Javier Felcaro
Eamon Mullen, uno de los fiscales federales de la causa que investiga el atentado a la sede de la mutual judía Amia, ocurrido el 18 de julio de 1994, repasa lo actuado en estos casi siete años y asegura que "más que errores, hubo delitos" por parte de los organismos del Estado que participaron de la etapa de instrucción. Mullen espera tranquilo que del inminente juicio oral y público "surjan las condenas, que no es poco", del reducidor de autos Carlos Telleldín y cuatro ex miembros de la Policía Bonaerense. En una entrevista con La Capital, el fiscal defendió también la lucha de aquellos que siguen manteniendo viva la llama de la memoria tras la explosión que se cobró 85 vidas y provocó más de 200 heridos: "No sé cómo hubiese reaccionado si la bomba mataba a mi mujer o a mi hijo". -Las posibilidades de llegar a los ejecutores están cerradas. -Prácticamente sí. El juicio tiene una dinámica particular que puede llegar a generar información que nos permita seguir avanzando. El objeto de esta instancia apunta a un segmento de la investigación: quién aportó uno de los elementos para que se pudiera concretar el hecho. La camioneta que estalló el 18 de julio del 94. -¿Lo conforman las pruebas recolectadas hasta el momento? -La disconformidad es permanente. Creo que únicamente podremos estar satisfechos el día que estén presos los autores materiales e intelectuales, los cómplices y los encubridores. Ese es el objetivo final de esta investigación. -Los errores por parte de organismos del Estado en la instrucción fueron evidentes. -Más que errores, hubo delitos; acciones dolosas tendientes a entorpecer la investigación. Tenemos la desaparición de 66 casetes de escuchas telefónicas de la causa de Telleldín, uno de los principales imputados. Más allá de las deficiencias básicas que existían en ese momento, ya que el Departamento Protección al Orden Constitucional, el encargado de investigar este hecho, además trabajaba en otras investigaciones. Hay serias deficiencias en el sumario de prevención. Las fuerzas de seguridad son las que escriben las primeras páginas de la historia, que encierran las grandes verdades... Entonces nos encontramos con que tenemos algunas sorpresitas en el sumario, como la famosa foja 114 y otras cuestiones que se van a plantear en el debate oral y público. Por eso también se produjeron más de 70 denuncias penales por hechos que no consideramos casuales, al margen de los errores que se pudieron haber cometido sin voluntad. -¿Cuáles fueron las consecuencias directas de estas trabas? -En cierta medida atentaron contra el normal desenvolvimiento de la investigación. Les otorgaron muchas posibilidades a los defensores para vulnerarla y tirar abajo las responsabilidades personales que existen. Sin embargo, todas estas cuestiones son explicables, y creo que bajo ningún punto de vista habrá nulidades. Tal vez exista alguna deficiencia en el procedimiento, que puede ser absolutamente secundaria. -La Trafic que Telleldín les entregó a los policías no fue la que explotó. -Basamos nuestra acusación en el motor que se encontró en la Amia, que nos llevó directamente a Telleldín. El adquiere una camioneta quemada que tenía ese motor. Una de las cosas que tal vez se dilucide en el juicio es el destino de esa Trafic, ya que Telleldín monta una escena vinculada al doblaje de un vehículo cuya carrocería, en definitiva, no es la misma que aparece fragmentada en el lugar. La instancia oral puede ayudarnos a descubrir la verdad en torno a este punto. -La Argentina fue elegida como blanco por su vulnerabilidad. ¿Cambió en algo esta situación? -Estamos mejor, porque creo que hubo una investigación seria en el atentado a la Amia. Ahora estamos más capacitados desde la Justicia y los órganos de investigación, como la Policía Federal, que cuenta con una unidad específica sobre terrorismo. Además, se está trabajando trilateralmente en la zona de la Triple Frontera en cuanto a programas básicos de seguridad. Igual tenemos deudas: no hay un buen sistema informatizado en Migraciones, más allá de que cubrir la totalidad de nuestras fronteras es prácticamente imposible. Hay zonas calientes que tienen que ser objeto de un control sumamente efectivo y, además, deben contar con un flujo de información mucho más dinámico. -¿En algún momento se sintió presionado por las demandas de justicia de Memoria Activa o los familiares de las víctimas? -La presión está por mí mismo. Sin duda que la existencia de Memoria Activa y de los familiares y amigos de las víctimas es valiosa, porque ellos mantienen vivo el reclamo. Mi función es eminentemente técnica y nunca me subí a una tribuna. Cuando tuve desacuerdos sobre cómo se llevaba la investigación los expresé en el expediente. Las demandas presionan sobre los responsables directos de la pesquisa, que son las fuerzas de seguridad y de inteligencia, que dependen del Ejecutivo. Pero no sé cómo hubiese reaccionado si la bomba mataba a mi mujer o a mi hijo, ¿no?
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