Año CXXXIV
 Nº 49.079
Rosario,
viernes  06 de
abril de 2001
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Filma en Perú y reflexiona sobre la actualidad y su trayectoria artística
Luppi: "En el país existe una gran pena"
El actor rescató los valores de nobleza y amistad que refleja el filme "Rosarigasinos"

Marcelo Menichetti

El reconocido y arquetípico actor argentino Federico Luppi no descansa. Tras su trabajo en "Rosarigasinos", el filme rodado en Rosario durante 1999 y por el que obtuvo en forma compartida con Ulises Dumont el Ombú de Plata a mejor actor en el reciente Festival de Cine de Mar del Plata, el actor filmó en España y actualmente está terminando una película en Perú.
Durante un alto en el rodaje de "Un lugar donde estuvo el paraíso", película que dirige Gerardo Herrero y donde Luppi trabaja junto a Gastón Pauls, Villanueva Cosse y un elenco de actores españoles, Luppi dialogó con Escenario y se refirió a su rol en "Rosarigasinos", al trabajo del director Rodrigo Grande, a su carrera y al momento actual que vive la Argentina.
Haciendo gala de una modestia que los tiempos actuales tienden a sepultar bajo las repetidas capas de tilinguería que barnizan el mundo del espectáculo, Luppi desestimó que su labor tenga una proyección internacional. "Aunque he trabajado en países de habla hispana como México, Perú ahora y en España bastante, son huecos del mercado que, por razones de tipología, de pronto hay personajes que creen que los puedo hacer y me llaman. No sé si es proyección internacional, creo que existen esos huecos en el mercado que uno aprovecha", afirmó.
Sin embargo repasar la extensa carrera de este ramallense que se declara un hombre aferrado a su país, sentimiento que traduce con la frase: "Tengo necesidad de estar siempre en la misma baldosa", es contar gran parte de los éxitos de la industria del cine nacional. Sin desmerecer su labor teatral, Luppi cuenta con un perfil que lo proyecta como dueño de una personalidad claramente definida en el universo de los actores criollos.
No es fácil tenderle trampas. Es un hombre sagaz y tiene los pies bien asentados en la tierra. Por eso no apela a un discurso prefabricado a la hora de responder preguntas.
-¿Esperaba ganar un premio con "Rosarigasinos"?
-No. Para evaluar eso debo decir antes dos cosas muy importantes: primero, que no vi la película todavía. Cuando se comenzó a montar y a hacer la posproducción yo estaba en Madrid filmando. Después me avisaron del premio por mail. Segundo, que no sé contra quien competía y cómo era el jurado, así que estoy nada más que contento por el premio pero sin saber exactamente cuánto hay de justo en él.
-¿Tenía confianza en la narración de Rodrigo Grande?
-Sí, eso sí. Desde el libro, que era excepcional, muy argentino, muy rioplatense sobre todo. Muy de ciudades del tipo de Rosario y Buenos Aires, con personajes muy queribles con un argot que hace mucho tiempo que no se usa y que le da un carácter muy particular al filme. Era muy bueno.
-¿Cómo manejaron el protagonismo en la película que le asignó roles igualmente importantes a usted y a Ulises Dumont?
-No se evaluó eso cuando aceptamos el libro. Lo que pasa es que la pareja del filme, formada por dos viejos presidiarios que salen frente a un mundo que ya no los contiene, que no comprenden, no importaba el nivel de peso de cada papel sino la condición de verdad que tenían cada uno de ellos. Uno, el personaje mío, era un ex cantante de tangos que intentaba engrupir a la gente todavía y se teñía el pelo. Ulises, que estaba más jugado, hizo un personaje más querible, que era el tipo del que toca el bandoneón y lo acompañaba al otro en la época tanguera. Así que era absolutamente imprescindible, desde el punto de vista emocional, no plantear allí ningún tipo de competencia ni de trabajo de exclusión, si no, no se puede trabajar.
-¿Los actores argentinos están condenados a correr riesgos junto con los directores?
-Y por ahora sí, hasta que la Argentina no sea un país del primer mundo, para hacer una referencia muy común, es muy difícil. Somos países pobres con industrias muy menguadas y con dificultades para tener cabida en un mercado que está dominado por el mundo anglosajón. Entonces tenemos que intentar apoyar y hacer aquello que nos gusta, que nos pertenece, que es parte de nuestra idiosincracia. No podemos estar pensando solamente en tener dinero porque así, en general, no ocurriría nunca nada.
-¿Qué perspectivas le augura a "Rosarigasinos" con relación al público?
-Lo que recuerdo de la filmación y del libro es que se trata de una historia que seguramente va a interesar y en muchos casos va a divertir y emocionar. Ahora el nivel de éxito lo desconozco. Creo que es una película que tiene posibilidades muy serias y además, si logran venderla en tres o cuatro festivales, es posible que haga una buena carrerita ¿no?
-¿Qué opina de los momentos que se viven en la Argentina?
-Desde acá veo por televisión los mismos canales que vemos allá, además me mandan mails y estoy muy informado. Lo que siento es lo que ya he dicho otras veces y las cosas no han cambiado en los últimos años: que es una profunda frustración, una gran pena. Me siento en lo individual muy traicionado porque yo he votado a gente en la que creía y de pronto aparece este miserable de (Domingo) Cavallo a quien yo no voté. No es una persona que hubiera elegido jamás para hacer un mundo mejor. Digamos que en términos de preferencias afectivas y sentimentales lo tengo totalmente excluido. De modo que esto de los discursos políticos que luego en la práctica se transforman en una especie de borrar permanentemente con el codo lo que se escribió con la mano, no me hace feliz para nada. Con desocupación y con la falta de perspectivas en un país que no es pobre sino empobrecido y saqueado como es la Argentina.
-"Rosarigasinos", que tiene aires tangueros, reflota ciertos códigos ya olvidados.
-Sí, es una cosa muy linda de la película de que estos tipos, a pesar de que han cometido actos de delincuencia y han pasado 30 años en la cárcel, tienen todavía una cierta nobleza, un sentido fraterno y solidario de la amistad y manejan valores que seguramente hoy ya no son tan comunes. Hoy te matan por sacarte una campera. De modo que también habla de un mundo que está en permanente formación y de cómo este nivel de globalización tan caníbal nos ha alcanzado a todos, nos ha pegado a todos de manera muy perversa.
-¿Quedan posibilidades de volver a esos valores de nobleza y respeto que hubo en otra época?
-Realmente no lo sé. Habría que ser un politicólogo o futurólogo para saberlo. Lo que sí creo fervientemente y cada vez más es que, frente a una realidad planteada casi patológicamente, nuestro deber -si es que se puede utilizar esa palabra- es cada vez hacer ficción más profunda, más espesa, más honda, más nuestra y oponer al mundo de la pura materialidad una suerte de utopía que tenga que ver con la creación, con el rescate de valores, con lo poético, con la identidad. En fin, con darnos a nosotros mismos un lugar en nuestra propia alma. No dejarnos ganar por el bocado de león que nos mandan todos los días.
-¿Qué imagen tiene de usted mismo?
-Ahora, que ya estoy más que adulto, a veces miro para atrás y veo que todo ha pasado muy rápido. A veces, cuando me miro en el espejo, veo a una persona que me observa y que no soy yo, en apariencia. Pero cuando tenía 25 o 30 años y hasta los 40 las palabras melancolía y pena no tenían cabida en mi alma porque no eran palabras que estuviesen requeridas para los dilemas que guardaba la almohada. Ahora uno empieza a tener un poco más de conciencia de la finitud. Siempre me acuerdo de una frase de Kierkegard que decía: "Es muy pequeñita la espina de la tristeza que se me clavó en el corazón; mientras esté ahí soy irónico, si me la sacan me muero". Cuesta mucho trabajo aceptar que estamos donde estamos.
-¿El balance es positivo?
-Sí. La vida que hice, aunque quisiera, no la podría cambiar; podría hacer una especie de balance fantástico, pero lo que está hecho, está hecho, y además de lo que tengo, lo que hice y lo que no hice y lo que fue bueno y lo que fue malo el único responsable absoluto soy yo y no puedo echarle la culpa a nadie.
-¿Alguna vez se sintió prisionero de un personaje?
-Prisionero no me siento. Diría que me siento cómodo, en el sentido de identidad del término. No sé si ahora, aún teniendo muchas condiciones a favor, me iría a vivir a otro mundo: No lo sé, me parece muy difícil porque ya tengo referencias muy concretas, tengo necesidad de estar siempre en la misma baldosa, ¿sabés? A esta altura los cambios no son tan fáciles y uno ya tiene raíces demasiado hondas con muchas cosas, aún en un país como la Argentina que te golpea mucho. Pero bueno, es mi país.
-Tuvo libertad de elección.
-Me he tomado el trabajo de no engañarme respecto de la realidad y de lo que uno mismo es. Porque en nuestro ambiente es muy común la lisonja o el halago y los premios te puedan apartar de una cierta condición más o menos centrada. No hay que caer en esa cosa tan tilinga de creer que se tiene a Dios agarrado de las patas.



El protagonista de "Un lugar en el mundo".
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