Mauricio Maronna
Raúl Alfonsín admite que existe desencanto con el gobierno, pero se niega a archivar su principal obsesión: la construcción de un modelo progresista. No oculta sus enormes diferencias con Domingo Cavallo, tiene ganas de ser senador nacional y, por primera vez, golpea al "ingenuo" rosario de ideas de uno de sus adversarios en los comicios de octubre, el cura Luis Farinello. En tiempos de políticos diet, el patriarca de los radicales sigue conservando una línea discursiva (con tesis, antítesis y síntesis) que está a la izquierda de cualquier dirigente tradicional. Durante una larga entrevista con La Capital, el ex presidente de la Nación se atreve a sacar una fotografía de la realidad: "Estamos perdiendo la batalla cultural contra el neoliberalismo. Hace falta una conjunción de ideas de quienes pensamos parecido, sean de cualquier partido. Hay que pensar en una alianza grande, también con el PJ". -La Alianza original se desarticuló casi totalmente. La función de gobierno parece haber sido un colador que se devoró a los funcionarios progresistas, como Chacho, Storani, Terragno y tantos otros. -No es así. Se siguen haciendo esfuerzos por parte del propio presidente de la Nación para mantener el espíritu aliancista. La Alianza dejaría de tener sentido si abandona el carácter progresista para la que fue fundada, y que no era simplemente electoral. Implicaba también la creación de una estrategia de país diferente a una alianza implícita de derecha. El alejamiento de las personas que usted nombró tiene que ver con otro tipo de cuestiones. Desde luego que hay dificultades, ¡cómo no lo voy a reconocer! Admito la dificultad que se nos planteó tras la decisión de Alvarez, pero pienso que todo se superará y podremos demostrar que las fuerzas que constituyeron la Alianza siguen teniendo esas mismas convicciones y principios para darles soluciones a los sectores más necesitados. El tema es que la fuerza inercial de las medidas neoliberales es enorme. La deuda externa, el sector externo del país, la concentración de la riqueza y del poder económico le están haciendo perder poder de decisión al gobierno. Vivimos momentos difíciles, es cierto. Hay malhumor en la gente, no puedo rectificar esta realidad e, incluso, puedo agregar que hay cierto desaliento y también desencanto. -¿Podría dar ejemplos de ese "enorme" efecto del neoliberalismo? -Los mercados influyen notablemente en las posiciones económicas de la Argentina. Se tomaron medidas casi ortodoxas y, sin embargo, los mercados no respondieron positivamente. Hay que luchar intensamente contra sectores que influyen sobre las decisiones generales. El neoliberalismo quiere terminar con la actividad sindical, debilitar a los partidos y el funcionamiento del Estado. Las privatizaciones mal realizadas, la concentración de la riqueza y la desnacionalización de la economía atentan contra la construcción de otra estrategia de país. Y ni hablemos de lo que sucede con la opinión pública. Estamos sufriendo embates que corresponden a una batalla cultural que yo preveía. -El neoliberalismo está ganando esa batalla. -Estamos perdiendo esa batalla cultural contra el neoliberalismo. También es duro luchar cuando uno percibe que sectores que tendrían que pujar por políticas de cambio se ubican en posiciones ultras sin ningún sentido, trayendo la utopía al presente, lo que es una quimera y una falacia. No sé si estamos a la altura de nuestras responsabilidades. Hablo de sindicalistas, políticos y empresarios. Y también del campo periodístico, donde a veces la nota de color o el título atrayente importan más que la médula de un problema que el pueblo necesita conocer. Hace falta una conjunción de ideas de quienes pensamos parecido, sean de cualquier partido. Hay que pensar en una alianza grande, es decir con el PJ. Un gobierno de salvación nacional sería muy interesante, pero no puede haber ningún tipo de impunidad para nadie. En la Argentina todo está muy imbricado, muy complicado. Tenemos una denuncia de coimas en el Senado, ¿y quién la juzga? -Un juez implicado en actos de corrupción. -¡Claro, ese es el problema! Es un juez sospechado que termina renunciando porque iba a un Jury, y no es el único caso. Mire, hay sectores que quieren que el gobierno sea gerente de sus intereses. Y este gobierno no lo será. A pesar de que en algunas instancias se tuvo que recurrir a Cavallo, a quien hemos combatido permanentemente y fue uno de los que nos llevó a esta situación, pero que ahora no se encuentra con la posibilidad de seguir vendiendo. -A muchos políticos parece preocuparles la fotografía de Carlos Menem recorriendo los Tribunales. Incluso Cavallo pidió la intervención de la Corte. ¿Cuál es su opinión? -No hay que meterse en los temas judiciales. No lo veo como una fotografía, se parece más a una película, ¿no? Pero nada se puede construir sobre una falla ética. -¿Fue sorprendido por las últimas medidas de Cavallo? -Una cosa me sorprendió: pensé que Cavallo iba a tener mejor acogida en los mercados. El mercado golpeó muy fuerte y Cavallo tuvo que recurrir a medidas que tampoco fueron bien recibidas. El mercado le está imponiendo los criterios a todos los gobiernos. El pueblo estará dispuesto a esforzarse, pero a condición de que ese esfuerzo sea equitativo, sin perder la vista la necesidad de encontrar la igualdad. -A esta articulación del progresismo que usted fogonea, ¿cuánto lo perjudica el nuevo retiro de Alvarez? -Espero que Chacho no haya decidido un retiro permanente de la política. Es un gran constructor y tiene fuerza espiritual para superar los problemas. El gran tema es la desorientación de la gente, que incluso se va a traducir en el campo electoral. Algunos irán a alguna cosa inaplicable que solamente sirve para ganar unos votos. Por eso tiene sentido que todos los que comprendemos este cuadro de situación juguemos en el país. Estamos frente a momentos definitivos y no podemos seguir equivocándonos. Hay que tener mucho cuidado con el Alca, cualquier negociación tiene que hacerse juntamente con Brasil, de lo contrario destruiríamos el Mercosur. Con Brasil de aliado somos menos vulnerables. -¿Cómo llega un gobierno de salvación nacional cuando todos ya piensan en las elecciones? -Admito que hay desaliento y desencanto, pero todos tenemos que hacer un esfuerzo muy grande. Los políticos debemos sacar de la competencia electoral a los grandes temas; los medios deben dejar de lado la voluntad de vender a cualquier costo; los empresarios pueden obviar la voluntad de ganar; los sindicalistas no deberían pedir lo que es imposible cumplir. Hay que empezar de nuevo, no nos podemos volver a equivocar. Si no empezamos ahora perderemos definitivamente el tren de la historia. -¿Tiene ganas de ser senador? -Ahora sí. Tengo una misión que cumplir. Puedo evitar discusiones estériles, lograr consensos básicos. Un pueblo recién es una Nación cuando define objetivos comunes y se pone a luchar para llevarlos a la práctica. -Tendrá que competir con Duhalde y con Farinello, quien quiere nuclear a los desencantados con los políticos tradicionales. -No creo que Farinello los llegue a nuclear. Su presentación pública fue ingenua, para calificarlo de una manera elegante. No creo que su discurso pueda ser atendido, salvo en una situación total y absoluta de desesperanza. Su propuesta es ingenua porque dice lo que cualquiera diría. ¿Cómo no voy a querer besar a un niño pobre o desear que vaya a la escuela? ¿Cómo no voy a querer que haya salud, que todos sean felices? Hasta el más conservador dice lo mismo que Farinello. El tema es saber qué medidas tomamos para resolver esa situación. No podemos pensar en una Argentina que produzca una revolución, ¿verdad? Sí podemos pensar en una política que produzca una reforma en serio.
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