Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) dispuso el lunes a la noche el noveno cese de actividades en la historia del fútbol argentino con un paro "por tiempo indeterminado", a raíz de las millonarias deudas que los clubes mantienen desde hace tiempo con sus planteles, que en principio no afectará la actividad de los equipos en la Copa Libertadores.
Pero a pesar de no haber sido una constante el recurso del paro, su historia data de los comienzos mismos del profesionalismo, allá por 1931, y ya en los albores del siglo XXI los futbolistas siguen demostrando que pueden despertar la atención colectiva cuando, alejados de su condición de trabajadores atípicos, generan medidas similares a la de cualquier asalariado.
La primera vez que los jugadores decidieron implantar este tipo de medida fue precisamente cuando generaron la huelga de 1931, demandando en ese entonces la libre contratación -no existía una entidad que los agremiara- y "el respeto a la libertad como seres humanos", según indicó en aquella época Hugo Settis, capitán de Huracán.
La solución de ese conflicto llegó cuando los futbolistas, tras entrevistarse con el presidente de la Nación, José Félix Uriburu, consiguieron blanquear sus ingresos y legalizar la práctica profesional. Sin embargo, el requerimiento de libre contratación no fue satisfecho y quedó como reclamo pendiente.
El segundo problema se generó en 1948 -con los futbolistas ya organizados sindicalmente-, cuando adoptaron una segunda medida de fuerza que provocó el reconocimiento de la agremiación, alterando el carácter de su relación laboral con los clubes.
Las exigencias de libre contratación, sueldo mínimo y reconocimiento como entidad gremial provocaron una huelga que comenzó en noviembre de ese año y culminó en abril del siguiente, cuando por fin se contemplaron sus reclamos.
En ese ínterin sin fútbol profesional, los clubes debieron terminar el torneo de primera división -se consagró campeón Independiente- con jugadores amateurs.
El siguiente conflicto se produjo 23 años más tarde, en 1971, cuando los futbolistas plantearon la necesidad de que se los catalogara como trabajadores comunes y no como trabajadores deportivos.
Por entonces, la Secretaría de Trabajo había dado su aval al desusado convenio de 1948, pero la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) se negaba a usarlo.
Esa postura inflexible motivó que los jugadores -que tenían al ex volante de Independiente y Racing José Omar Pastoriza como secretario general de FAA- votaran en favor de la huelga.
La finalización del enfrentamiento llegó cuando intervino como mediador el entonces presidente Alejandro Agustín Lanusse, para forzar un acuerdo que estableció la confección del estatuto del futbolista.
Convenios colectivos
Un nuevo entuerto tuvo lugar en 1975, cuando se decidió suspender la actividad como respuesta al rechazo de la AFA para suscribir el convenio colectivo de trabajo.
En esta ocasión la elección de la medida de fuerza fue nuevamente eficaz y provocó un veloz acuerdo que conformó a los jugadores.
Más cercano en el tiempo está el colapso de 1985, que se suscitó a partir de la negativa de Boca Juniors de otorgarle la libertad de acción a los entonces jugadores y hoy técnicos Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca, que tuvo su extensión en un procedimiento similar adoptado por Nueva Chicago con Mario Franceschini.
La presión de los futbolistas fue nuevamente gravitante, pero esta vez cumplieron un rol central varios dirigentes y empresarios, que favorecieron la solución para proteger sus propios intereses.
La sexta situación de este tipo tuvo lugar a partir del 22 de julio de 1998 cuando FAA decidió concretar una huelga por el conflicto que mantenían seis jugadores de Deportivo Español, quienes reclamaban su libertad de acción.
La disputa que sostuvieron durante 20 días los jugadores Gustavo Campagnuolo, Marcelo Pontiroli, Mauro Potenzoni, Sergio Castillo, Pablo Guede y Eduardo Fuentes con las autoridades de su club desembocó en una medida que reivindicó el peso propio de la entidad gremial que fuera fundada el 2 de noviembre de 1944.
El acuerdo se produjo cuando efectivamente todos esos futbolistas lograron su cometido y se quedaron con los pases en su poder.
El paro siguiente tuvo lugar el 8 de febrero del año pasado, cuando los futbolistas de primera división se solidarizaron con sus colegas del ascenso, a quienes la Justicia les impedía iniciar la actividad oficial anual por recurrentes hechos de violencia.
La medida de fuerza, que no incluyó los partidos del seleccionado argentino ni los de la Libertadores pero sí los encuentros de verano, finalizó cuando otra decisión judicial habilitó la realización de todas las competencias.
Contra la violencia
La octava tuvo su origen en la primera C y se resolvió el 27 de abril del año pasado, "como respuesta solidaria a los compañeros agredidos en las canchas del ascenso".
En la oportunidad varios jugadores de Comunicaciones fueron agredidos por hinchas de Excursionistas después de un partido entre ambos equipos, y en el encuentro entre Deportivo Merlo y Dock Sud, por la misma categoría, también se registraron violentos altercados entre jugadores, dirigentes y policía.
Después de analizar especialmente el caso de José Adrián Barrionuevo -un jugador de Comunicaciones que llegó a perder el conocimiento y tuvo un severo traumatismo de cráneo por los golpes recibidos-, el gremio de futbolistas consideró que ya era tiempo "de protestar y solidarizarse con los futbolistas del ascenso".
Y con lo resuelto este lunes por un tema inédito para este tipo de conflictos, como es el de las millonarias deudas de los clubes con sus jugadores, se llegó a la novena huelga de la historia.
Aunque la cifra de conflictos extremos en Argentina es exigua si se tiene en cuenta que transcurrieron ya 70 años desde la creación del fútbol profesional, la voluntad de lucha ante determinadas y nuevas situaciones sigue vigente entre los jugadores.