Año CXXXIV
 Nº 49.125
Rosario,
miércoles  23 de
mayo de 2001
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El autotrasplante de médula ósea puede producir efectos curativos en los cánceres hematológicos

Jorge Saslavsky (*)

Desde los años 70 se empezó a usar una variación del método clásico de trasplante de médula ósea, denominado autotrasplante de médula osea. La quimioterapia común muchas veces conseguía una curación aparentemente completa, sin embargo, con el tiempo, volvía nuevamente. Esto significaba que luego del tratamiento quedaban aún células malignas remanentes. A estas células se las llama "enfermedad mínima residual", lo que significa que no es detectable por métodos convencionales.
Diferentes estudios arribaron a la conclusión que si se podía reducir aún más el número de células malignas, tal vez la enfermedad no volvería. Entonces, se procede a extraerle al paciente una pequeña cantidad de médula ósea. La porción obtenida antes de hacer el tratamiento intensivo con quimioterapia es debidamente procesada y congelada a muy bajas temperaturas (criopreservación). Estas células estarán en condiciones de ser "revividas" luego de la descongelación, aun si esto se hiciera muchos años después.
Usualmente no es necesario esperar tanto tiempo, porque el período transcurrido entre la extracción de la médula ósea y la finalización del tratamiento intensivo es de unas 3 semanas. Luego de finalizado el procedimiento intensivo, sólo resta descongelar la médula ósea e infundirla por vía endovenosa.
Las células madre, aquellas capaces de regenerar la médula ósea, circularán por todo el organismo hasta encontrar sitios apropiados en los que anidarán y comenzarán a producir los nuevos glóbulos y plaquetas. Este proceso comienza cerca del día décimo quinto y se completa el trigécimo. Esto implica que durante unos 20 días el paciente estará desprovisto de glóbulos blancos y rojos, y plaquetas. Este es el período crítico del procedimiento, donde el paciente estará expuesto a infecciones, hemorragias y anemia.
Estas manifestaciones explican las razones por las cuales el procedimiento debe efectuarse en un ambiente especial que evite la incorporación de nuevos gérmenes, atendido por un equipo de médicos y enfermeras especializados. De esta manera habremos reducido la enfermedad mínima residual a por lo menos 1/60 de la original. Esta reducción se asocia muchas veces a la curación.
En estos últimos años han aparecido progresos que permiten disminuir estas complicaciones, sobre todo acortando el período de fallo medular a unos diez días, lo que ha permitido reducir notoriamente la mortalidad y los costos.
El progreso más importante fue el uso de células madre de la sangre (en este momento prácticamente no se usa más la médula ósea en el trasplante autólogo), y la comercialización del factor de crecimiento de glóbulos blancos.
Actualmente la mortalidad asociada al procedimiento es similar a la de una operación clásica de vesícula. Los pacientes que no sobreviven generalmente vienen con problemas preexistentes, tales como insuficiencia cardíaca, pulmonar, complicaciones diabéticas, entre otras. A veces las dificultades se producen como consecuencia de numerosos ciclos de quimioterapia previa, en pacientes con múltiples recaídas.
En los pacientes que llegan al trasplante luego de una primera o segunda recaída, sin daño previo de órganos, la mortalidad es menor al 1%.
El autotrasplante es viable actualmente hasta los 70 años. Pero esto no debe considerarse una edad límite, ya que no es tan importante la edad cronológica del afectado, sino el estado de sus órganos.
El autotrasplante puede producir efectos curativos en los cánceres "hematológicos", es decir leucemias, linfomas y mielomas. Su uso en otros tipos de tumores es quizás menos efectivo. Pero debido a la reducción de la mortalidad se ha empezado a usarlo en enfermedades no cancerosas, como las autoinmunes, siempre que sean refractarias al tratamiento habitual y que pongan en peligro la vida del enfermo.
(*) Hematólogo


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