Año CXXXIV
 Nº 49.108
Rosario,
domingo  06 de
mayo de 2001
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Exposición de la colección de Santiago Shanahan
Más de 300 obras originales de Salvador Dalí
El Museo Castagnino ofrece una muestra imperdible del gran artista catalán

Beatriz Vignoli

Desde el pasado viernes, se exhiben en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B.Castagnino más de trescientas obras originales de la colección de Santiago Shanahan. Todas tienen en común una firma: Dalí. Todas fueron realizadas entre 1950 y 1980. La singular muestra, titulada "Dalí, el surrealismo", incluye esculturas en bronce y medallas de plata diseñadas por el artista catalán Salvador Dalí (1904-1989), como también estampas que configuran varias series de grabados.
Entre los grabados, se destacan sus ochenta parodias de "Los caprichos" de Goya, sus ilustraciones para la obra teatral "La vida es sueño", de Calderón de la Barca (1600-1681), y sus series de litografías, como "El Tarot universal", "Los doce apóstoles", "Las cuatro edades del hombre" y las once serigrafías de la serie "Las profesiones". Hay rarezas, verdaderas piezas de coleccionista: las medallas de plata que le fueron encargadas al prestigioso artista para los Juegos Olímpicos de Los Angeles de 1984, otras dos series de medallas de plata tituladas, respectivamente, "Los diez mandamientos" y "Los doce signos del Zodíaco", y hay también una decena de obras gráficas en diversas técnicas mixtas, con imágenes disparatadas y llenas de humor, dedicada a representar "Objetos imaginarios del futuro".
Entre las esculturas en bronce figuran "San Jorge y el dragón" (1977, 46 x 45 x 28 cm) y "La persistencia de la memoria" (1980), esta última una especie de autoparodia o autocita, ya que remite a la pintura homónima de su período surrealista propiamente dicho. En un texto de catálogo desbordante de admiración por estas obras, Santiago Shanahan, propietario de las mismas y curador de la muestra, explica su propósito: "reunir una muestra gráfica que fuera permanente, representativa, didáctica y de divulgación de su obra, para ser exhibida en forma itinerante en ciudades de Latinoamérica".
El carácter didáctico de esta muestra justifica algunas de las heterodoxias curatoriales con las que los visitantes van a encontrarse, tales como la inclusión, a modo de acápite o prólogo, de una reproducción del retablo "El jardín de las delicias", de El Bosco, considerado por algunos como un surrealista avant la lettre -con nada menos que cuatrocientos años de anticipación-, y a quien el célebre médico Carl Gustav Jung llamó "el descubridor del Inconsciente".
Según la psicóloga Cecilia Monteiro, coorganizadora de la muestra, Dalí -genio pero no loco-, fue un paranoide sexualmente impotente que "supo vender muy bien su megalomanía", como lo ilustran algunas de sus "boutades": "Yo soy un místico. Los místicos siempre fueron alquimistas que transformaron en oro todo lo que tocaban. Es mi caso". O también: "Para comprar un cuadro mío hay que ser criminalmente millonario, como los norteamericanos". La "interpretación psicológica de Dalí y su obra" que Monteiro ha programado como parte de las actividades de la muestra, promete ser más interesante para los aficionados al simbolismo críptico y a lo oculto en general. "Si alguien quiere entrar en el delirio de un genio o en el genio de un delirio y, por qué no, proyectar sus propias fantasías, miedos y sueños, debe venir a la exposición", asegura la conferenciante.
En cuanto al surrealismo, nombre acuñado por el poeta Guillaume Apollinaire en 1917, he aquí su definición por André Breton: "Surrealismo es el automatismo psíquico puro, mediante el cual nos proponemos expresar el funcionamiento real del pensamiento". Breton describe el collage surrealista como el arte de "combinar objetos aislados en un ordenamiento que no les estaba destinado. El objeto ha roto con su campo habitual, sus partes se han emancipado y, al mismo tiempo, anudan con otras partes relaciones totalmente nuevas, de orden irreal, pero manteniéndose siempre en el plano de lo real". En cuanto a Salvador Dalí, poeta, artista, excéntrico, estrella mediática en sus ratos libres, no está aquí su período "surrealista" en el sentido estrictamente histórico del término, ya que Dalí rompió con el grupo de Breton en 1939.
Cabe aclarar que esto no va en desmedro de lo gratificante que pueda resultarle al público de Rosario aprovechar la rara oportunidad de ver "en vivo" una nutrida y ordenada selección de sus originales, pruebas materiales de algo intangible que sí es genuino: la pasión de coleccionar. Difícilmente sirva de algo el que cada espectador sensible o con algún talento decida emular a Dalí en su real o presunto "genio". Pero sin duda muchas cosas van a andar mejor si cada rosarino culto y con algún dinero elige a "su" artista y opta por imitar el loco amor de Santiago Shanahan, amor cuya manifestación, según él mismo confiesa en su texto de catálogo, y como no podría ser de otro modo tratándose de surrealismo, arranca con un acto fallido: "Allá por los años 50 olvidé en la luneta trasera de un taxi, esa lámina del Cristo de San Juan de la Cruz que impactó mi adolescencia y que aún hoy me fascina con los claroscuros de ese Cristo sin rostro -cuenta Shanahan-. Allí comenzó esta colección aunque entonces no lo sabía. Al principio fueron recortes de periódicos, revistas y más láminas, ya amarillentas y quebradizas pero que atesoro como originales. Luego fueron muchos libros, la mayoría de los cuales lucen en anaqueles de amigos desmemoriados y en bibliotecas de barrio. Después, exposiciones, antológicas y muestras. Placenteros, recurrentes e interminables pasillos de museos que conducían a las salas Dalí".
La historia sigue con "la selección de lo ideal y lo posible en días sin noches", y con las visitas del coleccionista a Port Lligat, el pueblo de la bahía de Cadaqués donde Dalí tenía su casa taller. Allí vivía el maestro con su esposa y musa, Helena Ivánovna Diákova (1892 -1982), más conocida como Gala. Según un artículo de Rafael Santos Torroella reproducido en el catálogo, Port Lligat no es el pueblo natal del pintor, quien nació en la cercana ciudad de Figueras, pero sí el más íntimamente ligado a su vida. "Cada roca parece haber sido dibujada por el mismísimo Leonardo, sólo allí me siento en casa", decía Dalí. Es evidente que el acercamiento del coleccionista, capaz de reconocerle al artista su título de "Marqués de Dalí y Pubol", es intenso, afectuoso, incondicional, es el de una mirada reconcentrada en los detalles.
La muestra incluye fotos inéditas de Salvador Dalí y de Gala durante los últimos años de ambos en Cadaqués. Esto último prueba que el artista ha sido generoso, no sólo con su arte sino con su persona: se ha dejado mimar, ha soportado la adoración de la que él, no solamente su obra, era objeto. Y aquí tal vez encuentre su explicación la perdurabilidad del mito del genio: al decir que es o que tiene genio se representa al artista como el poseedor de un capital productivo, cortesía que lo pone en pie de igualdad con cualquier otro poseedor de un capital productivo. Y de entre éstos el "gran coleccionista exhibicionista", como escribe Walter Benjamin respecto de Eduard Fuchs, vale decir, el coleccionista orgulloso de sus tesoros y que no escatima esfuerzos para mostrarlos, es tal vez el tipo burgués más afín al artista, por su aporte cultural a la comunidad.
Shanahan culmina su relato: "Cómo sigue esto. Mi hijo adolescente me solicitó que le enmarcara para su cuarto la misma lámina de ese Cristo de San Juan de la Cruz del taxi". Y enumera las piezas deseadas, aquellas que no sabe si le alcanzará la vida para comprar, así como el artista alguna vez las soñó y no supo si le alcanzaría la vida para plasmarlas: "Restan óleos, aguadas, tintas, manuscritos, hiperestereoscopías tridimensionales y el Pantagruel". En su artículo sobre Fuchs, Benjamin cita un pasaje de Le Cousin Pons, del novelista Honoré de Balzac, escrito en tiempos más románticos que los que corren: "Tienen aspecto de no apegarse a nada, de no preocuparse por nada; no prestan atención ni a las mujeres ni a los gastos. Andan como en un sueño, sus bolsillos están vacíos, su mirada como vacía de pensamientos, y uno se pregunta a qué especie de parisinos pertenecen. Estas gentes son millonarios. Son coleccionistas; los hombres más apasionados que hay en el mundo".



Salvador Dalí realizó las obras entre 1950 y 1980.
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