Como todos los días a las 7 de la mañana, Susana toma el teléfono, marca el número ya memorizado y pide un remís. En veinte minutos, suena el timbre y se sube al coche, siempre en el asiento delantero. Ella, al igual que miles de rosarinos, elige los remises truchos para movilizarse. "El cliente busca lo barato, por eso nosotros estamos trabajando cada vez menos", confesó un conductor de una importante agencia que sí cuenta con habilitación para Rosario. Y tiene razón: mientras las empresas legales cobran cerca de 7 pesos desde el centro hasta Alberdi, las truchas lo hacen por no más de 3,50 pesos. Eso sí, no hay garantías en cuanto a la seguridad.
Conseguir un remís ilegal en Rosario es un trámite sencillo, solamente se requiere un poco de tiempo. Pero los minutos que tardan para llegar -con suerte en unos diez, pero muchas veces en más de media hora- dan cuenta de la gran demanda que tienen estas agencias. La mayoría de los clientes ya están identificados: con sólo decir la dirección, desde la empresa saben de quién se trata. Por eso, Susana apenas la menciona, porque forma parte de la lista de confianza.
Las agencias son de Acebal, Villa Diego, Alvear y Villa Gobernador Gálvez. En estos casos, es tal la clientela rosarina que se instalaron bases que operan en la ciudad. Algo que no está bien visto. "Lo que no pueden hacer las empresas es tener centros en Rosario, sí pueden levantar un pasajero en Rosario y trasladarlo", expresó el presidente de la Cámara Agencias Remises Titulares y Choferes, Jorge Barraza, quien acusó: "Todas tienen bases acá, porque no sería un negocio redituable". Pero en Rosario hay "casi un centenar" de empresas que operan ilegalmente, estimó Barraza.
Siempre adelante
Los remiseros truchos respetan al pie de la letra una condición: que el pasajero se siente adelante. Y de esta forma, que el cliente se confunda con un familiar o amigo. "Si sos conocedora del sistema te acomodás directamente en la parte delantera, y si no ellos mismos te abren la puerta para que te ubiques en ese lugar", contó un viejo cliente de una empresa de Alvear.
Los coches son similares a los legales, sólo se diferencian de los habilitados porque no tienen la obligación de poseer aire acondicionado. Lo que no tiene casi ningún coche trucho es el taxímetro, sólo algunos, los más valientes y en un lugar no muy visible. "La forma de darse cuenta que es un remisero y no cualquier conductor es el handy, no hay otra señal para identificarlos", explicó Barraza.
La diferencia, que es la razón por la cual cada vez más eligen los remises ilegales, es el precio. Las agencias truchas cobran tres pesos cada seis kilómetros, y se van sumando 50 centavos cada un kilómetro. Otras cobran 2,50 pesos por cinco kilómetros y se aumentan también 50 centavos por kilómetro.
"Desde San Juan y Buenos Aires hasta el club Palos Verdes, que queda al lado del autódromo, pago 6,50 pesos en un remís trucho, mientras que en uno legal me cuesta entre 12 y 13 pesos", contó Ana María, clienta de una agencia de Villa Gobernador Gálvez.
Las zonas restringidas
Los remiseros truchos saben que en cada viaje están jugando con fuego. Por eso se cuidan de pasar por lugares concurridos por taxis o autos legales. Las zonas de la cancha, las salidas de los boliches, el microcentro y cualquier lugar donde se concentran los coches habilitados es una zona restringida.
Los taxis también se ven perjudicados por este auge remisero porque gran parte del público que contrata estos autos lo hace sabiendo que se trata de coches en mejores condiciones que los taxis.
A pesar de que Barraza aseguró que "los remises truchos le sacan el trabajo a los autos habilitados y hasta a los colectivos", el representante de este gremio aclaró que "no pasa por una pelea entre legales e ilegales, lo preocupante es el sistema de transporte de la ciudad".
Susana no duda nunca en llamar a la agencia trucha. Y según lo muestra la realidad, miles de rosarinos siguen sus pasos. Pero, la pregunta de la mayoría que viaja en estos coches es la seguridad: "¿Qué pasa si tengo un accidente arriba del auto?". La respuesta es incierta, pero parece que el bolsillo puede más que la conciencia, porque las agencias ilegales tienen cada vez más trabajo.