La televisión no hace más que reproducir un negocio que inventó el cine. Desde que Dooley Wilson cantó "Según pasan los años" en "Casablanca", las canciones de la pantalla grande se volvieron tan importantes como las películas mismas, y a veces mucho más resistentes al paso del tiempo. También crearon su propio mercado, el de las bandas de sonido, un negocio bien cuidado por los estudios y las compañías discográficas. Otra vez en el juego del quién saca provecho de quién, una historia cuenta que los músicos corren con ventaja. El racconto podría comenzar con el "Mrs. Robinson" de Simon & Garfunkel, que figuraba en la banda de sonido de "El graduado" (1968). Y podría detenerse en un hito del 77, cuando los Bee Gees tuvieron el mayor éxito de su carrera con las canciones de "Fiebre de sábado por la noche". Pocos se acordarían de Joe Cocker si no fuera por "Puedes dejarte el sombrero puesto", el tema del striptease de "Nueve semanas y media" (1986). "Mujer bonita" (1990) hizo que Roy Orbison, con la canción del mismo nombre, lograra una popularidad que nunca tuvo en vida. Esa película también consagró a Roxette con "Debe haber sido amor". En 1973, hasta Paul McCartney utilizó la saga de James Bond como plataforma de lanzamiento, cuando consiguió su primer hit solista con el tema central de "Live and Let Die". Ya nadie quiere quedarse afuera del negocio. Madonna nunca se privó de meter un tema en las películas que protagonizó, y Celine Dion se cansó de contar millones con "My Heart Will Go On", el tema de "Titanic" (1997). Ahora los productores de Hollywood contemplan la banda de sonido como un negocio paralelo a la taquilla, y eligen estratégicamente a los intérpretes. No es casual que U2 haya versionado el tema de "Misión imposible" para la primera parte, de 1995, y que Limp Bizkit se haya encargado de la secuela que se estrenó el año pasado.
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