No sólo el automovilismo brasileño sufrió el más duro golpe el 1º de mayo de 1994, sino el del mundo todo. Ese día, aproximadamente a las 9.15 hora de Brasil, Ayrton Senna Da Silva perdió el control de su Williams al ingreso de la curva Tamburello y dejó la vida contra el paredón, en la vuelta 3 del Gran Premio de San Marino. El hijo del viento, el profuso admirador del quíntuple campeón Juan Manuel Fangio, el que al ganar por fin en “su” San Pablo en el 91 se bajó del escalón más alto del podio para recibir la ofrenda de manos del Chueco, porque no se consideraba estar a la altura de él, sembró de tristeza a un país que perdía su gloria y que después cargaría sobre las espaldas del también paulista Rubens Barrichello la presión para emular sus éxitos. Como si no supieran que Ayrton hubo y habrá uno sólo.
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