Año CXXXIV
 Nº 49.099
Rosario,
jueves  26 de
abril de 2001
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Brasil no sale de la anemia
Sin sus principales figuras apenas empató con Perú en el Morumbí de San Pablo

La primera aproximación de riesgo de los verdeamarelhos se produjo sobre el final del primer tiempo, cuando Marcelinho Carioca conectó un centro atrás casi en las barbas de Miranda, pero la pelota pegó en un defensor peruano que venía cerrando. Dos minutos después, un cabezazo franco desde el borde del área chica fue a parar a las manos del arquero.
Para muestra basta un botón, dice el refrán. Y parece que a Brasil ya no le alcanza con la camiseta. Porque Perú le planteó el partido de igual a igual en el mismísimo Morumbí, siempre apoyado en una constante de su fútbol, es decir el prolijo traslado del balón a un ritmo tan cansino que puede hacer dormir hasta al más despierto. Poco incisivo es cierto, pero también lejos del arco propio.
Y la siempre latente peligrosidad de Romario quedó tan sólo en eso. Porque el trámite de esa primera parte fue aburrido, y los silbidos se hicieron escuchar.
En el complemento, Brasil cambió con el ingreso de Juninho y fue más ambicioso. Merodeó los dominios peruanos, pero con más ímpetu que ideas. Adelantó sus líneas y se expuso. Porque el recién ingresado Mendoza se las arreglaba solito para crear peligro.
Pero a los 20 se abrió el partido. El Chapulín (¿cuándo no?) tuvo que echar mano a su amplio repertorio y dibujó una implacable definición, tras pase de Vampeta, con arquero en el camino incluida. Gol y desahogo. El pragmatismo a ultranza, de parabienes.
El equipo de Uribe fue y fue, con su vergüenza. Lo tuvo Mendoza dos veces y definió mal. Hasta que a los 33 llegó el premio. Pajuelo les ganó a todos en una pelota detenida y conectó el cabezazo goleador.
Después, Miranda se hizo gigante, Brasil fue puro barullo y la cautelosa dignidad peruana tuvo su premio.



El equipo de Leao decepcionó y se fue abucheado.
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