En el primer cuatrimestre de este año se detectaron en Rosario 230 inmigrantes indocumentados. Si se compara esa cifra con los 33 registrados en todo el 96, se advierte que el incremento fue del 700 por ciento. Desde Migraciones admiten que la mayoría llega de Paraguay, Perú, Bolivia y, desde hace unos tres años, también de China. Por lo general, son trabajadores sin calificación laboral que se ubican en puestos de baja remuneración: los paraguayos en la construcción, los bolivianos en quintas, los peruanos como artesanos y en gastronomía, y los chinos en supermercados y restaurantes. Pero así como muchos llegan, también son muchos los que se van. La recesión y falta de oportunidades empuja cada día a más gente -sobre todo de clase media- a imitar el éxodo que protagonizaron sus abuelos, pero al revés. Y así es como tramitan ciudadanía, visas o becas para viajar a España e Italia, o se lanzan con y sin red a Estados Unidos. El fenómeno, dicen en los consulados, tiene un antecedente comparable: la hiperinflación.
Una encuesta reciente de la consultora Nueva Mayoría revela que la mitad de los argentinos se iría a vivir afuera si pudiera, y esa cifra trepa al 62 por ciento en la franja de 30 a 42 años. El nivel educativo no es determinante: si el 53 por ciento de la gente con estudios secundarios quiere irse, también lo ansía el 46 por ciento de quienes sólo tienen primaria y el 47 de los que cursaron el nivel superior.
Todavía más significativo es el hecho de que aunque las clases media y media baja son las que más ansias tienen de partir (el 56 por ciento), también hay un alto anhelo entre los ricos y los pobres. En las clases alta y media alta llega al 41 por ciento, y entre los sectores bajos y con necesidades básicas insatisfechas al 44.
Del dicho al hecho
De los que al fin se van, no todos concretan su sueño de la misma manera. Muchos parten sin más, a probar suerte y con la ilusión de que un trabajo más o menos seguro les permita quedarse afuera o, al menos, volver con algún ahorro.
Ese es el caso de Ana (30), una empleada doméstica casada con Claudio (35) y madre de tres criaturas, una de las cuales cumplió dos años mientras ella probaba suerte tres meses en Miami. Para irse sacó un crédito. El primer mes no trabajó y el resto del tiempo lo hizo cama adentro por mil dólares mensuales. Salió derecha. Ahora vende ropa usada familiar para juntar plata y volver a irse, esta vez con un preacuerdo para trabajar como cocinera.
Paradoja o no, cada vez son más los argentinos que sueñan con hacerse la América en Estados Unidos. En particular, los rosarinos triplicaron sus demandas de radicación entre el 99 y el 2000. Además, la última convocatoria de un programa de inmigración norteamericano que sortea visas para radicarse en ese país convocó a 800 personas, cuando un año antes los postulantes no habían llegado a 300.
Y desde el 9 de diciembre pasado, cuando se autorizó a Aricana a tramitar visas sin pasar por el consulado, "las consultas sobre cómo lograr un contrato para irse fueron innumerables", admite Ismael Szpecht, a cargo del área, y arriesga una cifra: 400. De ellas, en seis meses prosperaron 40, la "mayoría profesionales que se van especializar con contratos de trabajo por dos o tres años, muchos de ellos investigadores del Conicet".
Otro caso es el de los descendientes europeos que gestionan la doble nacionalidad. Según informa el vicecónsul italiano, Juan Buono, en todo el 2000 unos 12 mil rosarinos se acercaron a la sede consular con demanda de doble ciudadanía, 40 por ciento más que en el 99, y 2.200 accedieron finalmente al pasaporte italiano. Por estos días, el consulado recibe la consulta de unas 300 personas por jornada y gestiona unos 100 pasaportes por semana. La solicitud de becas, por otra parte, creció el 50 por ciento este año.
En el consulado español la exodomanía se advierte en las "bajas consulares" (partida de nacionalizados españoles) y una mayor demanda de tramitación de ciudadanía y solicitud de visas para becas o trabajos con contrato previo.
"Esos índices nos permiten inferir que en estos últimos dos años hubo un aumento del 15 al 18 por ciento en estos trámites", explica el canciller Gerardo Hernández Illanes, pero aclara que la brecha no es aún mayor porque obedece al límite de respuesta de la sede consular. "Si tuviéramos capacidad para responder a todas las nacionalidades que se piden serían muchas más", arriesga. Así y todo, en el 2000 concedieron 2.300.
El éxodo profesional ya es toda una tradición nacional, y por estos días ha cobrado énfasis. Aunque no hay datos fehacientes sobre el número de universitarios que parten, desde la Universidad Nacional de Rosario advierten por estos días un aumento en la demanda de becas. Por ejemplo, desde el 10 de mayo ya pasaron por Vicerrectoría unas 140 personas -alumnos y graduados- para consultar sobre un programa de becas por unos meses a EEUU.
Otro tanto ocurre en la Secretaría de Relaciones Internacionales de rectorado, donde desde hace dos semanas pasan de 20 a 30 interesados por día para consultar sobre becas a España. El titular del área, Marcelo Tobin, retrotrae el repunte del fenómeno a unos dos años, pero admite que "creció exponencialmente hace unos meses con un pico por estos días". Sin embargo, aclara, hay que diferenciar entre "la gente que no ve horizonte laboral a futuro y se va por eso, y el sector universitario, que va en busca de formación de posgrado y en gran porcentaje vuelve".
Entrada silenciosa
El éxodo tiene su contracara. Según la Organización Internacional para las Migraciones, en el país ya hay dos millones de extranjeros, el 75 por ciento oriundos de países vecinos o muy cercanos, como Perú. En Rosario no hay cifras fehacientes, pero se estima que residen unos 5 mil peruanos, 4 mil bolivianos y una cantidad incierta de paraguayos (aun para el consulado), que se calcula superan los 10 mil.
En los años 70, la mayoría de estos inmigrantes procedía de familias acomodadas y llegaba atraída por el nivel de la universidad. Hoy, en cambio, entran furtivamente y a pie por las descuidadas fronteras nacionales. Buscan -aunque cueste creerlo- un respiro de sus propias crisis nacionales y sus respectivas pobrezas. En general, pero no en todos los casos, se trata de trabajadores con escasa calificación.
Sumado a la ilegalidad, eso los condena a bajas remuneraciones y pésimas condiciones laborales. Aun así, la paridad peso-dólar es muy tentadora. Y a veces vivir en pensiones de mala muerte o en casillas les permite enviar lo que ahorran a las familias que dejaron atrás, explica el delegado local de la Dirección Nacional de Migraciones, Marcelo Marchionatti.
Ayuda a la familia
El dato es corroborado por el titular de la Asociación de Residentes Peruanos en Rosario, Roberto Arévalo Moscoso. "Una chica cama adentro bien pagada puede juntar 400 dólares por mes, y como gasta poco está en condiciones de mandar 250 a su familia, nada menos que el equivalente al sueldo de dos profesores en Perú".
Según explica Marchionatti, "la inmigración legal latinoamericana se mantiene estable en Rosario, y la única que aumenta, en un 50 por ciento, es la de China". Lo que distingue a esta época es el ingreso furtivo, creciente pero no mensurado, de extranjeros indocumentados.
Aun sabiendo que los operativos de Migraciones reflejan un ínfimo porcentaje de quienes residen en el país sin papeles, las cifras hablan solas. En el 96 se detectaron en Rosario 33 inmigrantes ilegales, en el 97 fueron 41, en el 98 crecieron a 69 y llegaron a 86 en el 99. La cifra cayó en el 2000, pero en lo que va del 2001 se disparó sin precedentes. Hasta ayer eran 230, lo que marca un aumento del 700 por ciento respecto del 96, y todo sugiere que la cifra podría duplicarse en lo que resta del año.