| | "Los acuáticos", un libro de cuentos ambientado en un mundo fantástico Marcelo Cohen, cuando la literatura dice lo imposible La obra, que Editorial Norma publica en junio, presenta una serie de relatos que apuntan a formas desconocidas para las convenciones de la narración
| Osvaldo Aguirre
Si para las buenas conciencias un retorno a los clásicos supone una estimulante inspiración, Marcelo Cohen no se alista en ese bando. Este escritor nacido en Buenos Aires en 1951 y autor de una de las obras más importantes de la narrativa argentina actual toma casi como punto de partida la necesidad de liberarse de las convenciones literarias y especialmente de las consagradas como exitosas. Una muestra de esa posición puede encontrarse en "Los acuáticos", su nuevo libro de cuentos, que Grupo Editorial Norma pondrá en circulación en junio. "Los acuáticos" presenta una serie de seis relatos largos, ambientados en un mundo de características fantásticas: el Delta Panorámico. Cada una de las historias ocurre en una isla distinta, donde la vida de los habitantes está sujeta a costumbres y creencias que pueden evocar las del mundo conocido, pero que sobre todo se proponen como adelantos de lo que está por venir. Según dice Cohen, no debe procederse desde la literatura hacia los hechos sino al revés, porque la literatura supone una anticipación y un avance sobre lo que antes de ella no existía. -En libros anteriores has propuesto un tipo de narración al margen de las formas tradicionales del cuento y la novela. ¿Este libro puede leerse en ese marco? -Sí. Mi idea era que las historias de este libro estuvieran conectadas unas con otras en el mismo grado en que están conectados diversos acontecimientos de un mismo mundo. Este mundo que hay aquí, que se llama el Delta Panorámico, fue pensado con muy pocas coordenadas previas. Lo que a mí me gustaba -puede decirse que es un capricho y también una necesidad- era terminar con mundos hipotéticos muy estipulados, para que el lector los visualice. No sólo porque me parecía un trabajo excesivo sino porque era una de las constricciones que quiero dejar. No quiero constricciones que provengan de la preceptiva literaria o de formas anteriores sino constricciones que yo me invente y que sean excusas para poder escribir. Entonces una de las constricciones con las que quería terminar también era con la necesidad de que la visualización de un mundo determinado agregara verosimilitud a las historias. Me parece muy bien haberlo hecho porque eran espacios hipotéticos de mi experiencia pero, ahora, este mundo tenía muy pocos supuestos: simplemente un río de tantos brazos como quiera pensar el lector o como necesite yo para crear distintas historias que contienen una cantidad de islas que también se irán definiendo a medida que la historias las requieran. Y me interesaba como burla a tanto discurso que hay en este momento sobre la igualdad y la diferencia, porque me tiene cansado no sólo la globalización sino la insistencia temática, la tiranía del tema de la globalización. Igualmente irrisorios me parecen los discursos reactivos, como los estudios culturales. Bueno, a mí me gustaba la idea de que cada historia transcurriera en una isla diferente y que estas islas fueran de río. Porque un mundo que es un delta en principio es un mundo que se opone a la solidez. Yo quería terminar con la idea de solidez, arquitectura, armonía, dentro de algo que son cuentos, no los puedo llamar de otra manera. -¿Cómo descubriste este mundo? -Quizá para ver mejor lo que nos está pasando, siempre me coloco en un lugar que no es exactamente el lugar donde vivo. Me gusta que la anécdota -que puede tener un aire real, disparatado, prospectivo, fantástico, lo que sea- arrastre las condiciones que la suscitan. Y esto implica, de la misma manera que no me gusta que los personajes caminen por decorados y que me parece que el acontecimiento es consustancial al escenario, que el pequeño drama que hay en una anécdota cualquiera es consustancial a las condiciones culturales, a los mitos, a las creencias del lugar. Entonces pensé que eso que se considera que es un cuento -por ejemplo el descubrimiento de un error, una pequeña revelación, una gran decepción-, todas las cosas que se dicen que son cuento y que se manifiestan en una historia, más que nada en un momento de una historia, podían tomar en cuenta las creencias y las costumbres. Porque si hoy se dice que somos hablados por el lenguaje y por las creencias, ¿por qué no hacerlo en la literatura? No creo que la literatura se pueda explicar más que en literatura: si lo que la literatura tiene para saber, lo que ha descubierto, lo que tiene para decir, se puede traducir a lenguaje agórico, público, ¿para qué hacerla? -En ese sentido, en el cierre de uno de los relatos se lee que la poesía no explica ni ilumina la vida sino que la prefigura. -Te digo una cosa curiosa: en la última corrección del libro saqué ese último párrafo no porque me disgustara sino porque me parecía que guiaba demasiado la lectura, me parecía oficiar de guía canchero. En honor al misterio que debe tener el género cuento saqué eso que era una irreverencia respecto a la ambigüedad que deben tener los cuentos. Pero sigo pensando lo mismo. Todos los relatos prefiguran la vida, pero también es cierto que los relatos son producto en última instancia de ese mecanismo químico en que se basa la memoria. La misma imaginación es producto de la memoria, no funciona sobre el vacío sino sobre huellas que hay en el cerebro. Pero uno siempre tiene la aspiración de una imaginación que no se base en nada, es decir de la originalidad absoluta. Eso es vanidad de los artistas. Pienso que nos conviene hacer de cuenta -y trato de vivir en esa fe- que hay un continuo, que relatos y mundo material y realidad no mediada que nos está esperando ahí, más allá del lenguaje con que la envolvemos hoy en día, forman un continuo y que el acontecimiento que nos golpea introduce esa combinación de estremecimiento mental y físico que llamamos emoción. En ese estremecimiento está el secreto de un contacto y a mí me gustaría que la literatura, no necesariamente de una manera trágica, al contrario, entrara en la disputa con la vida de causar ese estremecimiento. Es decir, creo que la literatura es el arte que está mejor preparado para vencer las mediaciones que el mismo lenguaje crea, porque es el que tiene más conciencia de que el lenguaje es ese problema y además porque es el que más puede permitirse crear situaciones imposibles como unas torres humanas que escriben palabras en el cielo, en el primer cuento del libro, y por un momento persuadirnos de que son factibles, de que existen, de que están sucediendo, cuando otras artes, las representativas, sobre todo las visuales, al mostrar flagrantemente el hecho corren serio riesgo de caer en el ridículo. La literatura puede decir lo imposible si crea las condiciones y eso es lo que le da conciencia del poder de ilusión del lenguaje. -El secreto de un contacto, como decías, parece el tema de uno de los cuentos, "Cuando aparecen aquellos". -(piensa) Sí. -En ese relato se dice que "toda amistad consiste en un fácil trabajo conjunto para negar la sombra". -Es un cuento donde se dicen muchas cosas porque esos amigos en el momento en que pasean son personas mayores que han descubierto las delicias de la amistad madura, porque ya saben que no podemos decir ciertas verdades, porque saben que las confesiones son falibles e incompletas y han asumido que eso sucede y por lo tanto lo exacerban como una parte gozosa más de la amistad. Aparte están viviendo en una sociedad muy consagrada al histrionismo, con un alto grado de representación y ellos tratan de llevar eso al extremo como para ponerse más allá de la teatralidad. Y dicen muchas cosas: hablan de qué es la valentía frente al morir, si los amigos dicen todas las verdades o mienten. Y de paso dicen eso que me parece por un lado una sensiblería, tal como lo veo, y por el otro una gran verdad perogrullesca: es decir, da mucho trabajo mantener en la amistad todo aquello que trabaja contra la amistad, como la competencia, la rabia que despierta el hecho de que el amigo, que debería ser igual, es tan abrumadoramente distinto a nosotros, y sin embargo lo queremos. Entonces todo eso es la sombra y lo más entretenido de la amistad es tratar de mantener todo eso lejos, a pesar de que está presente. -A propósito de la oposición entre decir y mostrar, Borges decía que la formulación de un enigma es siempre superior que la resolución de ese enigma. ¿Estás de acuerdo? -Como siempre, no hay manera de rebatirlo. Borges es uno de los responsables de que seamos conscientes de muchas cosas que nos permiten vivir mejor y también uno de los responsables que vivamos en algunas tiranías o normativas que más nos vale ignorar o derribar, por ejemplo la clásica preceptiva de que no debemos -como en el cuento de Jacob, "La pata de mono"-, mostrar ni mencionar al monstruo. Afortunadamente hoy los escritores podemos mencionar al monstruo: se trata de crear las condiciones en que sea tragable. Porque Borges también pensaba que debíamos ser muy discretos en la pintura de los escenarios. Si uno pinta el escenario y mientras tanto, al contrario, va dilatándose un poco en la pintura de la atmósfera, que no es mala para hablar de lo que nos está pasando, a lo mejor por un costado se cuela o se deja ver el monstruo y el lector no lo rechaza por impresentable. -Pero en la postulación de este mundo, en el libro, has sido discreto, en el sentido no de que no hay explicaciones ni comentarios sobre los personajes y los objetos extraños que aparecen en las historias. -Sí. Todo eso fue apareciendo en la medida en que lo requería el cuento que estaba creando. Mi idea con este Delta Panorámico era que para mí ese mundo se fuera definiendo en la medida que las historias requerían detalles del contexto en que estaban sucediendo y que pensamientos, figuras, herramientas y adornos, estuvieran en un horizonte que se iba alejando cada vez más y que a medida que se alejaba iba depositando sobre el cuento como sobre mi cabeza elementos nuevos. Y lo que más me gustaría es poder lograr que esto le pase al lector. Con los paradigmas clásicos, incluso con algunos tan amplios y extraordinarios como son los borgeanos, no podemos ir muy lejos. Estas formas de las que hablo están por inventarse.
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