Esta vez la noticia fue la moderada convocatoria que despertó la llegada de Boca Juniors a esta ciudad. En realidad, cada vez que los xeneizes juegan en Rosario generan una pequeña gran conmoción en el hotel donde se concentra el equipo por la numerosa cantidad de hinchas que se acercan a ver, saludar, pedir autógrafos y, si pueden, hasta eternizarse en la preciada foto con sus ídolos. Sin embargo, ayer pareció la excepción a la regla porque apenas una treintena de simpatizantes xeneizes recibió a los jugadores en la puerta del nuevo hotel de Santa Fe al 1600, cuando el colectivo Flecha Bus color fucsia número 2870 estacionó a las 16.45 y la delegación bajó y se fue directamente a las habitaciones a descansar, con una orden estricta: no hablar con la prensa. El plantel xeneize cumplió la última práctica en la mañana de ayer, en el predio de Casa Amarilla, donde almorzó el tradicional asado de los sábados y a las 13.30 viajó en micro a esta ciudad. El plantel de 16 jugadores está integrado por Abbondancieri, Ibarra, Burdisso, Matellán, Clemente Rodríguez, Omar Pérez, Serna, Traverso, Riquelme, Delgado, Herrera, Muñoz, Pinto, Javier Villarreal, Guillermo Barros Schelotto y Giménez. "Vino poca gente porque es un hotel nuevo, si había como 30 personas en la puerta del hotel donde iba siempre Boca", confió el Chino Feldman, el ex utilero de Central Córdoba que no se pierde una sola llegada de Boca a Rosario. Cómo habrá sido de plácido el acceso de Boca al hotel, que las vallas de contención no fueron necesarias y recién la policía las colocó pasadas las 19, cuando los hinchas se acercaron al centenar, y decidieron extenderlas mientras algunos jugadores saludaban desde una ventana, aunque los xeneizes sólo alcanzaron a ver bien tras los vidrios del lobby a Ibarra y al Chelo Delgado. En el amplio ingreso un ayudante salió a comprar los sandwiches para la vuelta de esta tarde, un par de empleados del hotel corría las pesadas macetas para apuntalar los tabiques que dieran reserva al restorán donde el plantel cenaría ravioles con tuco, y un puñado de rosarinas -entre las que se destacaba una recepcionista de piernas esculturales- exhibía la mejor belleza de estos arrabales del mundo.
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