la Biblioteca de la Asociación de Mujeres de Rosario ostenta con orgullo el título de Decana de las Bibliotecas Populares de esta ciudad. Sin embargo, esta asociación femenina data de 1925. Entonces ¿cómo se explica esa placa de bronce, puesta allí como un recordatorio, como un emblema de permanencia?
("El día que conozca todos los emblemas _pregunta el Kan a Marco Polo en «Las ciudades invisibles» de Italo Calvino_ ¿conseguiré al fin poseer mi imperio?").











Las viejas postales
Pero la ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano. Y esta historia comienza en un tiempo en que el empedrado estaba limitado a unas pocas cuadras en las que resonaban los cascos de los caballos del primer tranvía y quedaba en el aire el tintineo de los cascabeles, a lo largo del trayecto entre el muelle de pasajeros y la Plaza López.
("Si quieres saber cuánta oscuridad tienes alrededor debes aguzar la mirada en las débiles luces lejanas" _dice Marco al Kan en el relato).
Debería seguirse esa recomendación e intentar capturar, en un ejercicio de la imaginación, algún instante perdido y revelador, acaso el de una noche tibia de octubre bajo el perfume sutil de los paraísos de la Plaza de Mayo, confundirse entre los vecinos que asistían a las retretas en medio de la profusión de banderolas y de los fuegos artificiales de alguna fiesta, tal como describe Juan Alvarez en su "Historia de Rosario". O asistir a la discusión de los ediles acerca de si habría de permitirse a los serenos continuar voceando la hora en la noche, o la apariencia del cielo, despertando a los vecinos y bajo la sospecha a veces de que sus "canturrias" sólo servían para aviso de ladrones. Llegaban inmigrantes y las tierras subían de precio. Los sastres, al coser pantalones, preparaban un bolsillo especial para el revólver de quienes dirimían en los atrios la política y la hombría, mientras algunas mentes refinadas soñaban con algo diferente.

Los hombres de la biblioteca
El primer antecedente de biblioteca pública en Rosario se remonta a 1864, año en que el gobernador Nicasio Oroño crea por decreto una biblioteca cuya dirección es entregada al Liceo y Escuela de Artes y Oficios, pero no está registrada su actuación. En 1869 al crearse la Asociación de Amigos del País que dirigía Pedro Rueda, se establecía en los estatutos que "se organizaría y reglamentaría el funcionamiento de una Biblioteca Pública". Más tarde tuvo el mismo propósito la Sociedad Estímulo Literario creada en 1970 por un grupo de estudiosos. Se hablaba de "la fundación de una Biblioteca". Fueron antecedentes precursores. Indicios de una voluntad. Por fin, el 20 de Abril de 1871 es fundada la primera Biblioteca Popular, como resultado de una ley del 20 de septiembre de 1870 propiciada por Sarmiento.
El 13 de mayo de 1872 queda constituída la primera comisión, presidida por Cecilio Echevarría, capitán del Puerto. Abre sus puertas el 9 de julio de ese año, con el apoyo de los vecinos que había invitado una comisión designada por el gobierno provincial. Cuenta con subsidios del municipio y de la Comisión Nacional de Bibliotecas. El canónigo Piñero, cura párroco de Rosario, dona la totalidad de sus libros.
¿Quién era el religioso que se desprendía de sus más queridos tesoros? La Enciclopedia de Diego Abad de Santillán informa sobre un sacerdote nacido en Córdoba en 1820, de nombre Martín Avelino Piñero, que había ingresado a la Compañía de Jesús, quedándose en la Argentina como sacerdote secular al ser expulsada la orden. Un hombre con diversas responsabilidades, protonotario apostólico, examinador sinodal, que fuera en un tiempo canónigo de la Catedral de Buenos Aires, rector de colegios, autor de "Principios de Educación" y prestigioso orador. Uno de los sacerdotes más ilustrados y elocuentes de su época, habiendo ocupado también una banca en el senado nacional.
La Biblioteca abre con 2513 volúmenes en la calle Comercio (hoy Laprida) y San Juan. En 1910, en una asamblea extraordinaria se acepta la iniciativa del "Centro Patriótico Mariano Moreno" de fusionar las dos instalaciones, llamándose a partir de ese momento, Biblioteca Popular Mariano Moreno.
Finalmente, el 5 de Noviembre de 1925, la Biblioteca se fusiona otra vez con la institución Consejo Nacional de Mujeres, filial Rosario. Pero esta es otra historia.
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Una fundación imaginaria
En estos días de abrogación de la fe pública, podría recobrarse el asombro repasando las jornadas de los días de Octubre de 1925.
("Sí, el imperio está enfermo y, lo que es peor, trata de acostumbrarse a sus llagas", le dice Marco a Kublai Kan).
El 4 de octubre La Capital edita un número especial para celebrar el presunto segundo centenario de Rosario, saturado de imágenes de la visita del presidente Alvear que "sofocado, resistíase a colocar tanta piedra", (reseña Juan Alvarez dada la infinidad de inauguraciones). Un poema en 8 cantos, "Madre Ciudad", de Alejandro Murguiondo, ocupa una página entera de la edición especial y del archivo de la familia de Don Pablo Vidal se reproducen firmas autógrafas de los gobernadores. Hay también un texto de Mateo Booz: "Chambergos y Melenas", y las fotografías de los primeros ingenieros civiles de la Facultad de Ciencias Matemáticas. El Ferrocarril Central Argentino ofrece combinaciones a Bolivia y se difunde la decisión del gobierno de la provincia de conmutar penas a diversos asilados de la cárcel penitenciaria de la ciudad con motivo de la celebración. Una nota informa que el día 8 de octubre tendría lugar el acto de fundación de una filial del Consejo Nacional de Mujeres, en el salón de lectura de la Biblioteca Argentina, acto que la comisión del Segundo Centenario había oficializado.
Desde hacía dos meses, La Capital venía informando sobre la iniciativa de un grupo de mujeres encabezado por Alcira Olivé. Se sabía que la presidenta del Consejo Nacional de Mujeres, doña Carolina Sena de Argerich, le había confiado dicha misión, en la credencial que se transcribe, firmada en Buenos Aires el 6 de Julio de 1925: \"De acuerdo con nuestra conversación de fundar en Rosario una filial de la Biblioteca del Consejo Nacional de Mujeres que me honro en presidir, me complazco en conferirle la debida autorización para formar la mencionada filial, siempre que esta iniciativa inspire la adhesión de las personalidades que se destaquen por su respetabilidad y cultura dentro de aquella progresista y distinguida sociedad rosarina. Confiando en que el éxito ha de acompañar a tan gentil embajadora, me es muy grato reiterarle las seguridades de la mayor consideración y simpatía". Firmado: Carolina Sena de Argerich, Presidenta. Mercedes Moreno, Secretaria.
"Las mujeres de Rosario sabremos honrar tan preciosa herencia", expresó Alcira Olivé de Mollerach, a las autoridades de la Casa Madre.

El sueño realizado
La vieja Biblioteca Mariano Moreno era un centro casi exclusivamente masculino. Al fusionarse en 1925 con esta organización femenina, sin perder su prerrogativa, los antiguos socios comienzan a compartir con las mujeres la sala de lectura, si bien en diferentes horarios. Aporta la valiosa hemeroteca que hoy puede ser consultada por los estudiosos en la sede de la calle 3 de Febrero y Buenos Aires, finca que fuera adquirida en 1925 con la firma de la primera presidenta de la filial, Hortensia Echesortu de Rouillón. En el libro de actas de ese tiempo han quedado grabadas las iniciativas para lograr financiar tamaña empresa, por ejemplo con una emisión de títulos para socias perpetuas. Era imperioso adquirir un local que permitiera además recibir los libros y muebles u útiles de la Biblioteca Mariano Moreno. Otro aspecto destacable de aquellos tiempos fue el carácter laico de la institución, que era el mismo de la Casa Madre y de otras organizaciones internacionales a las que la misma estaba ligada. También ha quedado fijada en las actas, la inquietud y ambición de aquellas mujeres por alcanzar títulos con la firma de la Nación, para alentar a las jóvenes que se integraban a los cursos.
1948 es el año de su autonomía y constitución como Biblioteca y Escuela de la Asociación de Mujeres de Rosario. En sus salones se hizo teatro, a través de grupos como Fray Mocho, el Centro Dramático del Litoral y Teatrika. Con el tiempo, la Asociación, que había comenzado ofreciendo cursos de idioma, secretariados y arte decorativo, organizó una escuela comercial, adscripta a la enseñanza oficial.

En el salón
Ingresar en la Biblioteca es hacerlo en sus perfumes dormidos de tintas y de setas, más allá del área donde se desplazan bibliotecarias llevando y trayendo libros, llenando papeletas verdes con las señas de los lectores, requeridas por la presencia bulliciosa de los alumnos de la escuela que no les dan respiro. Ellos se multiplican en sus idas y venidas con la familiaridad de los dueños de casa y disponen de una sala propia para liberar su inquietud de cervatos. Pero en la sala principal, que es también salón de actos, con su escenario y sus cortinados morados, y un piano de cola cuyos marfiles se amarillentan, cubierto por una funda color maíz, se repliegan las euforias y la atmósfera sólo es alterada por los crujidos de las mesas de madera y por el íntimo correr de las páginas con sus letras "puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas", como describió Borges. Algunas personas se inclinan sobre antiguos diarios encuadernados. Alguien ha pedido material sobre la Plaza López. Las colecciones de La Capital y La Nación, enseñoreadas de buena parte de los anaqueles, exhiben sus lomos desteñidos, atados en algunos casos.
Enciclopedias, historias, literatura, están allí para el búsqueda precisa o el hallazgo inesperado. En la madera hay marcas de una escritura adolescente: Pablo y Elena, Matías y Lucía, promesas del viaje a Bariloche, apenas visibles bajo la luz natural que se filtra desde un rectángulo de vidrios repartidos en el techo, y la luz fría de los fluorescentes suavizada por la vejez cálida de la cubierta de buena parte de los libros, con sus delicados malvas, castaños terrosos y azules amoratados.
("Ocurre con las ciudades como con los sueños: todo lo imaginable puede ser soñado pero hasta el sueño más inesperado es un acertijo que esconde un deseo", dice Marco Polo a Kublai Kan).
Esta Biblioteca es depositaria y heredera de invalorables colecciones del siglo XIX, como la hemeroteca que reúne el diario La Confederación, El ferrocarril, El Municipio, la Revista del Paraná, la revista Don Quijote. No se sostiene con subsidios oficiales sino con el aporte de los socios. Y el sostén de los lectores.



La biblioteca alberga hoy unos 35 mil volúmenes.
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