Año CXXXIV
 Nº 49.076
Rosario,
martes  03 de
abril de 2001
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Un mundo prohibido
La FIA controla un negocio fabuloso

Gustavo Conti

La prensa escrita paulista reflejó perfectamente el mundo de la Fórmula 1 de hoy. Los diarios Estado do Sao Pablo y Folha le dedicaron bastante espacio a describir cómo se mueve hoy el circo más sofisticado del plantea, muy distinto al que estaban acostumbrados a vivir en los tiempos de Fittipaldi, Piquet o hasta el mismo contemporáneo Senna, en los que podían conversar t'te a t'te con los pilotos, con los ingenieros y hasta con los jefes de equipo en la trastienda de los boxes.
Aquella imagen televisiva de Reutemann, Fittipaldi y Andretti del 79, conversando animada y largamente en plena carrera de Alemania, después de haber abandonado casi en el mismo sector de la pista, hoy es absolutamente impensada.
Los pilotos casi no hablan entre sí, están casi todos subordinados a lo que diga el equipo para hablar con la prensa y hasta se les dice lo que pueden o no comunicar. Y la mayoría acepta las reglas del juego, para permanecer en la categoría.
Un ejemplo claro del cálculo con el que se maneja esta Fórmula 1 posmoderna, organizada por el cerebro superestructurado del pequeño gigante Bernie Ecclestone (presidente de la Federación de Constructores -Foca- y vice de la FIA) son las conferencias de prensa.
A la misma asisten infinidad de periodistas, pero las respuestas que se ven por TV en todo el mundo son producto de las preguntas del hombre de la FIA, que siempre es el mismo en todos los grandes premios y viene con su libreta de consultas anotadas cuidadosamente. Después que pasó el tiempo en que el satélite envía las imágenes a las distintas programaciones del planeta, entonces sí pueden preguntar los demás reporteros.

Los dueños del mundo
Claro, la FIA ha tomado el control de todo el negocio, al punto que se encarga directamente de la organización de todos los grandes premios con colaboración de empresas locales, y lo mismo cabe para la televisión.
La FIA envía su equipamiento por todo el mundo y dirige toda la operación mediática, dejando para las productoras locales (las que obtengan la licitación) el rol de subordinación absoluta. De esta manera, digita lo que se debe o no decir con palabras e imágenes.
Este modus operandi sirvió para ordenar una actividad en extremo riesgosa. Pese a las muertes de los auxiliares de pista en Monza 2000 y en Australia, la seguridad creció enormemente en los últimos años, y mucho más desde la muerte de Ayrton Senna.
Los boxes y el paddock, que sin ir tan lejos en la época de Reutemann eran un verdadero caos donde ingresaban personas que nada tenían que hacer allí, ahora están estrictamente controlados, y lo mismo ocurre con la contención de las personas que concurren al circuito. En ese sentido, el cuidado extremo tiene su gran cuota de lógica.
Pero el celo no tiene por objetivo básico o único ese rubro, sino el cuidado de un fabuloso negocio que mueve millones y millones de dólares. Y así como la FIA ha cerrado el círculo, también las escuderías cuidan el suyo, ocultando todo, desarmando rápidamente los autos antes de que el pit sea habilitado para la circulación de los periodistas, más de uno sospechado de espía de alguna escudería.
"Fórmula Uno, un mundo donde todo está prohibido", titulaba su material central el diario Estado do Sao Paulo en su edición de ayer y el diagnóstico no parece errado en absoluto. Si no que lo diga Mazzacane, quien habló por primera vez en el año para la prensa argentina en la semana previa al Gran Premio de Australia, la apertura del mundial, cuando ya hacía casi dos meses que había sido confirmado en el equipo Prost.
Nada de entrevistas personales, nada de exponerse demasiado, cuidado con lo que se dice. "Quiero hablar poco y hacer más", dijo el viernes el argentino. Lo primero, lo está cumpliendo con creces, siguiendo las leyes no escritas de la Fórmula 1 de estos días, que la mayoría cumple a rajatabla.


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