La proyección de "Insensatez", el nuevo largometraje de Gustavo Postiglione, permitirá hoy a las 22, en el teatro Lavardén, acercarse a una experiencia extraña: ver qué resultó del proyecto de filmar una película en tres días en el reciente Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, editarla en otros tantos y después mostrarla ante el público en el último día del encuentro. La originalidad del proyecto hace, de entrada, interesante a la obra. Pero a la vez es el gran interrogante: ¿la "espectacularidad" de la producción se traga a la película?, ¿es sólo una movida como para entrar al libro Guinness de los récords?
Escenario vio el filme, en una copia facilitada por el realizador, y adelanta cómo es esta película, la cuarta de Postiglione en estar terminada, pero en realidad la sexta si se tiene en cuanto el orden de nacimiento, ya que antes de "Insensatez" el director rodó "El cumple" y "La peli", que están hoy en proceso de posproducción. Las obras anteriores de Postiglione son "De regreso, el país dormido", "Camino a Santa Fe" y la exitosa "El asadito", que por estos días acaba de ser editada en video, un hito para una película hecha en Rosario.
"Insensatez" es una película de extremada sutileza. Esa es su mayor sorpresa, ya que a priori es poco imaginable que un filme rodado en las condiciones de producción en que se hizo "Insensatez" pueda dar lugar a una obra profunda, reflexiva y armada de humor grave y a la vez espontáneo.
La película cuenta cuatro historias. Los personajes de esas historias aparecen acompañados por una música propia, que los seguirá a lo largo del filme. En tres de los casos los personajes emergen a la superficie de la ciudad desde las profundidades de una misma estación de subterráneos. Este dato, al parecer casual, no es menor, ya que cada uno de esos personajes mostrará que está más cerca de la oscuridad que de la luz, aunque cada uno con características propias.
Surgidos de las entrañas de la tierra, podría pensarse que vienen de un infierno o, al menos, de otro mundo: no entienden casi de nada de lo que pasa. Algunos tienen más pistas que otros para orientarse y ese desconocimiento, junto a sus semejanzas de perdedores, los une.
En busca de Kusturica
"Ana, por qué no te ponés desodorante", le dice el músico César, el personaje a cargo de Coki Debernardis, a su novia en pleno shopping del Abasto, adonde han llegado para el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. El pedido es intempestivo. La chica se sorprende y lo toma con una sonrisa, como tomará todo lo que le pasa. Está anestesiada y esta característica, deplorable por un lado, por otro la tornará entrañable, al igual que a César, su novio.
César vive en un mundo de fantasía. Es un músico que carga su guitarra y un pequeño amplificador y un deseo viejo: tocar con algún famoso, de preferencia extranjero. Quiso hacerlo con Manu Chao, pero no pudo. "Seguro que fue por la pilcha, porque tocar no me escucharon", dice para justificarse. Ahora está en el festival para tocar con Emir Kusturica, el director de cine que estaba anunciado para tocar con su banda de rock en el encuentro.
El ignoto músico argentino se esperanza y desesperanza por cuenta propia. Sólo porque se le ocurre dice que ya está casi confirmado para tocar con Kusturica y no escucha a la gente de la organización que le dice que el director de "Underground" no asistirá al festival. César sigue buscándolo y, en la mejor vuelta de tuerca de la película, esa búsqueda se transforma en la cifra de "Insensatez". Si el filme se acerca a un manifiesto, lo es en este sentido: asumir que un hecho artístico es un riesgo siempre, se tengan dos años y el mayor presupuesto para realizarlo, o se tenga apenas una semana y el equipo de amigos y colaboradores permanentes que trabaja con Postiglione desde hace tiempo y que definen para bien y para mal sus películas.
A César y su novia (Paula Ominetti) se les pega un vendedor callejero, interpretado por Carlos Resta. El actor vuelve a mostrarse como un prodigio de espontaneidad. Es todo el tiempo creíble y hace que su personaje, en el borde de lo turbio, sea querible. Está en el cine para ver una película con su esposa, y mientras tanto trata de venderle encendedores a quien se le cruza, incluso a otro vendedor, en lo que conforman una de las tantas escenas antológicas del filme.
Tito Gómez es un padre que va a ver la película que dirigió su hija. En principio parece un buen hombre pero después confiesa su verdad, sin darse cuenta de lo monstruosa que es y, por ello mismo, tampoco entenderá por qué su hija no le contesta sus mensajes.
La cuarta historia, que puede tener un tinte autobiográfico del director tomado en solfa, pero no por eso menos incisivo, se desarrolla entre un director de cine (Raúl Calandra) y la actriz (Bárbara Peters) de su única película. Están alojados en el hotel más lujoso del festival pero por error. El director, sobre todo, muestra que es un hatajo de mala fe y resentimientos hechos pasar por sinceridad. A diferencia de los otros personajes, jamás resulta querible y con cada minuto que transcurre se torna más despreciable y lejano. Es un contraste adecuado, que enriquece la película porque habilita otra vertiente. Sin embargo, es en esta cuarta historia donde la película falla en algún momento por falta de verosimilitud: es excesivo el cambiarse y descambiarse de la actriz, y la situación no se cree en principio, pareciendo montada únicamente para dar pie al diálogo.
La película también tiene muchos guiños que pueden leerse como una cargada a los propios hacedores del filme. Entre ellos se cuenta la aparición de Héctor Molina, el director de "Ilusión de movimiento", como un periodista de una FM de Cosquín que dice estar cubriendo el festival y demuestra, en sólo una pocas palabras, un desconocimiento bastante grande del cine, aunque se dice del "palo". El tipo es un paranoico que se cree que los porteños le toman el pelo, aunque cuando ve que puede hablar se manda y da curso a su mitomanía, grandiosa pero torpe, en la que habla de la filmación de "Siete años en el Tíbet" en Mendoza, pero ni siquiera sabe el nombre de la película, ni quienes actuaban, ni, mucho menos, el lugar donde se decía que transcurría la historia interpretada por Brad Pitt.
"Insensatez" es una mezcla original de John Casavettes y Jim Jarmusch. Sus personajes, sus historias, su humor y la forma de trabajo del equipo remiten a esas fuentes. Sin embargo, tiene vuelo propio. Se recuerda la obra de los cineastas pero se siente que ha sido reprocesada y enriquecida. También hay una continuidad con "El asadito", pero es un hilo de unión que da un paso adelante: se nota que hay un mismo director que ha hecho dos películas estimulantes, en cuerdas distintas pero unidas por la misma búsqueda.