| | Panorama Los transgénicos y la falta de políticas integrales
| Susana Merlo
Lo ocurrido recientemente en Bariloche respecto de los productos transgénicos sirve como ejemplo para muchas otras realidades del país, y del campo en particular. Veamos por qué. El hecho fue que los representantes de esa ciudad determinaron, hace algún tiempo, que todos los alimentos que contuvieran elementos transgénicos en su composición debían ser etiquetados. La decisión alcanzaba a restaurantes, casas de comida y venta de productos, incluso artesanales. Tras algunas semanas, el intendente de la localidad vetó la medida. Hasta ahí la noticia. El hecho merece, sin embargo, un análisis más amplio pues, en realidad, lo sucedido deja en descubierto una vez más la profunda desinformación sobre los temas que tiene la ciudadanía en general y que determina que luego se vean afectados económicamente amplios sectores de la economía. Lo que hizo el intendente de Bariloche no fue ni más ni menos que poner las cosas en orden, a pesar de las voces de protesta de algunos grupos ecologistas, entre los que se cuentan bienintencionados y los no tanto, que especulan con el desconocimiento del público con el fin de lograr objetivos particulares no demasiado claros. en el caso de los transgénicos en particular, es necesario insistir hasta que se entienda, que hasta ahora no existen datos científicos ni técnicos que indiquen que pueden ser nocivos en algún grado para la salud humana. Por el contrario, los últimos datos disponibles indican que no tienen ninguna diferencia con los tradicionales. Internacionalmente, la postura argentina (además de Estados Unidos y un conjunto importante de otros países) ha sido contraria al etiquetado debido a que, al no haber justificación científica ni técnica, constituiría una especie de paraarancelaria para limitar las exportaciones de productos argentinos en mercados como el europeo (principal propulsor de la medida) y Japón, entre toros. es obvio que, aún no existiendo esto, los productos tendrían un encarecimiento que les restaría competitividad (más las que ya le está la propia política económica local). Además, si se debe etiquetar, entonces debe hacerse sobre los "no transgénicos" que, supuestamente, son los que tendrán el mercado diferencial de mayor poder adquisitivo. Pero, por sobre todo, el más mínimo sentido común indica que una medida de esta naturaleza no puede ser adoptada por un municipio. Debe inexorablemente ser una decisión nacional de alcance en todo el territorio de la República. Lo contrario llevaría a una forma de anarquía comercial interna. Ahora bien, si se extrapola este caso a casi la totalidad de las situaciones que se viven en el país, o en el campo, se ve que existe una gran similaridad. En todos los casos se demuestra falta de conocimiento, poca coherencia, ausencia de objetivos estratégicos y, fundamentalmente, un perjuicio a la producción que es la que paga los sobrecostos y "los costos" de los errores de improvisados, irresponsables o desinformados. Por ejemplo, Santa Fe acaba de bajar la tarifa de los peajes para el transporte de cargas, medida absolutamente positiva en términos de costos productivos. Sin embargo, una cantidad de rutas vieron aumentar estos costos en los últimos días (por sobre los ya altos niveles alcanzados, muy distantes del $1 cada 100 kilómetros que fuera anunciado al comenzar este sistema). De tal forma, la medida santafesina sólo tendrá un efecto relativo, neutralizado totalmente por la suba en otras amplias regiones del país. Igualmente se podrían mencionar los "errores" y omisiones cometidos en las reformas (parciales) de la legislación impositiva que, además, en general apuntan sólo a tapar déficits en la recaudación, sin tener en cuenta el retroceso continuo en materia de competitividad que se sigue produciendo. A los planes sectoriales lanzados por el gobierno, aunque bien intencionados, les sucede lo mismo: no alcanzan. Apenas son aspirinas para un enfermo grave y marcan diferencias injustificadas entre rubros, ya que a esta altura es indiscutible que lo que hace falta son planes generales, de fondo, para todos por igual. De ahí que, retomando el ejemplo Bariloche, quede en claro, una vez más, que las decisiones unilaterales, parciales, con falta de visión estratégica integral, y, especialmente, sin una "definición país", aún las bien intencionadas, no sirven ni para el país ni para los sectores supuestamente beneficiados.
| |
|
|
|
|
|
Diario La Capital todos los derechos reservados
|
|
|