Cualquiera que conozca a Juan Antonio Pizzi sabe que no le hacen falta ni le gustan las demostraciones excesivas o demagógicas. Jamás lo hizo y tampoco lo necesita. Por eso, el festejo de su primer gol de ayer ante Los Andes, el segundo de Central, debe reconocerse como todo un símbolo del momento que vive el conjunto auriazul. Los futbolistas canallas apostaron a una enorme dosis de dignidad para demostrar sus razones y asumieron los riesgos que arrastraban la histórica decisión de no mover un dedo -llámese no entrenar- hasta que no aparezca la plata que reclaman y que incluye (en total) una enorme cantidad de premios y los sueldos de enero, febrero y marzo. Ahora ellos tienen todo el derecho de decir que cumplen con su gente.
Ese fue el inequívoco mensaje del goleador cuando se acercó al alambrado tras la conquista, y hasta tuvo contacto físico con los alrededor de 200 hinchas que llegaron desde Rosario para ponerle el hombro al equipo a pesar de la coyuntura.
Todos los futbolistas comprendieron de qué se trataba y se acercaron inmediatamente al referente para armar un racimo de camisetas azules y amarillas al alcance de los hinchas que enloquecieron hasta retener al ex jugador de Barcelona y Porto durante medio minuto.
Fue una clara demostración del conflicto que vive el plantel con la comisión directiva, que según se rumoreó ayer entre hoy y mañana haría efectivo el pago de los sueldos del mes de enero, aunque no puede determinarse que eso sea considerado suficiente por los futbolistas.
Por lo pronto, debe asegurarse, a partir de declaraciones de algunos jugadores, entre ellos Pablo Vitamina Sánchez, que el equipo seguirá sin entrenar si no aparece el dinero. Hoy seguirá escribiéndose la historia. Si se tratara de una partida de ajedrez, debería decirse que ahora les toca mover a los directivos. Y el reloj acucia.
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La Ciudad
