Año CXXXIV
 Nº 49.094
Rosario,
sábado  21 de
abril de 2001
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Opinión: El hincha no se equivocó y tuvo su recompensa

Sergio Faletto

El primero en dimensionar el potencial de Rosario Central fue César Luis Menotti, quien dijo que la entidad de Arroyito bien podía ser el Barcelona de Argentina. Después, sin conocer la expresión del ex técnico del seleccionado, fue el profesor Luis Bonini el que sentenció: "Central tiene todo lo necesario para ser considerado como uno de los clubes referentes del fútbol argentino". Tiempo más tarde, cuando fue removido de su cargo, con bronca y dolor Miguel Angel Russo golpeó con furia el volante de su automóvil y le pidió a Dios que "ojalá algún día este presidente o el que venga se dé cuenta de todo lo que puede alcanzar este club". Y este jueves en Liniers quedó reflejado que cuando los centralistas se unen en pos de un objetivo, hasta los escollos más complicados se pueden superar.
Desde hora temprana la tribuna popular visitante se vistió con los colores azul y amarillo, y ante la mirada atónita de los tímidos simpatizantes locales el bullicio que se escuchó fue el que originaron los canallas. Pero los canallas de verdad, aquellos que a pesar de las dificultades económicas recorrieron kilómetros y oblaron su entrada para estar. A diferencia del grupúsculo que sabido es presionan habitualmente para ponerle precio a su aliento.
A partir de esa bailanta que armaron los centralistas antes del encuentro, los canallas comenzaron a ganar la clasificación. Porque siempre el fervor nace de esa intuición popular que poca veces se equivoca. Y como contracara, en la vereda de enfrente, el pesimismo se reflejaba en los esporádicos arrebatos que permitía algún resto de dignidad. Si hasta parece un chiste que Vélez sea considerado uno de los grandes -resultados al margen- cuando su convocatoria en un partido tan determinante no supera las 7.000 personas.
Y después, ya con la pelota girando, las maneras de ser contrastaron mucho más. Central jugó una final. Vélez especuló a esperar para ver qué podía hacer.
Más allá de las consideraciones tácticas y técnicas de un partido de fútbol, lo cierto es que la hinchada no se equivocó en su apoyo incondicional porque el equipo jugó con inteligencia y luchó para superar a un rival y a sus propias limitaciones.
Y en un palco, como abriendo un paréntesis en la crisis política y sufriendo las instancias de una verdadera final, la comisión directiva casi en pleno acompañó al equipo, como hacía mucho tiempo no ocurría fuera del Gigante.
Entonces, si el resultado de una unidad aunque sea coyuntural es tan grato y positivo para el sentir canalla como la clasificación a los octavos de final de la Copa Libertadores, no será el momento de entender que el Flaco Menotti, el profesor Bonini y Miguel Russo tenían razón en dimensionar el poderío de un club que todavía se empecina en no llegar a su máxima expresión.


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