Jerusalén. - El polvorín de Medio Oriente amenaza con estallar, con un proceso de paz estancado, con un "halcón" en el gobierno de Israel, con una gran frustración en la Autonomía Nacional Palestina y sin un mediador que apague las mechas encendidas por los intolerantes. Las trompetas del jinete del Apocalipsis de la guerra suenan en la zona tras los últimos atentados extremistas palestinos y la posterior represalia israelí contra las tropas de elite Fuerza 17 del presidente palestino, Yasser Arafat, mientras continúa la Intifada.
Lejanas suenan las palabras pronunciadas el pasado 27 de enero, al concluir las negociaciones de Taba por el entonces primer ministro israelí Ehud Barak: "Nunca hemos estado tan cerca de la paz", o las que como un visionario dijo tres días después: "Se vieron los contornos de la paz". Ahora, lo que se vislumbra es el perímetro de la guerra. Y con o sin ella ya son casi medio millar de muertos del alzamiento, de ellos unos 80 israelíes. "Guerra de Sharon: ataques contra la Fuerza 17", dijo ayer el diario palestino Al Ayam en su página de Internet, ataques contra la guardia pretoriana de Arafat que Israel esgrime como respuesta a los últimos atentados de extremistas palestinos, uno de ellos cometido por un suicida del movimiento integrista Hamas.
Para los palestinos, nada bueno hacía presagiar el triunfo de Ariel Sharon, por mayoría aplastante frente a Barak en las elecciones israelíes a primer ministro del pasado 6 de febrero. Sharon, un viejo halcón de 72 años, no sólo era el ministro de Defensa de Israel cuando se produjeron las matanzas en los campos de refugiados de palestinos de Sabra y Shatila, en el Líbano, en 1982, sino quien protagonizó una visita a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, el pasado 28 de septiembre, que desencadenó la Intifada. Dos días después de su triunfo, se produjo el primer atentado de la era Sharon al explotar un coche bomba en el barrio de Mea Shearim, en Jerusalén, que causó un herido. El grupo Mártires de la Intifada se responsabilizó del atentado.
Dos halcones intransigentes
Una mecha más para dinamitar cualquier entendimiento. Así, con un halcón en el lado israelí y otros halcones en el lado palestino, el proceso de paz en Medio Oriente, estancado antes de las elecciones israelíes, se colapsó aún más.
La exigencia de Sharon de empezar las negociaciones de paz desde cero y la del presidente palestino, Yasser Arafat, de reanudarlas desde el punto en que quedaron tras los diferentes acuerdos interinos, les llevó a un callejón sin salida. De ese modo, cuando Barak anunció oficialmente el pasado 11 de febrero que las promesas que le hicieron a Arafat habían prescrito y no comprometían a Sharon, debió conmoverse el espíritu de la laboriosa mediación del entonces presidente estadounidense Bill Clinton.
Mientras la Intifada proseguía en los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza, la eliminación por el ejército israelí de unos veinte dirigentes del alzamiento palestino caldeó más el ambiente. La imposición del bloqueo de Israel a las ciudades autónomas palestinas, como medida de castigo colectivo por la Intifada, añadió más grados a la intransigencia. El veto de EEUU en el Consejo de Seguridad de la ONU a la propuesta del envío de una fuerza internacional de observadores a Cisjordania y Gaza, para proteger a los civiles palestinos, suscitó pocas horas después la condena de la cumbre árabe de Amán por favorecer a Israel.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, aprovechó la cumbre, a la que asistía como invitado, para lanzar un llamamiento a los palestinos e israelíes a que vuelvan a dialogar, para lo que necesitan un mediador. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, aprovechará su viaje a Washington el próximo lunes para transmitir esas inquietudes de los árabes al sucesor de Clinton, George W. Bush. Este podría convertirse en ese mediador o designar a uno para evitar que la venganza del "ojo por ojo" se perpetúe en Medio Oriente; que los extremistas palestinos se contengan y que el ministro israelí de Infraestructura, Avigdor Lieberman, deje de amenazar a los palestinos con emplear "una porra llena de clavos y pinchos".