Rafael (33 años) llegó a Rosario directamente desde Lima, la capital de Perú, hace un poco más de dos años. Su situación legal es la misma que ostenta la mayoría de los inmigrantes transfronterizos de los últimos años: entró al país con una simple visa de turista. "Voy actualizando la documentación como puedo, pero hasta ahora no he tenido problemas con Migraciones", confiesa. Desde que llegó vende cosas en la peatonal, algo que supo hacer también en su patria. "En Lima siempre trabajé en lo que iba encontrando: fui obrero, empleado, vendedor ambulante, pero un día me cansé", cuenta. ¿De qué? De "la situación caótica del país, y ya se sabe... cuando un país está tan mal, todos salimos a emigrar, buscamos otra cosa, algo que nos permita progresar y superarnos". Cuando bajó del ómnibus que lo trajo a Rosario ("para el avión no daba"), ya contaba con una red familiar para ayudarlo a dar los primeros pasos en la ciudad. "Como mi hermano estaba aquí, y también tenía una prima, no sufrí tanto al llegar al y supe cómo desenvolverme", dice. Rafael es un soltero empedernido. Lo era en Perú y lo es en Rosario, donde tiene una novia argentina "temporaria": no quiere que nada lo ate porque su estadía en el país es igualmente provisional. "Si junto dinero me voy a España, donde tengo a otra prima, así que estoy de paso, como un turista más", afirma. Pero el resto de la frase lo desmiente: "Si las cosas no salen bien, Argentina es un país democrático, me quedaré el tiempo que haga falta".
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