Sergio Faletto
En esta Argentina de crisis que se debate entre el ajuste y la ineptitud para erradicar la angustia, el último reducto de coherencia reside en los trabajadores. Es por eso que el paro de los jugadores, trabajadores privilegiados en materia de ingresos en una nación empobrecida, no se condice con esa ética reclamada, ya que la justicia de su pedido se diluye en la confusión cuando la medida es parcial, y aunque les pese puede considerarse una medida de fuerza ajustada a la conveniencia. Caso contrario no se entiende por qué algunos afiliados a la agrupación sindical disputarán los encuentros por la Copa Libertadores. Además, sería oportuno que Futbolistas Argentinos Agremiados sincere su planteo y exprese con todas las letras que el paro es en contra de la empresa Torneos y Competencias, que es en definitiva la que en sociedad con la AFA reparte el dinero pero se queda con la mejor parte. Claro que sería ilógico suponer esperar alguna denuncia en este sentido por parte de los directivos de muchos clubes, ya que ellos ejercen una obsecuencia sin fisuras hacia el poder de Julio Grondona, quien para tratar de evitar el cese de actividades osó ofrecer una pequeña parte de lo que tanto percibe la casa rectora. Esta determinación de los jugadores originada en el justo derecho de peticionar una abultada deuda pero distorsionada por una aplicación a medias, deja al descubierto también la incapacidad e irregularidad de las gestiones de la gran mayoría de los clubes, porque fueron esas administraciones las que generaron un pasivo que no pueden afrontar, y lo hicieron con la impunidad que les regala el sistema. Pero este paro parcial al menos sirve para demostrar una vez más, aunque sea innecesaria la ratificación, que debe haber una toma de conciencia de que la organización del fútbol argentino sucumbió ante la realidad y que debe ser reformulada, como así que los jugadores no pueden pretender seguir solicitando primas, premios y sueldos exorbitantes para el medio en el que se desarrollan. Más si se tiene en cuenta que muchos de los que militan en primera división no tienen un futuro seguro en Europa, y varios ni siquiera en el fútbol mexicano, por citar un ejemplo. Los jugadores decidieron parar la pelota según de qué partido se trate. Ojalá, para bien del fútbol, decidan pararla definitivamente hasta que los grandes beneficiados de este negocio entiendan que todas las fiestas llegan a su fin.
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