El superclásico fue el nuevo ring donde la pelea entre Juan Román Riquelme y los principales dirigentes xeneizes tuvo otro round. Como se sabe, Boca lo quiere transferir a Barcelona en una cifra récord para el mercado argentino (26 millones de dólares), pero el mejor jugador del plantel no sólo no quiere irse sino que sigue luchando para que satisfagan su pedido de firmar un contrato fabuloso. Hace rato que Riquelme no habla con el presidente Mauricio Macri, quien definió prácticamente la venta del volante a España sin consultarlo. Este nuevo cortocircuito aumentó la bronca del 10 y por eso la expresó sin pudores cuando marcó el segundo gol en el superclásico. Cuando la pelota tocó la red, luego de impulsarla con su cabeza en el rebote del penal que le atajó Constanzo, Riquelme se desembarazó de todos sus compañeros y se puso de espaldas al palco que ocupaba Macri, haciendo el típico gesto de orejas paradas durante un buen rato. Ni bien terminó el partido, la figura de la cancha dijo para las cámaras de TyC con sorna: "El gesto lo hice porque a mi hija le gusta mucho el Topo Gigio", aunque nadie le creyó. En tanto, el tesorero xeneize Orlando Salvestrini, uno de los que no habla con Riquelme, dijo que si el talentoso volante "quiere quedarse, bienvenido sea", y aceptó que la relación con el jugador y su representante, Marcos Franchi, "está en un cortocircuito" con la mayoría de los dirigentes. Tanto, que sólo dialoga con el vicepresidente Pedro Pompilio. "Riquelme tiene dos alternativas: aceptar la oferta del Barcelona y asegurar el futuro de su familia, sus hijos y sus nietos, o quedarse en Boca. Si se quiere quedar en Boca, bienvenido sea, le vamos a ofrecer un contrato por cinco o por diez años, los que quiera", manifestó Salvestrini.
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